Capítulo 11

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Camila estaba parada detrás de una máquina expendedora de gaseosas, observando a lo lejos con sus binoculares de juguete, tenía u E n abrigo enorme propiedad de César, quien se lo prestó antes de salir de su casa. Tenía en la mira a Raúl, quien avanzaba indetenible hacia su destino hasta ahora desconocido.

César iba por la calle paralela a la cual iba Raúl, iba distraído y lento, poco interesado, dejando su mirada irse tras chicas bonitas. Eran las 21:34, habían estado ya más de 3 horas en su casa esperando que algo suceda. Lograron salir diciéndole a su madre que se habían olvidado algo en casa de Camila y mejor iban a terminar la tarea allá. Que volvería a casa al terminar y si es muy tarde podría quedarse a dormir en su casa.

Mientras pensaba qué excusa inventar al volver, porque ni siquiera llevaron sus cuadernos, su celular vibró en el pantalón, era una llamada de Camila.

—¿Sí? —respondió veloz.

—Cuidado, Raúl dobla hacia tu dirección, escóndete y no lo pierdas de vista—susurró ella.

—¿Por qué susurras? No te va a oír...

—Shh, concéntrate —siguió susurrando—. ¿Tienes tu celular en silencio?

—Sí.

—Bien, yo igual. Escóndete que en cualquier momento podría llegar hasta ti. 

—Sí, sí, ya. Estoy dentro de una tienda. 

—Bien, no te distraigas.

—Ya era hora que haga algo, nos íbamos a jubilar en mi casa esperando que pasara algo interesante. Me tuviste ahí afuera en el frío, y andaba con sueño, no sabes lo calentita que me espera mi cama...

—Ya deja de quejarte César... No es mi culpa que te quedes despierto hasta las 4 viendo porquerías en Netflix. 

—¡American Horror Story no es porquería!

—Me da igual, como sea no es mi culpa que no duermas y tengas sueño a esta hora. ¿Acaso no te sientes emocionado por lo que está pasando?

—Para nada...

—¡Esperar valió la pena! Estamos un paso más cerca de descubrir qué es lo que oculta Raúl... Hasta ahora se ve bastante normal, pero sospechoso que salga a esta hora así tan de repente. Por suerte traje mi cargador portátil... —y así Camila no paraba de susurrar en llamada por lo emocionada que estaba, solo susurraba, en todo momento susurraba.

Mientras el tiempo pasaba, cruzaban esquinas, invirtieron los roles un par de veces más cuando Raúl doblaba, se alejaban más de su casa. César ya se había enamorado como 4 veces en el camino observando chicas de admirable belleza.

—Ya se me cansaron los pies y tengo frío... Llevamos como 20 minutos caminando y aún no llegamos a ninguna parte —se quejaba en llamada Camila.

—Pues ahora te aguantas, te dije para volver hace rato y no querías... No me hiciste caminar todo esto de balde —respondió airado César.

—Pero yo solo...

—Creo saber adónde se dirige —interrumpió. 

Estas palabras interesaron a Camila, su rostro cambió inmediatamente, con suma curiosidad preguntó:

—¿Adónde?

—Al cementerio.

—¿Me estás jodiendo?

—No en serio, aquí derecho a dos cuadras queda el cementerio, y va hacia allá.

—Mejor vayámonos... No vamos a entrar al cementerio, de ninguna manera  —respondió asustada. 

HelenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora