Arrancamos

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-¡Arriba todo el mundo! ¡Moved el culo y poneos a trabajar que aquí no estamos para relajarnos!

No, despertarse con semejante grito no era lo más agradable, por eso precisamente Aitana se dio la vuelta y se cubrió de nuevo con la sábana.

Lo cierto era que la noche anterior Mireya les había avisado de lo incómodo y duro que era viajar en un barco pirata, algo que, por otra parte, tampoco le vino de nuevas a la del flequillo, ya que suponía que no iba a ser una travesía de lujo. Pero que Raoul pasara corriendo por delante de sus camarotes gritando a viva voz, no era plato de buen gusto.

Podía oír las quejas de los demás, las de Ricky y Mimi por encima del resto, porque esos dos no eran precisamente discretos, y eso no hacía más que disminuir sus ganas de levantarse de su cómoda cama (de verdad, quien iba a decir que pudiera ser así de cómoda) y seguirles.

-Aitana, si no te levantas ahora, Alfred vendrá con su acordeón a cantar hasta que te despiertes y, hazme caso, no quieres tener que soportar eso –la castaña abrió los ojos y miró hacia la puerta, donde la figura de Nerea se podía ver- Miriam siempre dice que le va a tirar el instrumento por la borda o que va a hacer que se lo trague, aún no tiene clara la mejor opción pero... créeme, hace el peor sonido que puedas imaginar –y tras eso salió de allí al escuchar un grito de Mireya que la llamaba a cubierta.

Tras soltar un gruñido se apartó la sábana de encima y se levantó de golpe porque sabía que si no lo hacía iba a ser incapaz de no volver a dormirse. Con todo el dolor de su alma, se vistió y salió a cubierta. Por suerte vio que no era la única que estaba medio atontada –lo lógico, habría dormido como máximo unas cinco horas- porque Amaia también parecía a punto de caer dormida.

-Raoul ¿por qué tenemos que salir a esta hora?

-Porque con la armada detrás, cuanta menos visibilidad tenga y cuanto más difícil les sea encontrarnos mejor.

-Pero ¿no nos será igual de difícil a nosotros ver el mar? –preguntó Amaia.

-No. Tenemos cada ruta controlada a la perfección, nos movemos por aquí como nadie –intervino Alfred que, por suerte para todos, no llevaba el acordeón encima- no nos van a poder coger nunca si salimos ahora mismo.

-Exactamente.

Si había algo de lo que Raoul estaba orgulloso era de su barco y de la tripulación -vale, solo eran cinco personas y él, pero eso no era relevante. Cada uno desempeñaba su función a la perfección y nunca había echado en falta a más gente a bordo.

Ahora, sin embargo, había más gente sobre su cubierta y le desconcentraba un poco ver tanto movimiento. Por supuesto él siempre se colocaba en un lugar estratégico en el que observar lo que sucedía mientras el resto desempeñaba los trabajos más complejos. Mireya y Agoney se encargaban de las velas, Alfred miraba la brújula sin parar, Nerea oteaba el horizonte y Miriam llevaba el barco mientras él estaba de pie y sonreía con suficiencia como capitán del barco que era. El problema venía ahora que no sabía muy bien donde colocar a los demás. Estaba seguro de que Ricky y Mimi no tendrían ningún problema si los ponía a hacer trabajos más físicos pero, ¿las otras tres? Sería un suicidio mandarles que se encargaran de transportar cosas o de limpiar la cubierta -además, esa última actividad era una que siempre le dejaba a Agoney porque el chico tenía una técnica maravillosa a la hora de fregar. Y no, por supuesto que no tenía nada que ver con cómo lucía su trasero mientras lo hacía.

Echó un rápido vistazo a las tres y negó con la cabeza. Lo mejor iba a ser que las dejara estar quietas donde ellas quisieran, así salvaba su integridad física y también las piezas del barco.

Con las manos vacías por culpa de AlfredWhere stories live. Discover now