Trampolines y Toboganes

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-¿Tú estás seguro de que esto va a salir bien?

-Pues claro que sí. Sólo tenéis que limitaros a seguir el plan y no habrá problema.

No habrá problema era una frase que no se debería aplicar ni usar en ningún contexto si se refería a ellos, a no ser que la frase fuera "no habrá ningún problema para causar un desastre si las amigas están cerca". Eso era algo que sabían perfectamente, incluso Raoul, el capitán, era plenamente consciente, aunque siempre intentaba auto convencerse de que en esa ocasión el plan iba a salir a la perfección, aun a riesgo de llevarse una decepción más en su vida.

-Sigo pensando que es una mala idea. Una muy mala idea –no dejaba de repetir Nerea, quien no parecía sentirse muy a gusto con el vestido que le había tocado ponerse.

Había sido Mireya la que, en un arrebato, había salido del barco y se había dirigido hacia una tienda cualquiera, con la promesa de volver con ropa que pudiera ser lo bastante decente como para que los dejaran entrar al baile que habían marcado como perfecto para robar. Cuando regresó –cargada con más tacones de los que se podría llegar a poner en toda su vida, eso sí- los otros la miraron como si pensaran que estaba loca y se habían negado a ponerse esos ropajes, pues les parecía que la ropa que usaba la aristocracia era horripilante. Sin embargo, después de que Mireya hablara un momento con Miriam, esta había hecho gala de sus sutiles dones de persuasión para que dejaran de protestar y se colocaran la ropa que, amablemente, Mireya había conseguido para ellos.

El único lo bastante despistado como para preguntar si los había comprado fue Alfred. El moreno la había mirado sonriendo y se había tragado cada palabra que había salido por la boca de la virgen del taconazo, que era como se la conocía en el mundillo pirata, aunque muchos discrepaban con la primera parte del nombre. Claro que, ninguno se atrevería a decir nada, habían visto como la chica era capaz de castrar a un hombre usando unas manoletinas –eso pasó un mal día en el que la pobre Mireya no llevaba tacones. Todavía no se perdonaba ese fallo- y no querían averiguar qué era lo que podía hacer con tacones.

A pesar de haber protestado sin cesar, ahora mismo estaban prácticamente delante de la casa en la que se celebraba la fiesta, una que seguramente pertenecía a un artista a juzgar por lo que decían aquellos que pasaban por su lado. Las amigas estaban concentradas mientras que Alfred... Bueno, Alfred estaba siendo Alfred. Miraba sonriente de un lado a otro y saludaba a todo el mundo como si fuera un niño pequeño. Mireya le dio una colleja para que prestara atención porque Raoul iba a hablar. Lo más probable era que fuese a repetir el plan que llevaba recitando desde primera hora esa mañana, pero claro, a ver como conseguían decirle que ya se lo habían aprendido de memoria y que no necesitaban que lo volviera a contar, sin ofenderle.

-Bien, vamos a repasar una vez más.

-No necesitamos repetirlo –soltó un quejido Agoney al ver que Miriam no iba a hacer otra cosa que rodar los ojos ante las palabras de su capitán- Nos lo sabemos.

-Bueno, me gustaría que lo repasáramos porque siempre acaban ocurriendo errores. Como por ejemplo que alguien se quede comiendo plátanos y se olvide de que tenía que abrir la ventana de la planta baja para que los demás saliéramos tranquilamente –la cara de Raoul enrojecía por momentos al recordar ese pequeño incidente.

-Ya te dije que fue un fallo momentáneo.

-¡Un fallo que nos costó quedarnos sin aquel collar! ¡Habríamos podido estar como mínimo un mes sin tener que movernos del barco!

-Ellaaaa dramática.

-Hijo, que memoria tan buena tienes.

-En defensa de Ago diré que...

Con las manos vacías por culpa de AlfredWhere stories live. Discover now