14: ¡Hagrid!

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Me sentí ignorada

—Ya casi llegamos, Ron —dijo Hermione, cuando vimos a lo lejos la cabaña del guardián—. Dentro de un minuto estarás bien. Ya falta poco.

Nos separaban siete metros de la casa de Hagrid cuando se abrió la puerta. Pero no fue Hagrid el que salió por ella, sino Gilderoy Lockhart, que aquel día llevaba una túnica de color malva muy claro. Se  acercó con paso decidido.
—Rápido, aquí detrás —dijo Harry, mientras escondíamos a Ron detrás de un arbusto que había allí. Hermione los siguió, de mala gana.

—¡Es muy sencillo si sabes hacerlo! —decía Lockhart a Hagrid en voz alta—. ¡Si necesitas ayuda, ya sabes dónde estoy! Te dejaré un ejemplar de mi libro. Pero me sorprende que no tengas ya uno. Te firmaré un ejemplar esta noche y te lo enviaré. ¡Bueno, adiós! —Y se fue hacia el castillo a grandes zancadas.

Esperamos a que Lockhart se perdiera de vista y luego saque a Ron del arbusto y lo llevamos hasta la puerta principal de la casa de Hagrid. Toque la puerta a toda prisa.
Hagrid apareció inmediatamente, con aspecto de estar de mal humor, pero se le iluminó la cara cuando vio de quién se trataba.
—Me estaba preguntando cuándo vendríais a verme... Entrad, entrad. Creía que sería el profesor Lockhart que volvía.
Harry y yo introdujimos a Ron en la cabaña, con Hermione detrás, donde había una gran cama en un rincón y una chimenea encendida en el otro extremo. Hagrid no pareció preocuparse mucho por el problema de las babosas de Ron, cuyos detalles explicó Harry apresuradamente mientras lo sentaban en una silla.
—Es preferible que salgan a que entren —dijo ufano, poniéndole delante una palangana grande de cobre—. Vomítalas todas, Ron.
—No creo que se pueda hacer nada salvo esperar a que la cosa acabe — dijo Hermione apurada, contemplando a Ron inclinado sobre la palangana—. Es un hechizo difícil de realizar aun en condiciones óptimas, pero con la varita rota...
Hagrid estaba ocupado preparando un té. Fang, su perro jabalinero, que por cierto era el mejor perro que había visto y me llenaba de baba.
—¿Qué quería Lockhart, Hagrid? —preguntó Harry, mientras yo ponía mi atención en rascarle las orejas a Fang.
—Enseñarme cómo me puedo librar de los duendes del pozo —gruñó Hagrid, quitando de la mesa limpia un gallo a medio pelar y poniendo en su lugar la tetera—. Como si no lo supiera. Y también hablaba sobre una banshee a la que venció. Si en todo eso hay una palabra de cierto, me como la tetera.

Era muy raro que Hagrid criticara a un profesor de Hogwarts, y Harry lo miró sorprendido, y yo sonreí con lo último, Hermione, sin embargo, dijo en voz algo más alta de lo normal:
—Creo que sois injustos. Obviamente, el profesor Dumbledore ha juzgado que era el mejor para el puesto y...
—Era el único para el puesto —repuso Hagrid, ofreciéndoles un plato de caramelos de café con leche, mientras Ron tosía ruidosamente sobre la palangana—. Y quiero decir el único. Es muy difícil encontrar profesores que den Artes Oscuras, porque a nadie le hace mucha gracia. Da la impresión de que la asignatura está maldita. Ningún profesor ha durado mucho. Decidme — preguntó Hagrid, mirando a Ron—, ¿a quién intentaba hechizar?
—Malfoy le llamó algo a Hermione —respondió Harry—. Tiene que haber sido algo muy fuerte, porque todos se pusieron furiosos.
—Fue muy fuerte —dijo Ron con voz ronca, incorporándose sobre la mesa, con el rostro pálido y sudoroso, luego se inclinó de nuevo y le dio otra oleada de vomito de babosas
—Malfoy la llamó «sangre sucia» —dije viendo con asco a Ron. Hagrid parecía indignado.
—¡No! —bramó volviéndose a Hermione.
—Sí —dijo ella—. Pero yo no sé qué significa. Claro que podría decir que fue muy grosero...
—Es lo más insultante que se le podría ocurrir —dijo Ron, volviendo a incorporarse—. Sangre sucia es un nombre realmente repugnante con el que llaman a los hijos de muggles, ya sabes, de padres que no son magos. Hay algunos magos, como la familia de Malfoy, que creen que son mejores que nadie porque tienen lo que ellos llaman sangre limpia. —Soltó un leve eructo, y una babosa solitaria le cayó en la palma de la mano.
—Desde luego, el resto de nosotros sabe que eso no tiene ninguna importancia. Mira a Neville ... es de "sangre limpia" y apenas es capaz de sujetar el caldero correctamente.—dije.
—Y no han inventado un conjuro que nuestra Hermione no sea capaz de realizar dijo Hagrid con orgullo, haciendo que Hermione se pusiera colorada.
—Es un insulto muy desagradable de oír —dijo Ron, secándose el sudor de la frente con la mano—. Es como decir «sangre podrida» o «sangre vulgar». Son idiotas. Además, la mayor parte de los magos de hoy día tienen sangre mezclada. Si no nos hubiéramos casado con muggles, nos habríamos extinguido.
A Ron le dieron arcadas y volvió a inclinarse sobre la palangana.
—Bueno, no te culpo por intentar hacerle un hechizo, Ron —dijo Hagrid con una voz fuerte que ahogaba los golpes de las babosas al caer en la palangana—. Pero quizás haya sido una suerte que tu varita mágica fallara. Si hubieras conseguido hechizarle, Lucius Malfoy se habría presentado en la escuela. Así no tendrás ese problema.

