020.

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Jeongguk.

Yo no sabía lo que era sentirse vacío. Ni siquiera podría imaginarme que tal palabra correspondería a mi vocabulario: a mi sucia e irritante lengua que para ese entonces incluso a mí me comenzaba a pesar; ¿cuándo dejaría de mentirme?

Byeol. Kang Byeol. ¿Quién carajo te crees que eres?

Mi respiración no encontraba estabilidad dentro de mis pulmones y mi cabeza, yendo de aquí para allá entre pensamientos inconclusos, era la causante... al menos, una de ellas; su olor seguía impregnado en mi cama cuando me dejé caer de espaldas al terminar aquella llamada de la cuál no recordaba ninguna cosa más que la voz de aquella mujer, cuya presencia en mi vida había intentado deshacer hace más de un año. Supongo que la inmundicia siempre tenía desechos de sobra.

Actuar de impulso no era nada nuevo en mí, ni había nada que podría sorprender en que yo, justo luego de haberme abierto camino a una diferencia, me arrepintiera a mitad y volviera a mi conformidad: A mi hueco conformismo.

Yo no sabía lo que era sentirse vacío hasta que me di cuenta que lo estaba.

Dejé que una risa se escabullera por mi boca, dejando un desazón en mi garganta cuando pausé permitiendo que la verdad me consumiera de manera lenta pero efectiva, vestida y disfrazada de su rostro, con su cuerpo, con su voz.

"Desnudo", ¿a esto se refería? ¿Dejar a alguien desprotegido y con frío, sin potestad de moverse en su propio cuerpo,... eso era lo que significaba?

Abandonarme... ¿eso era lo que quería hacer?

Volví a reír y las venas en mi cuello dolieron al compás de mis carcajadas. Retomé mi posición inicial, sentado en la cama maldita que no había compartido con nadie más que con ella, y se había atrevido a burlarse de esto. A burlarse de mí. ¿Por qué me sentía tan impotente? Usado, incoherente.

Debía odiarla, debía despreciarla. Justo como ella había hecho conmigo.

Mi reflejo en el espejo se burló también de mí y me mordí el interior de la mejilla; una persona patética, insulsa, un idiota..., había tomado mi espacio y en la imagen a medio metro de la habitación, me señalaba, reprendiéndome porque había dejado de ser yo.

Ella estaba en mí.

Reanudé mi sonrisa cuando sus gemidos volvieron a mis oídos y su cuerpo desnudo se posó frente a mí, tan tentador y magnífico, así como el mismísimo pecado. Lástima, que ella sólo había demostrado ser un fraude, uno malditamente innecesario pero adictivo para mí.

Mi complexión, a la vez, estaba entumecida y ensordecida por mi propia cabeza, repitiendo de manera llamativa la veracidad de mi propia idiotez. ¿Realmente me había dejado envolver por una mujer? Una mujer...

Una mujer. Una... mujer.

Ella.

Con un manotazo a mi lado, dejé salir el grito de una persona que ya se había cansado de hablar; arrugando las sábanas frente a mí, dejé que mi cuerpo cayera adelante, cortando el aire de una manera tal que podía sentir las venas de mis sienes bombear con rapidez y fuerza. Experimenté toda mi sangre viajar hacia mis mejillas mientras que, cerrando los ojos con ímpetu como si aquello fuese a detener el atroz pero conocido sentimiento que se apoderó de todo mi cuerpo y, si pudiera haberlo dicho así, de mi vida...

Le lloré.

Con un sollozo abandoné la presión de mis dedos en la sábanas y de manera ágil las llevé a mis ojos, pidiéndome a mí mismo detener aquella vulnerabilidad que no era propia de mi. Que no quería. Sin embargo, sintiendo mis labios temblar, las lágrimas que se acumularon en mis ojos sólo se esparcieron incontrolables por mis pómulos, otra vez, riéndose de mí.

NAKED | JEON JEONG GUKWhere stories live. Discover now