Retomando el viaje

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No tenía ni la más remota idea de la hora que era y tampoco le importaba en exceso, estaba demasiado a gusto como para preocuparse por algo así de banal. Su cabeza estaba apoyada sobre Ambrossi, cuya respiración se mantenía estable e indicaba que continuaba durmiendo plácidamente, y tenía una pequeña manta con dibujos de un ratón cubriéndole (cortesía de Agoney, que se había asomado por la ventana y se la había lanzado).

Lo cierto era que la situación era perfecta para seguir durmiendo y que nada le molestase pero, había un pequeño detalle que no conseguía apartar de su cabeza y lo mantenía despierto y era que estaba escuchando ruidos todo el tiempo.

Obviamente no era ruidos normales, no le molestaban los ruidos de animales o del viento, no después de haber navegado por el mar tanto tiempo, era algo más...humano. Y concretamente eran ruidos de humano pasional.

Lo peor era que no podía distinguir de donde venía, así que la opción de gritarles que se callaran y lo dejaran descansar en paz estaba totalmente descartada. No podía dar un grito así como así, despertaría a mucha gente –Mireya y Miriam por ejemplo- y prefería que no lo amenazaran con la muerte antes de la salida del sol.

Volvió a dar una vuelta sobre sí mismo y escuchó a Ambrossi soltar un quejido pero continuar con su sueño como si nada. Le parecía increíble que pudiese dormir con todos esos gemidos de fondo. Es más, le parecía increíble que él fuera el único escuchando eso. Alguien más tenía que escucharlo ¿no? Era imposible que no se oyera desde dentro de la taberna. No entendía nada.

Al final, a pesar de que le costó un buen rato de estar dando vueltas sobre sí mismo y de tratar de pensar en cosas que le apartaran esos sonidos de su cabeza, como por ejemplo ¿Por qué tenían las luciérnagas una luz en el culo si los ojos los tenían delante? ¿Cómo se guían? ¿Siguen las luces? Pudo dormirse. Es más, ese fue el último pensamiento que tuvo antes de, por fin, quedarse completamente dormido.

Sin embargo no duró mucho, en cuanto el sol empezó a salir, oyó un golpe y, al girarse para ver, pudo distinguir una figura cayendo al suelo –presumiblemente después de haber saltado por una ventana- y corriendo hacia dentro de la taberna sin mirar atrás. Por desgracia no había podido ver quien era, si lo hubiese hecho tendría la persona a la que culpar por su noche tan poco tranquila.

Volvió a cerrar los ojos y, ahora sí, no se levantó hasta que Nerea fue a decirle que todos estaban ya en la mesa y que lo esperaban. Se puso de pie y dejó a Ambrossi allí tranquilamente, todavía durmiendo, antes de seguir a la rubia hacia dentro.

-¡Buenos días! –el entusiasmo de Ricky era contagioso, así que Alfred rápidamente se olvidó de su noche tan tormentosa y tomó asiento para empezar a comer.

Mientras desayunaban, Raoul se dedicaba a explicar que ruta era la que iban a seguir, una muy poco transitada y que seguramente haría que tardasen más tiempo en llegar a su destino pero, como eran los únicos que tenían el mapa, no tenían especial prisa.

Todos confiaban en que, tras el encuentro fortuito con la armada, no iban a tener más problemas, pero preferían evitar riesgos innecesarios. Además, tampoco necesitaban encontrar la isla tan urgentemente.

-Por mí volvamos al barco en cuanto queráis –dijo Mimi- después de lo bien que he dormido hoy tengo energía de sobra.

Fue esa frase la que llamó la atención de Alfred. Alzó la cabeza y de repente miró a Mimi fijamente.

-¿Has podido dormir bien? –preguntó curioso.

-Bueno –se encogió ella de hombros sin dejar de comer- Ricky ronca un poco, pero no es nada a lo que no esté acostumbrada, así que, sí, he dormido bien.

Con las manos vacías por culpa de AlfredWhere stories live. Discover now