Once personas habían sido capaces de entrar en la habitación de Manolo y estar en silencio unos instantes. Al principio pensaron que les iba a pillar porque iría directo a su cuarto pero, al no oír ruido de pisadas por la escalera, dejaron escapar un suspiro colectivo. De momento estaban a salvo.
-¡¿Qué hacemos?!
-Cálmate, Raoul.
-¡No puedo calmarme! ¡Nos va a matar cuando nos pille! Seguro que nos cuelga del mástil y nos usa como piñatas cuando se aburra.
Detrás del rubio todos rodaron los ojos al escuchar su típica dramatización. Era obvio que como Manolo les encontrara allí no les iba a pasar nada bueno, pero a veces el capitán era demasiado imaginativo. Lo que les preocupaba un poco, porque quien sabía lo que sería capaz de hacer si llegaba a aplicar él los castigos.
-Lo que yo me pregunto –interrumpió Aitana- es qué hacemos nosotras aquí. ¿Por qué nos hemos escondido?
-Porque como Manolo se entere de que ha sido Amaia quien les ha llevado hasta su cuarto también nos va a matar a nosotras –susurró Ana, con la oreja pegada a la puerta para intentar oír si el Cabo subía o no.
-Entonces... nos tenemos que ayudar mutuamente –dijo Nerea- O eso o vamos juntos a la horca.
La cara de resignación de Ana se veía a kilómetros, pero la de Amaia era pura emoción.
-¡Que guay!
Mientras intentaban organizar una maniobra de estrategia lo suficientemente útil como para que nadie sospechara nada, Miriam se había puesto la ropa de trabajo y estaba buscando eso que habían ido a conseguir: el pequeño baúl de Manolo. Empezó registrando el armario de arriba abajo, pero ahí no había absolutamente nada, así que cerró cuidadosamente y pasó a las mesitas que había al lado de la cama.
-Hola.
Por suerte estaba entrenada para controlar sus emociones y pudo disimular el enorme susto que le había dado Amaia al aparecer por detrás de ella.
-Hola Amaia.
-¿Qué haces?
-Buscar una cosa.
-¿Quieres que te ayude?
-Bueno –se encogió de hombros- como veas.
-Vale. ¿Qué he de buscar?
-Eh... un baúl pequeño que Manolo tendría que tener escondido por...
-¡Ah! ¡Sí, sé dónde está! Mira –se acercó a una tablilla que había debajo de la cama y la apartó a un lado. Estuvo tanteando un momento con algo de ahí dentro y de repente escuchó un 'clac'. Miriam se giró ante las indicaciones de la castaña y vio como un trozo de pared desaparecía y un pequeño cofre se presentaba ante sus ojos. El resto seguía muy ocupado discutiendo estrategias, así que no prestaron atención.
-Joder, Amaia, podría besarte ahora mismo.
-Ojalá –suspiró ella.
-¿Cómo sabías donde estaba?
-A veces me gusta entrar en las habitaciones de los demás y registrarlas.
La de pelo rizado la miró con la boca abierta.
-Eres la clase de persona que necesito en mi vida.
Con el baúl ya bajo el brazo, las dos chicas se acercaron a los demás para intentar enterarse de qué estaban hablando.
YOU ARE READING
Con las manos vacías por culpa de Alfred
FantasyLa tripulación de Cafetería Salva tiene un claro objetivo: hacerse con el tesoro que el Cabo Mayor, Manolo, escondió hace diez años. Por supuesto, da igual cuantos planes hagan, las amigas no son capaces de conseguir hacer las cosas bien a la primer...