Capítulo 17

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El tiempo corría y Raúl se preparaba día y noche para ser aceptado por los demás. Esfuerzo, empeño, sacrificio y dedicación... Para aceptar su condición y dominarla. Aproximadamente a los 13 años logró suprimir por completo sus transformaciones involuntarias.

Ya podía simplemente evitar que suceda a voluntad, para complacer a sus padres quienes se sentían orgullosos por su progreso. Esto no escapaba a la vista de Adler Wassmut quien seguía de cerca su evolución, y obviamente de Emma, quien se sentía como una tía para el muchacho. Llevaban una relación muy apegada.

El padre de Raúl, Javier Mondragón era sacerdote de la Congregación de San Cosme desde el año 1999, obtuvo el cargo de la mano de Adler tras ser probada su fidelidad, y gracias a su labor ejemplar como cabeza de familia. Aprendió latín y obtuvo su propia copia del Libro de San Cosme. Cada domingo tenía que asistir y dirigir la misa en la recién abierta Iglesia de San Cosme del pueblo de Altoira, y ofrecer allí sus servicios religiosos.

Cuando Raúl logró reprimir sus transformaciones nocturnas comenzó a notar ciertas sensaciones que antes no se daba el tiempo de prestar atención. Por ejemplo, un dolor en las encías avisaba que sus dientes querían crecer, especialmente sus colmillos. Cuando sus colmillos crecían sobresalían de su boca. También una picazón incómoda en todo su cuerpo, se sentía como espinas dentro de sus poros, era el vello corporal, oscuro, grueso y rígido que estaba a punto de crecerle, en especial en su espalda.

Un dolor de huesos insoportable dentro suyo amenazaba con ensanchar su lomo y alargar sus extremidades, un espasmo muscular intenso avisaba que pronto ganaría una fuerza y condición física envidiable.

Ciertas noches el dolor era tal que no podía controlarlo, esas noches se acostaba en su cama y se acurrucaba hasta hacerse bolita, apretando con sus brazos las rodillas contra su vientre, mientras lloraba y se quejaba del dolor. En especial los martes, quizá el peor de todos los dolores era el dolor de su pierna, un dolor de huesos, la tibia y el peroné tendían a dilatarse y elongarse. Contener esto generaba un dolor desesperante.

A veces el dolor llegaba a ciertos puntos extremos, y Raúl decidía dejarlo salir. La contención generaba dolor e incomodidad, dejarse transformar por completo le brindaba una sensación de alivio y placer incomparable. Cada tantas noches  que realizaba esta transformación controlada aprendía algo nuevo. Lo que más le impresionó fue descubrir que podía manipular su transformación sin riesgos de descontrolarse y a su completo antojo. Algo así como modificaciones locales.

¿Cómo descubrió esto? Un día el dolor de encías y dientes era tan fuerte que voluntariamente dejó que le crecieran. Increíblemente su vello corporal no afloró, ni sus huesos se dilataron, ni sus músculos ensancharon... Nada, sólo dejó sus colmillos expandirse. Sintió un alivio total en su boca, esto lo repitió a la noche siguiente con mucho éxito. Pasando el tiempo intentó lo mismo con su vello corporal y con sus extremidades, y lo lograba. Cada noche dejaba que sus piernas elongaran y de esa manera se libraba de uno de los peores dolores. Lo que sí le gustaba era dejar que sus músculos expandieran, se sentía poderoso y fuerte cuando lo hacía.

Con el tiempo y con práctica, experimentando con su cuerpo logró hacer cosas que eran impensables para él mismo. Por ejemplo, retroceder sus transformaciones. Antes si dejaba que sus colmillos crecieran debía tenerlos así hasta el amanecer cuando desaparecían naturalmente, no podía retroceder. Luego de mucho tiempo descubrió que sí podía, aunque era un poco más complicado. Requería mucha concentración y fuerza mental. Con práctica llegó a perfeccionar su capacidad de transformarse y volver a la normalidad su cuerpo, tan solo con su voluntad. Enseñaba orgulloso a sus padres sus avances. Ellos lo elogiaban y premiaban con mucho amor.

Dejaba crecer su vello corporal, lo hacía retroceder, lo dejaba crecer de nuevo, lo retrocedía... Lo mismo con sus huesos y músculos, jugaba con ellos. Cada vez sentía menos dolor hasta el punto de reducirlo a una simple molestia. Avances gigantescos, cada vez estaba más cerca de poder desarrollar una vida normal y plena. Soñaba con poder salir de noche sin miedo con sus padres, y sin ellos también, con sus compañeros. En un futuro ir a la universidad y hasta trabajar sin problemas. Quizá hasta conocer una chica buena y casarse.

HelenaWhere stories live. Discover now