Capítulo 10

4.9K 408 46
                                    

Salí del baño al oscuro pasillo. Si, lo admito: tenía la esperanza de que estuviera parado en la oscuridad, esperándome, como en las películas. Pero no, sólo un par de chicas ebrias me chocaron el hombro y entraron corriendo al toilette. Me reprendí a mi misma. Eso sólo pasa en las novelas, Jo.

Llegué a la barra y Lucy seguía charlando con su moreno pretendiente, esta vez un poco más cerca. Ella le tocaba el brazo mientras se reía coquetamente, él le acomodaba un mechón de pelo cobrizo detrás de la oreja. Mi taburete estaba ocupado por un hombre pequeño que miraba el partido de hockey en la pantalla plana ubicada en lo alto de un rincón, mientras empinaba una cerveza. Busqué mi bolso, tirado a los pies de Lucy, me lo colgué sin que ella siquiera me notara, y me abrí paso trabajosamente hasta la puerta del bar, haciendo mi mayor esfuerzo para no mirar hacia la mesa de Edward. La noche se había terminado para mí.

Estar afuera se sentía definitivamente bien. El aire era liviano, casi fresco a pesar del verano. Había silencio, apenas interrumpido por alguna bocina a lo lejos y el ruido de los neumáticos de los autos al rodar por el asfalto rápidamente. Tiré mi cabeza hacia atrás y aspiré profundamente, masajeándome la nuca desnuda. Me sentía más tranquila sin tener que estar pendiente de la presencia de Ed, de sus ojos penetrantes mirándome y buscándome a través del salón. Me intimidaba. Y me gustaba. Y odiaba admitirlo.

-¿Acalorada?

La voz me asustó y pegué un salto. Ahí estaba, fumando plácidamente apoyado en la pared, casi en la oscuridad, envuelto en volutas de humo que salían seductoramente de sus labios. Era de película.

-Si. No. ¡Si!... -balbuceé. Mierda.

-¿Quieres que repita la pregunta, Josephine?

-No, no quiero que repitas la maldita pregunta. ¿Qué estás haciendo? -le dije, fastidiada, todavía sin acercarme.

-Fumo.

-Eso lo sé, es evidente -me acerqué unos pasos hacia él, con los brazos cruzados sobre mi pecho -Me refiero a qué estás haciendo conmigo. ¿Qué fue todo eso? -hice un gesto con mi dedo, señalando dentro del bar.

-Eso es... ¿un bar? -levantó una ceja, divertido.

-No te queda bien lo gracioso. No eres gracioso, Edward. O debería decir "no es gracioso, señor Thomas"? -Había tomado coraje; definitivamente las cervezas se me habían subido a la cabeza, o quizás era la tensión acumulada durante la noche que por fin estaba estallando como una burbuja de jabón.

-Puedes llamarme como se te dé la gana -dijo empujándose de la pared -De cualquier manera que me llames, está bien para mí.

-Para mí no. ¿Qué fue eso en el oído allí adentro? ¿Qué fue ese beso el otro día? ¿Y todo el asunto de Tim? ¿Y los mensajes en mi celular? Ya no tengo ganas de jugar este juego, no me gustan las vueltas, y ciertamente, "señor Thomas", usted le está dando demasiadas vueltas al asunto, y empiezo a creer que está jugando conmigo.

-¿Te gustaría que le de menos vueltas al asunto? -estaba muy cerca mío, y me miraba desde arriba, desde su enorme altura. Levantó su mano y la ahuecó en mi nuca corta con suavidad- Puedo hacer eso -susurró, con su voz profunda- Puedo darle muchas menos vueltas al asunto si es lo que quieres. Y créeme que es lo que quiero yo también. Todo "eso" a lo que te refieres -restaltó la palabra "eso" mientras masajeaba con sus dedos mi cuello- soy yo, tratando de controlarme frente a tí. Frente a tu falta de miedo hacia mí, que me fascina. Frente a tu descaro hacia mí, que me divierte. Frente a esta hermosa piel rosada que se siente jodidamente caliente bajo mi mano -bajó su mano lentamente por mi cuello, acariciándome con la palma, y deteniéndose en lo alto de mi esternón. Estaba segura de que en ese momento él podía sentir mi corazón cabalgando a toda velocidad en mi pecho- Pero me es muy difícil controlarme frente a tí, como te habrás dado cuenta. Requiere todo mi esfuerzo día... tras día... tras jodido día. Me es muy difícil trabajar cada día sabiéndote cerca. Me es difícil cada noche, mientras espero detrás tuyo en tu cubículo, ver la suave piel de tu espalda brillar en la oscuridad, y no levantarme y simplemente morder la curva de tu cuello. Me es difícil no arrancarte de esa maldita silla y quitarte la ropa para ver si tus pechos desnudos se ven como en mis sueños.

Hablaba casi entre dientes, una mezcla de furia, excitación e impotencia. Me había obligado a levantar mi cara para mirarlo. Sus ojos me devoraban, su aliento cálido rebotaba en mis labios, llenándome de su aroma a tabaco y cerveza. Mis labios entreabiertos le respondían sin hablar.

-Y ¿sabes, Josephine? -continuó- Se siente como la mismísima mierda saber que eres mi asistente, porque deseo que lo seas por mucho tiempo más. Eres demasiado buena en tu trabajo y no quiero perderte. Se siente como la mierda ser tu jefe. Ojalá te hubiese conocido en este maldito bar. Entonces, nada me impediría llevarte a mi cama y hundirme en ti como me he imaginado mil veces que lo haría si te tuviera en ella. Sólo tú tendrías esa decisión -aspiró de su cigarro, lanzando una gruesa bocanada de humo, mientras sacudía la cabeza y miraba al piso -Si no le encuentro una solución a todo esto pronto, simplemente explotaré.

Dejó caer su mano y se separó de mi, y sin dejar de mirarme caminó unos pasos hacia atrás y abrió la puerta del bar, entrando nuevamente y perdiéndose en la oscuridad y el bullicio, y dejándome temblando en la solitaria acera.

Te odiaré quizás mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora