008.

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Jeongguk.

Desear algo de una forma tan ávida era lo más frustrante que me había tocado vivir en mi vida. Aún y si había sido a voluntad propia, no podía negar que me sentía forzado a sacar una parte de mí que yo había sepultado (con ataúd y lápida) metros bajo tierra, sólo para subir mi dignidad.

Pero, bien (a este punto) sabía que de dignidad me quedaba poco, puesto que, a cualquiera que me preguntara y le dijera la verdad (pese a que así no sería), se encontraría ameno que Jeon Jeongguk sólo haya conseguido un beso, estando en la casa vacía de una chica.

Sobre esto, (otra cosa que no estaba dispuesto a admitir en voz alta), la boca de Kang Byeol me había embriagado aún más que la media botella de ron que, con el fin de encontrar valentía para dejar a mi orgullo de lado, me había bajado. ¿Y para qué? Sólo conseguir un beso.

Pero, si bien me estaba quejando de esto, el verdadero problema estaba reflejado en el mismo camino, pero desde otro punto de vista: no podía dejar de pensar en ella. Y esta simple frase, podría resumir el por qué no tenía ganas de levantarme a trabajar hoy; no era resaca de alcohol, era resaca de impotencia por seguir recordando con constancia cómo sus gemidos se trancaban contra mi boca sin vergüenza alguna. Así como, no me quejaba.

Me divertía. Me encantaba. Me volvía lentamente menos cuerdo.

- ¿A qué viene esa sonrisa? -otra adversidad había sido estar tan sumido en mi propio mar de fruición, que no oí ni distinguí la presencia de mi padre en la habitación. Pero, reparando en su pregunta, sí pude sentir su alusión y tiré de ésta hacia abajo desapareciéndola-. ¿Por fin te pondrás los huevos y encontrarás una chica decente?

Por inercia (o por estupidez) bajé mi mirada hacia mi pelvis, cubierta sólo por una sábana, y entrecerré los ojos antes de chasquear la lengua, queriendo evitar otra mueca que me delatara porque la chica de la que él, sin saberlo, me preguntó, de decente no tenía nada.

- ¿Qué cosas dices, viejo? -pregunté con fingida incomodidad, pues, que de aquí a que mi padre no supiera lo que en verdad pasara por mi cabeza podrían pasar tres siglos y aún seguiría acordándose. Imité la divertida sonrisa que se formó en su rostro que si tenía arrugas eran escasas, pero limité la acción para que no pensara más allá de lo que realmente había.

- Ah, -elevé las cejas frenando el gesto cuando fue su turno de chasquear la lengua y de sacudir la cabeza, tal como si se hubiera acordado de porqué había inrrumpido en mi recámara- las hermanas Kim están devuelta en la ciudad, ¿sabías?

De saberlo, no. Pero de que no me había gustado, él lo pudo leer en mi rostro, dándome a entender con el suyo que tampoco había ninguna amenidad en la noticia para él; y es que no había cosa más ingrata que llegara alguien a recordarte un pasado que tú creías haber borrado, arrugado y arrojado al mar para que la tinta no sobreviva. Mas, he ahí, que parecía haberse escrito otra vez.

No me importó mostrar mi disgusto llevándome ambas manos a la cara para frotarlas en la zona, deteniendo, en voz baja, una pequeña maldición.

- Anda, sólo vendrán a cenar con nosotros mañana por la noche, nada más -intentó animarme.

Pero, en efecto, era más fácil decirlo que hacerlo, ya que si Kim Jungwha había conseguido localizar el paradero de mi padre, y el mío, no era para un "nada más."; lamentablemente, seguía acordándome como ayer, que la mujer de cuarenta y cinco años, tenía memoria selectiva y a pesar de que ella y mi padre se habían separado hace ya un año, ella parecía seguir con la insistencia esquizofrénica de que seguían juntos. Y no me apetecía para nada que volviera a traer demonios de un inframundo cuya puerta había cerrado.

NAKED | JEON JEONG GUKWhere stories live. Discover now