Capítulo cinco: El infierno en vida

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Había llegado al colegio esa mañana y cuando encontré a Josh, Ashley y a Hayley tenían unas expresiones serias, los ojos rojos y se notaba que tenían ganas de llorar.

—¿Qué pasa? —Pregunté confundido.

Ashley que estaba abrazando a Hayley y diciéndole que no llorara más levantó la vista para verme, Josh siguió su acción, pero Hayley no, ella no me miró en ningún momento, no levantó la vista para mirarme con sus ojos color esmeralda, solo miró el suelo como si mirar a otro lugar le resultara doloroso, intentaba no llorar, lo noté por su expresión.

—La mataron —Musitó Josh con la voz quebrada, mi respiración se aceleró y sentí un escalofrío recorrer por todo mi cuerpo—. A Ruff, un maldito bastardo la asfixió con un cable que estaba tirado en la calle... —Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero los cerré para que no salieran, me resultaba imposible asimilar que la que la que había sido mi mejor amiga desde que tenía siete años hubiera sido asesinada.

Quería salir corriendo, en un instante sentí algo revolverse en mi estómago, tenía ganas de vomitar, hice esfuerzos para tragarme el vómito lo cual para mi suerte funcionó, no era para nada adecuado vomitar en ese instante y mucho menos enfrente de dos chicas.

Hayley rompió en llanto, Ashley la tomó por los hombros a modo de consolación.

—Ya, Hayl, no llores más —La consoló con un tono dulce intentando no llorar ella también.

—¿Qué no llore más? —Se volvió para mirarla—. ¡¿Dime cómo diablos no llorar si una de mis mejores amigas fue asesinada?! —Hayley la miró con enojo a pesar de tener los ojos llenos de lágrimas, en ese instante quería abrazarla, era yo quien quería consolarla más que nadie—. ¡Dímelo! —Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, y su voz sonaba quebrantada, todos permanecimos en un silencio verdaderamente incomodo, Hayley no hizo más que levantarse he irse tapando su boca para no sollozar.

Yo permanecí quieto en donde estaba, y ahora que lo recuerdo, fui un idiota por no salir corriendo tras ella para consolarla, nunca la había visto llorar, y nunca más la iba a volver a ver.

Nunca creí que a la siguiente semana, iba a ser ella por quien llorara...

Elana literalmente me arrastra hasta la salida del Mazin, mira a todos lados frenéticamente, como si tuviera miedo de que alguien escuchara lo que me quiere decir.

—¿Qué sabes sobre Hayley? ¿Por qué me preguntas esto a mí? —Diablos, ¿Cómo voy a responder esa pregunta? Tampoco puedo decirlo como si nada, tipo: «Ah, es que Hayley me envió un mensaje de texto antier diciéndome que robara unos video-diarios de su casa, y justo en uno de los vídeos habla de ti, y de cómo intentaste matar a un profesor, simple curiosidad, eso es todo», ¡Claro que no!, piensa Nathaniel, piensa maldito bastardo—. Nathaniel, lo que sea que tengas que preguntar —Me arrincona contra la pared poniendo una mano en mi garganta, intentando aplastar mi manzana de Adán, diablos, este va a ser mi fin—. No te conviene preguntar cosas de más, o te va... a... ir... muy... mal —Continúa diciendo, mi respiración se agita al notar la situación en la que estoy, tomo la mano que ella tenía posada en mi cuello y la retiro bruscamente.

—¿Por qué no me conviene?

—Ya te dije que no preguntaras de más —Comenta para después encaminarse hacia el Mazin.

Te escribo desde mi tumbaWhere stories live. Discover now