Punto Final

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Como ya había anunciado, el chico se colocó el primero para poder bajar por esas escaleras. Estaba tremendamente emocionado, tanto por el descubrimiento como porque quizá, por primera vez en años, tenía la oportunidad de acabar con el imperio del tirano de Tinte sin perder la vida. Era sin duda una ocasión fantástica.

Detrás de él, las Miriams, colocadas como si fueran sus guardaespaldas, habían improvisado una antorcha con un trozo de madera y un jirón de tela que llevaban encima. Eran cosas que siempre podían ser de utilidad y solían tenerlo a mano, no era nada extraño para nadie.

Descendiendo con ilusión casi no se dio cuenta de que había llegado al último escalón y a punto estuvo de irse de morros contra el suelo, una imagen que sin duda habría quedado grabada en la imagen de sus dos compañeras y que habrían contado en el barco, así que agradeció muchísimo que no hubiera ocurrido.

-¿Podéis enfocar allí?

Miriam movió la antorcha hacia la zona que el chico pedía y se encontraron con un precioso retrato a escala real de Tinte que hizo que un escalofrío les recorriera el cuerpo.

-Mira, tu suegro –señaló Mimi riéndose. A Miriam por el contrario no le hacía tanta gracia.

-No veo una mierda –dijo la rubia.

-Porque estás un poco ciega.

-Sí, pero aun así no veo nada porque la luz no alcanza.

-Dame la antorcha –dijo de repente Raoul.

Le parecía haber visto algo interesante así que no dudo en empezar a avanzar en cuanto Miriam hizo caso a su petición. Como había supuesto, había una cámara detrás de la sala en la que se encontraban, pero esta tenía un aspecto más oscuro, más siniestro. Parecía una cámara funeraria si no se le prestaba mucha atención, pero en cuanto se le prestaba atención no solo lo parecía, quedaba claro que lo era. Dos tumbas inmensas ocupaban el lugar y hacían pensar que, o bien había gente muy importante ahí enterrada, o bien estaban vacías y simplemente servían como distracción.

Raoul rápidamente desechó la primera opción al ver que al otro lado de la estancia se encontraba un baúl, medio escondido y con una pinta bastante sospechosa. Con el corazón latiendo a una velocidad superior a la normal, atravesó el estrecho espacio que las dos tumbas dejaban y se colocó delante del baúl.

-¿Crees que habrá algún mecanismo extraño para abrirlo?

El chico miró aquel objeto por todos los lados tratando de encontrar una respuesta a esa pregunta.

-No, creo que no. No tiene pinta.

Miriam se colocó a su lado y se agachó para poder mirar con más atención, quitándole la antorcha a su amigo para poder iluminar lo que quisiera. Como había dicho Raoul, no parecía para nada que hubiera algún mecanismo complejo o especial que fuera a hacer que tuvieran que pasar horas y horas tratando de descifrarlo para poder abrir el dichoso baúl.

-Lo único que veo es un candado que, por desgracia, parece nuevo –se puso de pie- supongo que ninguno de vosotros tendrá la llave ¿no?

-Joder, dónde puede estar la llave de mierda. Os juro que como la tenga alguno de la armada los voy a matar con mis propias manos –comenzó a quejarse Raoul mientras empezaba a caminar arriba y abajo.

Ahora tenían que empezar a mirar si había alguna herramienta cerca que les dejara abrir el baúl porque desde luego la llave no la tenían, y Miriam dudaba bastante de que pudieran conseguirla, mucho menos si la tenía alguno de los soldados.

-Eh... ¿os referís a esta llave de aquí? –preguntó Mimi señalando a un bulto que había encima de la tumba de la derecha.

-Pero... de verdad, yo no entiendo a estos soldados –murmuró Miriam- tienen un arco que necesita una combinación para abrir el pasadizo y después se dejan la llave del baúl a la vista. No sé si son genios o imbéciles.

Con las manos vacías por culpa de AlfredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora