019.

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Byeol.

La habitación estaba fría, igual que la sensación con la que me levanté aquella mañana, junto al ardiente recuerdo de las huellas dactilares de Jeongguk intentando traspasar mi piel.

Era mucho lo que recordaba para mi gusto, o al menos, el límite que tenía que tener luego de haberme hundido a mi misma en el abismo que dije no debía saltar. Profundo, intenso; la culpa me carcomía, como si me hubiese engañado y mentido a mí misma de la manera más vil y no lo hubiese visto venir.

Los dedos de Jeongguk se pasearon por mi espalda, dibujando figuras inconscientes que no fallaron en hacerme tragar gordo, sintiendo el peso de mi propio error bajar por mi garganta y su aliento contra mi oído como el que intentaba apaciguar y convencerme de que no tenía que tener miedo, ni mucho menos sentirme damnificada por mi propio pecado.

Pero la verdad, la intranquilidad comenzaba a hacer mi cabeza doler.

Sus labios continuaron las caricias que sus dedos abandonaron, dejándome entra un irónico vaivén entre vacío y las ganas de sentir su contacto sin que éste se detuviera otra vez.

El chasquido de su beso, pausado pero tibio y húmedo se detuvo en mi hombro, donde mordió con sutileza y en seguida dejé en evidencia el efecto de ésta cuando jadeé en contra de mi voluntad. Sin embargo, el no hizo más que reírse sobre mi pelo.

- ¿Estabas pretendiendo estar dormida? -su voz, baja y melodiosa, jugó con los pelos de mi nuca, haciéndolos moverse al compás de su aliento.

Me tomé más de lo que tenía pensando en responderle, pero mientras mordía mi labio superior, con un suspiro que di para impulsarme a mí misma girar, me senté en la cama y lo miré de soslayo; con el torso descubierto, sonrió y colocó su brazo detrás de su cabeza como soporte y el plan inconsciente de ponerme nerviosa tan temprano en la mañana. El pelo alborotado no quedaba atrás como detalle de lo atractivo que podría verse recién despertado y el bulto que cubrían las sábanas en su pelvis era digno de quedarse grabado en la cabeza de cualquiera. Y yo no era la excepción.

- Buenos días -se rió.

No estaba demás decir que yo no había sido disimulada, tampoco me había cohibido en morderme el labio inferior al terminar mi hazaña de analizarlo, pero, en mi defensa, tuve para decir que él no tenía por qué quejarse de nada, porque así como se quedó inmóvil mientras lo hacía, se incorporó, imitándome, para llevar su mano hacia mi nuca y sin más, lamer el labio que con tanta insistencia había mordisqueado.

Con la fuerza exacta para hacerme imposible el movimiento, sujetó los vellos erizados que el suave gesto había hecho y, como si no hubiera tenido suficiente, hundió sus labios en los míos con un ímpetu que me obligó a llevar las manos a su pecho, para recordarle la distancia que para ese entonces, entre nosotros, había dejado de existir anoche.

- ¿Qué? -haciendo caso a mi vago intento de separarlo de mí, murmuró contra mi boca con una sonrisa pérfida que llevo toda mi atención a sus labios ensalivados, comenzando a sentirme sedienta yo misma, pero de admitirlo no tenía la voluntad-. No vayas a pretender que después de anoche no me deseas tanto como yo a ti.

Deseo. Ja, si sólo fuera eso, Jeon Jeongguk.

No encontré cómo ocultar la expresión en mi rostro y sé que él se dio cuenta cuando sus ojos se oscurecieron al mismo tiempo que los míos, la única diferencia, era que los suyos se llenaron de un vacío irónico y egoísta mientras que a mí se me comenzaba a hacer un nudo en la garganta.

Todo, después de lo que salió de sus labios, se volvió una bomba de tiempo y la única que sentía los segundos ir en retrógrado era yo.

Endurecido en su desasosiego, dejó de tocarme y se echó hacia atrás pero no para observarme, más bien, apenas me vio antes de reírse por lo bajo, de manera amarga y entrecortada, que sólo puso a prueba lo podrida que estaba su mente y, como si fuera poco, su corazón.

NAKED | JEON JEONG GUKWhere stories live. Discover now