Capítulo diez: Colores fosforescentes en medio de tanto negro, blanco y gris

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—Formen un círculo, chicas —Había ordenado Andrea, tenía un velón en la mano y habían otros en el piso los cuales estaban alineados de forma circular

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—Formen un círculo, chicas —Había ordenado Andrea, tenía un velón en la mano y habían otros en el piso los cuales estaban alineados de forma circular.

—¿Para qué los velones? —Interrogó Hayley para después sentarse de piernas cruzadas al estilo de un indio.

—Los encenderá Jennifer —Ordenó nuevamente la rubia ignorando la pregunta de mi amiga.

Andrea Grey era una de esas chicas guapas que deslumbraba y dejaba babeando a cualquier chico.

Tenía buen cuerpo, su cabello era rubio junto con unos ojos color verde agua que acentuaba bien con su piel algo bronceada, y eso sí, tenía una carita de angelito de la cual nadie sospecharía que haría cosas así de macabras.

—Vale, ya voy —Jennifer tomó un yesquero y empezó a encender una por una las mechas de cada velón.

Ruff sentó a mi lado justo cuando Andrea apagó las luces.

El ambiente parecía sacado de película de misterios. La luz dorada de las velas iluminaba los rostros de cada una de nosotras y en el espacio que había en el centro del círculo que formaban los velones, estaba un extraño símbolo que no reconocí dibujado con tiza roja en el piso.

Tenía un libro en mano y una sonrisa diabólica en los labios. ¿Cómo saber cuándo un lobo está a punto de iniciar su cacería? Fácil, porque empieza a acechar a sus víctimas.

—¿Y eso? —Interrogó Kendall al ver que en la portada del libro había una estrella de las que dibujan en los ritos satánicos.

—Ya, tranquilas, chicas —La rubia nos sonrió al tiempo que abría el libro—, será rápido.

Y fue en ese justo instante en el que empezó a hablar una lengua que yo no reconocí, tenía los ojos cerrados y lo decía todo con suma fuerza de voz que terminaba por dar algo de miedo.

Claro que, como éramos chicas bobas de quince años, en el fondo creíamos que era una broma pesada de su parte.

Hasta que acabó todo.

En ese instante inició el desorden.

—La primera será Ashley —Dijo mientras apagaba cada una de las mechas con los dedos y escondía una mano detrás de la espalda. Y yo de idiota que no pude imaginar lo que ocultaba tras ella.

Todo fue rápido.

Un empujón. Un grito. Un cuchillo.

En el momento en el que menos lo esperé, estaba en el suelo y Andrea se encontraba encima de mí, de no ser porque yo sujetaba su brazo con fuerza... habría clavado el cuchillo en mi ojo izquierdo. Aunque seguía paralizada, estaba aplicando toda la fuerza que tenía para que su brazo no siguiera de largo y el cuchillo terminara enterrado en mí globo ocular.

Te escribo desde mi tumbaWhere stories live. Discover now