Capítulo 19

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—Señor Noé, buenas tardes —saludó Daniel al encontrarse fortuitamente, luego de algunas semanas, con el padre de Helena. 

El señor Noé -alto, calvo, de unos 50 años, y con un espeso bigote-, acababa de hacer las compras, y estaba a punto se subirse a su auto antes de que lo sorprendiera aquel saludo.

—Hola Dani, que tengas buena tarde —respondió por compromiso, momento en que dejaba sus bolsas en el valijero del veículo.

—Espere... ¿Podemos hablar un momento? —exclamó al tiempo que apresuraba el paso a su encuentro.

—¿Sobre qué? —suspiró y le dirigió una mirada suspicaz.

—Es sobre Helena, su hija.

—Si ¿Qué tiene?

—¿No le ha vuelto a llamar?

—No, ya te he dicho que hace meses no llama. Siempre preguntas lo mismo —respondió con una calma incomprensible para la gravedad de sus palabras.

—Tenía esperanza de que recibieran algo más que sus calificaciones... Por cierto ¿Como están sus notas?

—Perfectas, como siempre —respondió de manera cortante, dando media vuelta para abrir la puerta del vehículo y subirse.

—Dígame la verdad, señor Noé ¿Seguro que no han tenido problemas? ¿Discusiones? ¿Diferencias con Helena? —preguntó preocupado. 

—No —subió al auto e introdujo la llave en su abertura.

—Es que escribí al número de Sofía, una compañera de Helena, y me contó cosas muy raras.

Esas palabras llamaron la atención de Noé, quien levantó la mirada un tanto molesto hacia el  joven.

—Está en esa etapa de la vida en la que quiere experimentar cosas nuevas, es libre al fin, así es la juventud.

—Señor ¿No le preocupa? —interrumpió. 

—La Universidad es muy pesada y dura, quizá decidió aislarse de todo para mejorar su rendimiento.

Daniel ya estaba harto de oír siempre las mismas palabras de aquel señor, es el mismo discurso que ya le había dado en ocasiones anteriores, pero esta vez tiene mucho que decirle.

—Disculpe señor, pero creo que esto va más allá... Me contó cosas muy perturbadoras. Ni siquiera me recuerda, ni a usted, ni a su madre.

—Creo que estás exagerando las cosas —respondió Noé tratando de disimular su nerviosismo, tomó la puerta para cerrarla  e irse, pero Daniel la retuvo.

—Me dijeron que ella no los recuerda, que su padre la abandonó, que su madre viajó a España, que fue criada por sus tíos...

—¿Quien te dijo todo eso? —respondió en un tono humorístico muy forzado.

—Sofía, la compañera de Helena.

—Ya no le hables —volvió a intentar cerrar la puerta del vehículo, pero Daniel se lo impedía.

—¿Por qué? —inquirió 

—Porque o está loca o es muy bromista.

—Me lo dijo muy seriamente.

—No tiene nada de serio, tú mismo lo sabes bien. La criamos desde pequeña, es nuestra única hija, tú venías a jugar en casa cuando tenía 11 o 12 años.

—Señor, no estoy dudando de usted, eso lo sé. Estoy dudando de los motivos que la llevaron a decirle eso a Sofía ¿Por qué mentiría? ¿Acaso está molesta con todos nosotros? 

HelenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora