31: Ryddle y San Valentín

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Ahora actualizo rápido para en dos meses empezar el prisionero de Azkaban!!!
Así que supongo que esto lo considerarían un maratón...?

Hermione salió de la enfermería, sin bigotes, sin cola y sin pelaje, a comienzos de febrero. La primera noche que pasó en la torre de Gryffindor, Harry le enseñó el diario de T.M. Ryddle y le contó la manera en que lo habíamos encontrado.
—¡Aaah, podría tener poderes ocultos! —dijo con entusiasmo Hermione, cogiendo el diario y mirándolo de cerca.
—Si los tiene, los oculta muy bien —repuso Ron—. A lo mejor es tímido. No sé por qué lo guardas, Harry
—Debe tener un secreto, nadie tira algo así a propósito.
—¿Tu no lo tirarías?
—No confundas mi afán de tirar cosas con un misterio como este, Ronald—dije con misterio.
—Lo que me gustaría saber es por qué alguien intentó tirarlo —dijo Harry— . Y también me gustaría saber cómo consiguió Ryddle el Premio por Servicios Especiales.
—Por cualquier cosa —dijo Ron—. A lo mejor acumuló treinta matrículas de honor en Brujería o salvó a un profesor de los tentáculos de un calamar gigante. Quizás asesinó a Myrtle, y todo el mundo lo consideró un gran servicio...
—¡Hey! hay que tenerle respeto a los muertos–le regañe.
—Hace semanas le dijiste que estaba muerta y seguía llena de granos, Elizabeth—dijo usando mi segundo nombre, gracias a Merlín no mi horrendo tercer nombre.
Pero Harry estaba seguro, por la cara de interés que ponía Hermione, de que ella estaba pensando lo mismo que él.
—¿Qué pasa? —preguntó Ron, mirando a Harry y Hermione que tenían una cara de interés, inmediatamente los vi confundida también.
—Bueno, la Cámara de los Secretos se abrió hace cincuenta años, ¿no? —explicó Harry—. Al menos, eso nos dijo Malfoy.
—Sí... —admitió Ron.
—Y este diario tiene cincuenta años —dijo Hermione, golpeándolo, emocionada, con el dedo.
—Oh...—dije entendiéndolo todo.
—¿Y?
—Venga, Ron, despierta ya —dijo Hermione bruscamente—. Sabemos que la persona que abrió la cámara la última vez fue expulsada hace cincuenta años. Sabemos que a T.M. Ryddle le dieron un premio hace cincuenta años por Servicios Especiales al Colegio. Bueno, ¿y si a Ryddle le dieron el premio por atrapar al heredero de Slytherin? En su diario seguramente estará todo explicado: dónde está la cámara, cómo se abre y qué clase de criatura vive en ella. La persona que haya cometido las agresiones en esta ocasión no querría que el diario anduviera por ahí, ¿no?
—Es una teoría brillante, Hermione —dijo Ron—, pero tiene un pequeño defecto: que no hay nada escrito en el diario.
Pero Hermione sacó su varita mágica de la bolsa. —¡Podría ser tinta invisible!—susurró.
Y dio tres golpecitos al cuaderno, diciendo: —¡Aparecium!
Pero no ocurrió nada. Impertérrita, volvió a meter la mano en la bolsa y sacó lo que parecía una goma de borrar de color rojo.
—Es un revelador, lo compré en el callejón Diagon —dijo ella.
Frotó con fuerza donde ponía «1 de enero». Siguió sin pasar nada.
—Ya te lo decía yo; no hay nada que encontrar aquí —dijo Ron—. Simplemente, a Ryddle le regalaron un diario por Navidad, pero no se molestó en rellenarlo.
—No creo que funcione, si Ryddle era un estudiante brillante habrá hecho mucho más que un simple hechizo para que no descubran sus pensamientos íntimos—dije.

🐍

Sin embargo, Harry estaba determinado a averiguar algo más sobre Ryddle, así que al día siguiente, en el recreo, nos dirigimos a la sala de trofeos para examinar el premio especial de Ryddle,con una Hermione rebosante de interés y un Ron muy reticente, que nos decía que había visto el premio lo suficiente para recordarlo toda la vida.
La placa de oro bruñido de Ryddle estaba guardada en un armario esquinero. No decía nada de por qué se lo habían concedido.
—Menos mal —dijo Ron—, porque si lo dijera, la placa sería más grande, y en el día de hoy aún no habría acabado de sacarle brillo.
Sin embargo, encontramos el nombre de Ryddle en una vieja Medalla al Mérito Mágico y en una lista de antiguos alumnos que habían recibido el Premio Anual.
—Me recuerda a Percy —dijo Ron, arrugando con disgusto la nariz—: prefecto, Premio Anual..., supongo que sería el primero de la clase.
—Lo dices como si fuera algo vergonzoso —señaló Hermione, algo herida.
El sol había vuelto a brillar débilmente sobre Hogwarts. Dentro del castillo, la gente parecía más optimista. No había vuelto a haber ataques después del cometido contra Justin y Nick Casi Decapitado, y a la señora Pomfrey le encantó anunciar que las mandrágoras se estaban volviendo taciturnas y reservadas, lo que quería decir que rápidamente dejarían atrás la infancia. Una tarde, Harry oyó que la señora Pomfrey decía a Filch am ablemente:
—Cuando se les haya ido el acné, estarán listas para volver a ser trasplantadas. Y entonces, las cortaremos y las coceremos inmediatamente. Dentro de poco tendrá a la Señora Norris con usted otra vez.
Tal vez el heredero de Slytherin se había acobardado. Cada vez debía de resultar más arriesgado abrir la Cámara de los Secretos, con el colegio tan alerta y todo el mundo tan receloso. Tal vez el monstruo, fuera lo que fuera, se disponía a hibernar durante otros cincuenta años. Nota: Descubrir que diablos es ese monstruo.
Ernie Macmillan, de Hufflepuff, no era tan optimista. Seguía convencido de que Harry y yo eramos los culpable y que nos habíamos delatado en el club de duelo. Peeves no era precisamente una ayuda, pues iba por los abarrotados corredores
saltando y cantando: «¡Oh, Potter, eres un zote, estás podrido...!», pero ahora además interpretando un baile al ritmo de la canción.
Gilderoy Lockhart estaba convencido de que era él quien había puesto freno a los ataques. Rodé los ojos mientras oía exponerlo así ante la profesora McGonagall mientras los de Gryffindor marchaban en hilera hacia la clase de Transfiguración.
—No creo que volvamos a tener problemas, Minerva —dijo, guiñando un ojo y dándose golpecitos en la nariz con el dedo, con aire de experto—. Creo que esta vez la cámara ha quedado bien cerrada. Los culpables se han dado cuenta de que en cualquier momento yo podía pillarlos y han sido lo bastante sensatos para detenerse ahora, antes de que cayera sobre ellos... Lo que ahora necesita el colegio es una inyección de moral, ¡para barrer los recuerdos del trimestre anterior! No te digo nada más, pero creo que sé qué es exactamente lo que...
De nuevo se tocó la nariz en prueba de su buen olfato y se alejó con paso decidido.
La idea que tenía Lockhart de una inyección de moral se hizo patente durante el desayuno del día 14 de febrero. Harry no había dormido mucho a causa del entrenamiento de quidditch de la noche anterior y yo tampoco, quiero mucho a Harry, de verdad que si, es mi mejor amigo, pero si me perdía el desayuno en la mañana no volvía a acompañarlo a sus entrenamientos si era muy tarde.
Llegamos al Gran Comedor corriendo, algo retrasados. Por un pequeño momento, de no ser por los grandes mesas, pensé que había entrado a una aula encantada.
Las paredes estaban cubiertas de flores grandes de un rosa chillón. Y, aún peor, del techo de color azul pálido caían confetis en forma de corazones, estaba tan boquiabierta que casi me atraganté con un estupido confeti.
Fuimos a la mesa de Gryffindor, en la que estaban Ron, con aire asqueado, y Hermione, que se reía tontamente.
—¿Qué ocurre? —les preguntó Harry, sentándose y quitándose de encima el confeti, luego me revolvió el pelo que tenía mucho más confeti que el suyo, ya que había pasado por una cascada de corazones.
Ron, que parecía estar demasiado enojado para hablar, señaló la mesa de los profesores. Lockhart, que llevaba una túnica de un vivo color rosa que combinaba con la decoración, reclamaba silencio con las manos. Los profesores que tenía a ambos lados lo miraban estupefactos. Desde mi asiento, pude ver a la profesora McGonagall con un tic en la mejilla. Snape tenía el mismo aspecto que si se hubiera bebido un gran vaso de crecehuesos .
—¡Feliz día de San Valentín! —gritó Lockhart—. ¡Y quiero también dar las gracias a las cuarenta y seis personas que me han enviado tarjetas! Sí, me he tomado la libertad de preparar esta pequeña sorpresa para todos vosotros... ¡y no acaba aquí la cosa!
Lockhart dio una palmada, y por la puerta del vestíbulo entraron una docena de enanos de aspecto hosco. Pero no enanos así, tal cual; Lockbart les había puesto alas doradas y además llevaban arpas.
—Oh pobres...—comencé a decir.
—¡Mis amorosos cupidos portadores de tarjetas! —sonrió Lockhart—. ¡Durante todo el día de hoy recorrerán el colegio ofreciéndoos felicitaciones de San Valentín! ¡Y la diversión no acaba aquí! Estoy seguro de que mis colegas querrán compartir el espíritu de este día. ¿Por qué no pedís al profesor Snape que os enseñe a preparar un filtro amoroso? ¡Aunque el profesor Flitwick, el muy pícaro, sabe más sobre encantamientos de ese tipo que ningún otro mago que haya conocido!
El profesor Flitwick se tapó la cara con las manos. Snape parecía dispuesto a envenenar a la primera persona que se atreviera a pedirle un filtro amoroso.
—Por favor, Hermione, dime que no has sido una de las cuarenta y seis — le dijo Ron, cuando abandonábamos el Gran Comedor para acudir a la primera clase. Pero a Hermione de repente le entró la urgencia de buscar el horario en la bolsa, y no respondió.
Los enanos se pasaron el día interrumpiendo las clases para repartir tarjetas, ante la irritación de los profesores, y al final de la tarde, cuando los de Gryffindor subíamos hacia el aula de Encantamientos, uno de ellos comenzó a seguir a Harry y a mi.
—¡Eh, tú! ¡Harry Potter! —gritó un enano de aspecto particularmente malhumorado, abriéndose camino a codazos para llegar a donde estaba Harry.
Ruborizándose al pensar que le iba a ofrecer una felicitación de San Valentín delante de una fila de alumnos de primero, entre los cuales estaba Ginny Weasley, Harry intentó escabullirse, me tomó del brazo para que lo cubriera . El enano, sin embargo, se abrió camino a base de patadas en las espinillas y nos alcanzó antes de que diera dos pasos.
—Tengo un mensaje musical para entregar a Harry Potter en persona — dijo, rasgando el arpa de manera pavorosa.
—¡Aquí no! —dijo Harry enfadado, tratando de escapar.
—¡Correr, correr!—exclamé tomando a Harry por el cuello de la túnica.
—¡Párate! —gruñó el enano, aferrando a Harry por la bolsa para detenerlo.
—¡Suéltame! —gritó Harry, tirando fuerte.
—¡No!
—¡Suélta a mi Potter! ¡Consíguete el tuyo!—le grite tirando a Harry
Tanto tiramos que la bolsa se partió en dos. Los libros, la varita mágica, el pergamino y la pluma se desparramaron por el suelo, y la botellita de tinta se rompió encima de todas las demás cosas.
Harry intentó recogerlo todo antes de que el enano comenzara a cantar ocasionando un atasco en el corredor, inmediatamente me arrodille a ayudarlo después tendría tiempo para
reírme de él.
—¿Qué pasa ahí? —Era la voz fría de Draco Malfoy, que hablaba arrastrando las palabras.
Ay Merlín.
Verlo después de lo que había dicho era simplemente incómodo. Harry intentó febrilmente meterlo todo en la bolsa rota, desesperado por alejarse antes de que Malfoy pudiera oír su felicitación musical de San Valentín.
—¿Por qué toda esta conmoción? —dijo otra voz familiar, la de Percy Weasley, que se acercaba. Lo que faltaba,
A la desesperada, Harry intentó escapar corriendo, pero el enano se le echó a las rodillas y lo derribó.
—Bien —dijo, sentándose sobre los tobillos de Harry—, ésta es tu canción de San Valentín:
Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche
y el pelo negro como una pizarra cuando anochece.
Quisiera que fuera mío, porque es glorioso,
el héroe que venció al Señor Tenebroso.

