Capítulo 19

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Me pasé el día encerrada en el archivo del periódico. Tenía un listado de los hechos históricos más importantes para la ciudad, el país y el mundo, de los últimos cincuenta años, y fui encontrando, una a una, las tapas que reflejaban esas noticias.

Me encantaba mi trabajo. Me encantaba realmente. Siempre había estado detrás de la cámara, pero esto iba más allá: estaba detrás de las fotos, aprendiendo el verdadero valor de una imagen a lo largo del tiempo, y me fascinaba. Amaba aprender, conocer, entrar a nuevos mundos a través de la fotografía, y es lo que estaba haciendo. Aprendiendo.

Salí de la sala de archivo cuando ya la noche estaba cayendo sobre la ciudad, con todo el material que había recopilado durante el día dentro de un pequeño pendrive.

Llegué hasta el piso de mi sector, y sólo la luz de la oficina de Edward estaba prendida. Me acerqué hasta allí y golpeé la puerta. Me miró por sobre su monitor cuando abrí.

-Se te ve sonriente -me dijo antes de bajar nuevamente la mirada a su pantalla.

-Porque lo estoy.

-Lo se, puedo verlo -me contestó sin levantar la cabeza. Saqué todo lo que se había acumulado en la silla enfrente de su escritorio y me senté.

-Tengo todas las tapas de los diarios que necesito para empezar a trabajar. Mañana comienzo con el archivo.

-Excelente -siguió concentrado en la pantalla.

-Estoy muy entusiasmada.

-¿Tengo que aclararte que no puedes descuidar la edición diaria de las fotografías para el diario?

-No, no tienes que aclararme nada. Lo se.

-Mañana haremos una primera selección de fotos entonces. Diseñaremos una plantilla que nos permita dedicarle una cantidad de horas determinadas por día sin descuidar el resto del trabajo.

Cuando hablaba sobre trabajo no escatimaba en palabras. Su voz era baja y profunda. Muy, muy poco conveniente que estuviera encontrando esta charla sumamente sexy. Porque no lo era. Estábamos hablando de malditas horas de trabajo extra que tendría que hacer, de planillas y horarios. Me presionaba, y ni siquiera me miraba a la cara para dirigirse a mí. Su rostro seguía clavado en la pantalla, como la primera vez que lo ví durante la entrevista, con la cara seria y concentrada. Y sin embargo, aquí me encontraba yo, pensando si saltar sobre su escritorio y arrancarle la camisa sería demasiado impertinente.

-¿Josephine? -escuché que me decía. Sacudí mi cabeza para salir de mi ensoñación y lo vi, mirándome con las cejas arqueadas, pasándose rápidamente un dedo por el lateral de su cuello. Me sonrió.

-¿Si?

-Dije que ya estoy apagando mi computadora.

-Ah, si, ok. Lo que sea -me levanté de mi silla. Mi actitud era, al menos, vergonzosa.

-¿Todavía quieres esa copa en mi balcón?

El corazón golpeaba contra las paredes de mi pecho, y resonaba en mis oídos. ¡Si! Claro que quería esa copa, quería el balcón, y lo quería a él sobre mí, o detrás de mí, con o sin vino, con o sin balcón.

-Si -me limité a contestar.

-Pareciera que la que está monosilábica hoy eres tú, Josephine.

¡Pum! El monitor finalmente se apagó con un ruido eléctrico, y la oficina quedó a oscuras por completo.

Me giré en la oscuridad, buscando el picaporte, pero su cuerpo llegó antes, cubriéndome por completo por detrás.

-¿Que pasa? ¿Tienes ganas de huir de mi oficina, como lo haces siempre?

Te odiaré quizás mañanaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt