Capítulo 38

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-¡Ya te dije! –Me gritó desde el otro lado de la línea Clarisa.

Asaiah me miró divertido cuando también escucho el alarido de Clarisa enojada.

-Y yo ya te dije que ya compré mis libros. Además no debiste de haber esperado hasta el último momento.

-Nena, nadie compra los libros antes.

-Yo sí.

-Pero tú eres tú.

-No voy a ir al centro contigo. Habrá mucha gente y no encontrarás los libros que necesitas.

-¡Joder! –Gritó. –Te lo pido de buena manera.

-Que no. Si quieres te puedo prestar mis libros para que les saques fotocopias.

-¿Es más barato que comprarlos, no?

-Sí.

-Bien, entonces paso el fin de semana por ellos.

-Bien.

-Entonces le llamaré a Austin para que vaya a buscarme.

-Si claro. Nos vemos después.

Regresé al sofá y me senté al lado de Asaiah. Todavía se veía divertido por mi pequeña discusión con Clarisa.

-Tú amiga está loca. –Dijo divertido.

-Sí, no tengo idea como demonios la soporto.

-Como yo te soporto a ti.

-¿Perdón?

-Eres mujer y eres muy difícil de descifrar.

-Pero si a veces siento que me lees la mente.

-No tienes idea lo difícil que es para mí imaginarme las mil y un cosas que pueden pasar por tu mete.  

-Por fin, algo en lo que no eres bueno. 

-¿En que soy bueno?

-Por favor, no te voy a inflar más el enorme ego que tienes.

Me guiñó el ojo y se corrió por el sofá hasta chocar conmigo de un costado. Me encarceló con sus brazos, dejándome entre su cuerpo y el sillón. Lo miré a los ojos tratando de pretender que esta cercanía no me afecta. Pero lo hace, me afecta y lo necesito.

Se desliza por sobre mí, eliminando los pocos centímetros de diferencia que nos separaban. Sus suaves labios sobre los míos y un meneo de sus caderas que a veces chocaban con las mías. Subí mi mano por su espalda y enredo mis dedos en su cabello.

De nuevo esa sensación de necesidad. Vuelve a poseerme.

De pronto un grito desgarra el silencio. Ambos nos separamos abruptamente y vemos a mi madre parada delante de nosotros, mirándonos con los ojos desorbitados.

Asaiah y yo permanecimos callados sin saber que decir. Siento vergüenza.

-¿Christina? –Me miró indiferente. –No puedo creerlo.

-Ay, mamá. -¿Qué puedo decir?

-Señora. En serio perdón. –Comenzó a decir Asaiah.

-Tú no hables. –Lo frenó.

-Mamá, lo siento, no teníamos idea de que estabas ahí.

-Obvio no. Dios Christina, yo nunca creí que llegaras a ese punto.

-¿Qué punto mamá? No estamos haciendo nada malo.

-Así es, yo nunca la obligaría a hacer algo que ella no quisiera.

BestiaWhere stories live. Discover now