Capítulo seis: El infierno en vida {Parte dos}

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Empujo la puerta del gimnasio y me encuentro con lo de siempre. Un pasillo, un montón de casilleros y esos malditos...

Camino hacia mi casillero intentando no chocar con nadie, nunca había visto todo pasar tan lento, es cómo en las películas...

Todo pasa en cámara lenta.

Pero no, esta es mi realidad, Ruff está muerta.

La asesinaron. Y en definitiva no quiero que eso le suceda a Ashley.

Abro mi casillero y saco mi libreta, ahí anoto todos mis relatos.

Sí, relatos, me gusta la escritura y en mi tiempo libre escribo cortos relatos, pero en pocas palabras, soy tan patético que no soy capaz de escribir más de seiscientas palabras.

Tomo mi lápiz y decido escribir un par de palabras «Ruff Clayton ASESINADA» sí, en mayúsculas, ¿Cómo probaré que Jason es el asesino de Ruff?

Antes de eso debo probar que la lista existe, ¿Pero cómo?

Miro a una esquina y ahí están ellos. Tal vez Hayley tiene razón, aquí y ahora se está aplicando la ley de la selva... solo que aún no he muerto.

Detesto que ellos pueden hacer todo lo que le pegue en gana a quien ellos quieran —Inclusive golpear personas sin motivo alguno— y que todos tengan que morderse la lengua y permitir que los jodan hasta que ellos se cansen —Y obviamente me incluyo—, que hermosa vida...

Meto la libreta en mi mochila y cierro la cremallera antes de echármela al hombro y cerrar mi casillero de un portazo.

Con algo tengo que desquitar la ira.


Quiero salir corriendo y golpear todo tipo de objetos hasta que me sangren los nudillos, quiero gritar y maldecir todo.

Vuelvo a ver hacia la dirección donde se encontraban Jason y sus gorilas y ya se fueron.

Gracias, Dios...

Camino hacia la máquina expendedora, donde, para mi suerte, todo está solo. Simplemente no quiero hablar ni ver a nadie, quiero estar solo. Ingreso el billete en la apertura y espero a que mi refresco baje.

—¡Estás conmigo en esto! —Escucho gritar a una voz que me causa ganas de vomitar con solo escucharla; Jason.

Al diablo el maldito refresco, eso puede esperar.

Corro al salón del profesor Phillip, y por suerte está vacío me escondo detrás de la puerta.

Hay que entender, este bastardo me propinó una paliza hace cómo dos horas, es más que obvio que no quiero que me vea, y no quiero verlo.

Una chica se recuesta en el marco de la, ¿Cómo sé que es una chica?, fácil, porque hace un momento, y en pocos segundos alcancé a ver unas piernas portadoras de unos leggins, y es más que obvio que un hombre no usaría ese tipo de cosas...

A menos que habláramos de travestis, pero ese ya es otro asunto.

—Lo estoy, pero eso no significa que precisamente yo tenga que hacer este trabajo sucio —Contesta la chica, su voz es suave pero su tono es malicioso.

—Acordamos; Yo la uno, tú la dos y así sucesivamente —Aclara Grey, ya quisiera yo poder matarlo de la misma forma en la que Ruff murió, pero yo no soy un asesino, ni siquiera soy capaz de pelear con alguien.

—Yo no hice ningún acuerdo, lo haré cuándo a mí me dé la gana —Responde la chica bastante relajada, ¿Hablan de lo que yo creo que hablan?

Te escribo desde mi tumbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora