¿Dónde Está Alaska?

Prólogo

Gritos desgarradores de frustración, pánico y dolor se escuchaban en aquella vieja bodega abandonada, la lluvia golpeaba con tanta fuerza que casi parecía que el viejo lugar iba a derrumbarse, estaba en medio del bosque, lejos de todos, asegurando de esa manera que no hubiera interrupciones.

Los gritos aumentaban mientras se hacían cada vez más roncos y se mezclaban con el sonido de la lluvia, lluvia que había sido tan esperada en aquel día tan nublado para finalmente hacer su aparición junto a la noche.

El lugar se encontraba completamente vacío y oscuro, con tan sólo una tenue luz que se deslizaba por debajo de la puerta iluminando una pequeña parte de la bodega, sin ventanas, sin muebles, sin nada. Salvo una chica que yacía desnuda y colgada en medio del lugar con cadenas que lastimaban sus delicadas manos. La sangre que escurría de sus nudillos se deslizaba lentamente por sus brazos mientras ella no se daba cuenta que estaba siendo observada y que tres pares de ojos veían con deleite ese pequeño detalle.

Ella gritaba desesperada sin entender cuál era la razón por la que se encontraba en aquel aterrador lugar, gritaba por el dolor que las cadenas causaban en sus muñecas sin imaginar que eso era mínimo comparado con lo que le esperaba, todos los músculos de su cuerpo se entumecían desesperándola y como un acto de reflejo tiro de las cadenas causando que más sangre se deslizara por su cuerpo, sin darse cuenta que ese pequeño acto desataría el inicio de su tortura.

Un ruido sordo, un golpe seco, una apenas perceptible risa, eso bastó para que ella se diera cuenta que no estaba sola, todo estaba en silencio salvo por la lluvia de fondo mientras ella se encontraba callada sin atreverse a preguntar quién estaba ahí, gruesas lágrimas escapaban de sus ojos anticipándose a lo que pasaría a continuación y aterrada de la imagen que se estaba formando en su mente. El sonido de una hoja de metal cortando el aire rompió el silencio y luego un grito ensordecedor llenó todo el lugar, un cuchillo que escapó de la oscuridad había parado justo en su pierna derecha.

La sangre escurría de la herida en pequeñas gotas puesto que el cuchillo aún se encontraba dentro mientras que la chica en un momento de desesperación agitó sus piernas y sus manos causando que el cuchillo abriera más la herida y que de sus muñecas escapara más sangre antes de que nuevamente gritos inundaran todo el lugar.

—¿¡Quién eres!?—hablo por fin la chica, con una voz cargada de miedo el cuál trataba de disfrazar de ira. Estaba asustada, muy asustada, pues estaba casi segura de que la persona frente a ella no era quien la había torturado anteriormente.

—Quienes somos....—murmuró una voz ronca pero firme. Voz que ella reconoció perfectamente mientras sus ojos se abrían sin poder creerlo, antes de que la risa de más de una persona se escuchara.

Eso y los gritos de dolor de aquella pobre chica siendo torturada fueron lo último que se escuchó en aquella vieja bodega abandonada, sonidos que nadie logró escuchar. Los rastros y huellas llevaron a la policía y al grupo de búsqueda a aquel sector un día después, el miércoles diecisiete de octubre, donde lo único que encontraron fue un campo vacío, libre de árboles pero plagado en hierva donde no había ni un pequeño rastro de que aquel lugar siquiera hubiera existido.