Con las manos vacías por culpa de Alfred

Premoniciones

La joven corría sin mirar atrás, le daba igual la gente a la que pasaba y que lanzaba exclamaciones enfurecidas al verla correr y chocar contra ellos. No estaba prestando atención a nada que no fuera esas figuras que se veían en la plaza.

Agarrada a su mano iba su hermana pequeña y detrás de las dos Amaia, quien también avanzaba sin parase a mirar si atropellaba a alguien o no.

Trataban de acercarse, pero casi parecía que estaban corriendo hacia atrás y que no fueran a alcanzarles nunca. La gente estaba congregada alrededor y hablaba con emoción sobre las ejecuciones múltiples que iban a tener lugar, haciendo que la ansiedad y los nervios de las tres chicas aumentaran. La niebla parecía cubrir más allá del pelotón de personas, pero Ana podía ver perfectamente como todo estaba preparado. Había un hombre vestido totalmente de negro, que combinaba perfectamente con el color del cielo en ese instante, y, lo peor de todo, con una sonrisa que se podía ver perfectamente desde allá donde estaban.

Parecía impensable que fueran a llegar a ese punto, ninguna de las tres lo hubiera imaginado y todavía menos al darse cuenta delo injusto que era que sucediera.

Aceleró el paso como si así fuera a ser capaz de subir a esa tarima antes de que todo empezara y así evitar lo que iba a pasar, pero era demasiado tarde, cuando ya casi estaba junto a las escaleras para subir, todo a su alrededor comenzó a desaparecer a pesar de sus gritos. Incluidas aquellas personas que la habían ayudado tanto desde hacía meses.

La joven mantuvo su mirada en el horizonte, casi sin poder creer lo que acababa de pasar ante sus ojos. De pronto todo se hizo negro, la gente que había en el lugar desapareció poco a poco, y la plaza parecía estar cambiando de forma sin que ella se moviera siquiera.

Parpadeó un momento y lo siguiente que vio fue como una melena rubia pasaba por delante de ella a toda prisa antes de pararse en seco y girarse. Mimi la estaba mirando sin saber bien que hacer y Ana estaba entre confusa, asustada y tranquila a la vez. Era un coctel explosivo de emociones, por lo que cuando la otra dio un paso adelante dudando si acercarse a ella o no, fue la morena quien tomó la iniciativa y avanzó hacia ella. Alargó el brazo y enganchó la camisa de la rubia para acercarla y poder besarla.

-Intenta no morir hoy o me enfadaré.

Una vez más la escena se volvió humo y Ana parpadeó intentando enfocar el lugar en el que estaba.

Cuando se quiso dar cuenta estaba a bordo de un barco. Mirara donde mirara solo veía marineros gritando y blandiendo las espadas ante soldados que se lanzaban sobre ellos. Vio que el barco se le hacía familiar, aunque no podía acabar de identificarlo, igual que le pasaba con el otro que había pegado a ese. Se apartó del medio de la pelea y empezó a mirar a su alrededor, buscando a alguien que le pudiera explicar que pasaba, pero solo vio a Mireya en la lejanía luchando con soltura con un hombre mucho más grande que ella.

En ese momento el mar se abrió, y Ana vio sorprendida y horrorizada como una criatura saltaba por encima de los dos barcos. El monstruo parecía una ballena por su gran tamaño, pero los dos tentáculos que salían de ambos lados de su cabeza hacían cambiar de idea. Su boca era enorme, sin duda alguna podría tragarse un barco sin siquiera pararse a morderlo una sola vez, pero quizá lo peor era esa cola con la que estaba golpeando a los marineros que estaban asomados para ver qué era ese animal que acababa de salir de las profundidades del mar.

El pez decidió centrarse en el barco de los soldados y un grito desgarrador salió de la propia Ana, quien no podía creer que ese sonido hubiera salido de ella. Se acercó todo lo que pudo a la borda y miró con ansiedad hacia el otro barco que parecía a punto de explotar. Estaba rodeado de llamas y el pez no hacía otra cosa que darle golpes como si intentara tirarlo, pero eso no era lo que preocupaba a la joven. Tenía que saber si las personas que faltaban seguían dentro de ese barco que se estaba hundiendo o sí...