La escarcha resplandecía sobre las ramas sin hojas mientras
Estrella de Fuego saltaba por el barranco. Se sentía lleno de energía,
completamente recuperado de su largo viaje de regreso desde el
Clan del Cielo, tres lunas atrás.
Zarzoso y Musaraña iban con él: la patrulla del alba regresaba al
campamento del Clan del Trueno, helados y hambrientos, pero con el
pelaje de una pieza. Las fronteras estaban en paz y la estación sin
hojas pronto daría paso al fresco crecimiento de la hoja nueva.
Estrella de Fuego se abrió paso por el túnel de aulagas y se
volvió a esperar a sus compañeros.
– Será mejor que comáis algo y descanséis- maulló- Quiero que
ambos me acompañéis esta noche a la Asamblea.
– ¡Genial!- El pelaje de Zarzoso se erizó de entusiasmo mientras
que Musaraña se limitó a sacudir las orejas y encaminarse hacia el
montón de carne fresca.
Estrella de Fuego atravesó el claro hacia la maternidad y vio a
Zarpa Acedera, Zarpa Hollina y Zarpa Orvallo peleando junto a la
guarida de los aprendices, entre los helechos. Mientras los
observaba, Espinardo salió de la guarida de los guerreros y llamó a
Zarpa Hollina; mentor y aprendiz desaparecieron por el túnel de
aulagas.
Al acercarse a la maternidad se encontró con Carbonilla, que
salía; Estrella de Fuego trotó hacia ella.
– ¿Va todo bien?- quiso saber.
Los ojos azules de Carbonilla se iluminaron, comprensivos.
– Todo bien, Estrella de Fuego. Solo le he llevado algo de
borraja para ayudarle a tener leche.
Estrella de Fuego soltó un largo suspiro de alivio.
– Aún no me creo lo hermosas que son- confesó.
Carbonilla agitó amablemente su oreja con la cola.
– Adentro entonces, y vuelve a mirarlas.
Estrella de Fuego se abrió paso entre las zarzas hasta maternidad
llena de calor y olor a leche. Tormenta de Arena se encontraba en un
lecho hondo de musgo y helechos; acurrucadas en su estómago había
dos diminutas gatas con los ojos aún cerrados. Una de ellas era
atigrada con el pecho y las patas blancas, y la otra tan rojiza oscura
como el mismo Estrella de Fuego.
Pequeña Candeal, la hija de Centella y Nimbo Blanco, miraba a
las dos crías con casi tanto orgullo como si fuera suyas. Apenas era
lo suficientemente mayor como para ser aprendiza y Estrella de
Fuego sabía lo protectora que se sentía con las nuevas crías.
Centella se incorporó en su lecho y extendió una pata.
– Con cuidado- le advirtió a su cría- No te acerques tanto. No
podrán jugar hasta dentro de un tiempo.
Cuando Estrella de Fuego entró, Tormenta de Arena levantó,
adormilada, la cabeza.
– He pensando en los nombres- murmuró- ¿Qué te parecen
Pequeña Esquirolina y Pequeña Hojarasca?
– Me parecen unos nombres fabulosos- contestó Estrella de
Fuego. La rojiza oscura, Pequeña Esquirolina por su cola espesa,
claro, y la atigrada, Pequeña Hojrasca en recuerdo de Estrella de
Hojas... o quizá también de Jaspeada.
El orgullo fluyó dentro de él al mirara a las pequeñas bolas de
pelo. Tenía tantas esperanzas en ellas: buenas cazas, felicidad, quizá
incluso el liderazgo de su clan. A pesar de haber sido un minino
doméstico, sus hijas eran gatos de clan de cabo a rabo. Su sangre
correría por el Clan del Trueno durante muchas estaciones aún
cuando él ya no caminara por el bosque.
El pensar en sangre y familia devolvió los ecos de la profecía de
Guardián Celestial: Habrá tres, sangre de tu sangre, que contendrán
el poder de las estrellas en sus patas.
¿Serían esos poderosos gatos descendientes de las dos hermosas
hijas de Estrella de Fuego? ¿Era aquella profecía una advertencia de
un gran bien, o de un gran mal? Le recorrió un escalofrío y se
estremeció al pensar en los caminos a los que podría llevar su
sangre.
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La Busqueda de Estrella de Fuego
FantasyPor fin hay paz entre los clanes guerreros y los cuatro prosperan bien. Es entonces cuando Estrella de Fuego, el legendario líder del Clan del Trueno, descubre un secreto impactante: el Clan Estelar, los ancestros guerreros que guían sus huellas, le...