13. El ángel del cristal

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—¡Ya te dije! ¡Ese zorro pareció de la nada!

—Eres un cobarde Emil, te asustas con cualquier cosa

—¡Ya cállate JJ! Sabes que eso no es cierto

Una animada conversación tenían los botayrs mientras dejaban sus caballos en los establos.

—¡Hey! —dijo Otabek llegando.

—¿Qué hay? —saludó Mila a los recién llegados— ¿Y esos rasguños?

—Otabek se encontró con su oso favorito —habló Georgi mientras dejaba su corcel.

Como pocas veces los siete guerreros llegaban al mismo tiempo. Tuvieron una alegre charla en los establos y todos juntos se dirigieron hasta la cabaña.

—Me estoy muriendo de hambre —decía Pichit sobándose el estómago— Espero que Yuuri no se haya sentido muy solo

—Tiene a Makkachin, ese perro no le deja ni un segundo, parece su sombra —todos rieron ante el cometario de Leo.

El primero en abrir la puerta de la cabaña fue JJ, quien de inmediato vio el cuerpo del Zarévich tendido en el suelo.

—¡Yuuri! —gritó acercándose al joven para tomarlo entre sus brazos.

—¿Qué tiene? ¿Esta desmayado? —preguntó Mila aun a sabiendas de que ninguno de sus compañeros podría responderle, pues como ella, todos acababan de llegar.

—Déjalo en el sillón —ordenó Georgi— Está muy pálido y frío

—¿Qué le ocurrió? —Otabek sonaba muy preocupado.

De pronto unos ladridos captaron la atención de los guerreros. Makkachin se encontraba rodando hacia ellos una extraña fruta dorada.

—No es hora de jugar Makkachin —lo regañó Pichit.

Un nuevo ladrido los alertó y en cuanto obtuvo la atención de los siete, el perro mordió el fruto y de inmediato cayo frente a ellos.

—¿Qué está ocurriendo? ¿No entiendo? —Emil estaba asustado por el can que se encontraba inmóvil.

—Es... —Mila se acercó hasta el animalito y lo inspeccionó— C-creo que está muerto —dijo con los ojos llorosos

—Pero si Makkachin comió eso y ahora está muerto... ¿Significa que Yuuri también lo probo? —decía Leo tomando la extraña manzana entre sus manos.

El silencio se prolongó. Los guerreros estaban intentando procesar lo que ocurría.

—No... no puede... —Pichit fue hasta el joven que yacía en el sillón— Yuuri, despierta Yuuri...

Sus ojos se llenaban de lágrimas con cada segundo que pasaba sin que el Zarévich reaccionara. Entonces todos lo entendieron.

Yuuri había muerto.

—No debimos dejarlo solo... —se recriminó Otabek.

El llanto no se hizo esperar, Mila y Pichit eran los más afectados. Lloraban desconsoladamente a los pies del frio cuerpo del joven príncipe. El resto intentaba mantenerse fuertes, pero apenas si podían con las lágrimas que se les escapaban. Se culpaban por la muerte de aquel adorable chico.

—Hay que sepultarlo... —dijo JJ después un rato. A esas alturas parecía que Pichit y Mila se habían quedado sin lágrimas.

—¡No! No lo pondremos debajo de la tierra —decía Pichit acariciando la fría mejilla de Yuuri— Parece dormido...

El Príncipe y los siete Bogatyrs (AU Yuri!!! on ice)Where stories live. Discover now