Si fuera yo hubiera preferido un millón de veces la furia de Lucius Malfoy que las arcadas y las olas Benito de babosas de Ron.
—Harry —dijo Hagrid de repente, como acometido por un pensamiento repentino—, tengo que ajustar cuentas contigo. Me han dicho que has estado repartiendo fotos firmadas. ¿Por qué no me has dado una?
Mi carcajada debió haberse pido desde el castillo, mis muelas que estaban peloteadas a causa del dulce de leche se separaron y Harry me miró irritado.
—No he estado repartiendo fotos —dijo enfadado—. Si Lockhart aún va diciendo eso por ahí...
Pero entonces vio que Hagrid se reía.
—Sólo bromeaba —explicó, dándole a Harry unas palmadas amistosas en la espalda, que lo arrojaron contra la mesa—. Sé que no es verdad. Le dije a Lockhart que no te hacía falta, que sin proponértelo eras más famoso que él.
—Apuesto a que no le hizo ninguna gracia —dijo Harry, levantándose y frotándose la barbilla.
—Supongo que no —admitió Hagrid, parpadeando—. Luego le dije que no había leído nunca ninguno de sus libros, y se marchó. ¿Un caramelo de café con leche, Ron? —añadió, cuando Ron volvió a incorporarse.
—No, gracias —dijo Ron con debilidad—. Es mejor no correr riesgos.
—Venid a ver lo que he estado cultivando —dijo Hagrid.
En la pequeña huerta situada detrás de la casa de Hagrid había una docena de las calabazas tan grandes como las que teníamos en el invernadero con mi abuelo Newt. Más bien parecían grandes rocas.
—Van bien, ¿verdad? —dijo Hagrid, contento—. Son para la fiesta de Halloween. Deberán haber crecido lo bastante para ese día.
—¿Qué les has echado? —pregunté fascinada, mi abuelo había usado un par de hechizos y unas especies.
Hagrid miró hacia atrás para comprobar que estaban solos.
—Bueno, les he echado... ya sabes... un poco de ayuda.
Me di la vuelta para ver un paraguas rosa estampado apoyado contra la pared trasera de la cabaña. No entendí la mirada que agarre le dio a Hagrid
—¿Un hechizo fertilizante, tal vez? —preguntó Hermione, entre la desaprobación y el regocijo
—Bueno, has hecho un excelente trabajo.—le dije.
—Eso es lo que dijo tu hermana pequeña —observó Hagrid, dirigiéndose a Ron—. Ayer la encontré. —Hagrid miró a Harry de soslayo y vio que le temblaba la barbilla—. Dijo que estaba contemplando el campo, pero me da la impresión de que esperaba encontrarse a alguien más en mi casa.
—Guiñó un ojo a Harry—. Si quieres mi opinión, creo que ella no rechazaría una foto fir...
—¡Cállate! —dijo Harry. A Ron y a mi nos dio la risa pero la diferencia fue que él llenó la tierra de babosas.
—¡Cuidado! —gritó Hagrid, apartando a Ron de sus queridas calabazas.

Laila Scamander y El Heredero de SlytherinWhere stories live. Discover now