Inmediatamente le hice un gesto para que se riera. Intentando reírse con todos los demás, se levantó, mientras Percy Weasley hacía lo que podía para dispersar al montón de chavales, algunos de los cuales estaban llorando de risa.
—¡Fuera de aquí, fuera! La campana ha sonado hace cinco minutos, a clase todos ahora mismo —decía, empujando a algunos de los más pequeños—. Tú también, Malfoy.
Harry vio que Malfoy se agachaba y cogía algo, y con una mirada burlona se lo enseñaba a Crabbe y Goyle. De inmediato comprendí que lo que había recogido era el diario de Ryddle.
—¡Devuélveme eso! —le dijo Harry en voz baja.
—¿Qué habrá escrito aquí Potter? —dijo Malfoy, que obviamente no había visto la fecha en la cubierta y pensaba que era el diario del propio Harry. Los espectadores se quedaron en silencio. Ginny miraba alternativamente a Harry y al diario, aterrorizada.
—Devuélvelo, Malfoy —dijo Percy con severidad.
—Cuando le haya echado un vistazo —dijo Malfoy, burlándose de Harry.
Percy dijo:
—Como prefecto del colegio...
Pero Harry estaba fuera de sus casillas. Sacó su varita mágica y gritó:
—¡Expelliarmus!
Y tal como Snape había desarmado a Lockhart, así Malfoy vio que el diario se le escapaba a Malfoy de las manos y salía volando. Ron, sonriendo, lo atrapó.
—¡Harry! —dijo Percy en voz alta—. No se puede hacer magia en los pasillos. ¡Tendré que informar de esto!
Pero Harry no se preocupó. Le había ganado una a Malfoy, y eso bien valía cinco puntos de Gryffindor. Malfoy estaba furioso, y cuando Ginny pasó por su lado para entrar en el aula, le gritó despechado:
—¡Me parece que a Potter no le gustó mucho tu felicitación de San Valentín!
Ginny se tapó la cara con las manos y entró en clase corriendo. Dando un gruñido, Ron sacó también su varita mágica, pero se la quite de un tirón. Ron no tenía necesidad de pasarse la clase de Encantamientos vomitando babosas.
—¡No ha sido Ginny!—dije ahorrándole la vergüenza a la menor de las Weasley.
Todo el mundo me vio confundido.
¿Que?—preguntó Ron.
—¿Estas diciendo que tú? ¿Tu escribiste eso a Potter?
Genial, ahora todos crearían que me gustaba Harry, pero no podía dejar que molestaran a Ginny.
—Fue una broma—mentí, era típico mío las bromas; la mentira era buena, lo bueno fue que Harry y Ron entendieron que era todo mentira —. Lo siento que se te hayan caído las cosas,Harry.
—Está bien.

Mi fanfic de Marvel me está succionando el alma!!Pero en una buena manera (?)
Comenten! 💚💖

Laila Scamander y El Heredero de SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora