[3] Pago.

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Isabella

Tengo las mejillas sonrojadas y no precisamente por cabalgar, una sonrisa boba se forma en mí boca al recordar el rostro del vaquero trabajador. Sé muy bien que ha de estar furioso conmigo y si me llegará a ver, me haría papilla. En mi defensa el se lo buscó. 

Llegó al establo y le doy las riendas de mi caballo al encargado del mismo. Sin detenerme subo hasta mi habitación y pongo la ropa del vaquero que aún llevaba conmigo. Ahora que rayos haré con la ropa de ese hombre, estoy completamente segura que si mi padre se entera de la pequeña travesura que hice hoy...de seguro me exilia.  

Tengo dos problemas que solucionar uno más grave que el otro, el que no abandonara mi cabeza de seguro es el del sexi vaquero.  ¡Aaah! No puedo creer que llamado sexi a ese tipo. 

Estoy tentada en revisar los bolsillos del pantalón de Drew. A quién quiero engañar, que me corten una mano si no quiero saber que hay en los bolsillos de ese hombre prepotente...no espero más, tomo el pantalón y busco en ellos hasta tomar algo. Frunzo el ceño al ver el celular que hay en uno de los bolsillos delantero. Como un simple vaquero puede comprarse el último modelo de celular que ha salido en el mercado. En el otro bolsillo delantero encuentro los cincuenta dólares que le di cuando estábamos en el pueblo y un llavero de seguro es la llave con la que abre la puerta del barracón de los vaqueros. 

Dejo las cosas en la cama y solo dejo el celular en mis manos, ya no sigo buscando nada. Tocó el botón de bloqueo y me sorprende ver que no tiene contraseña. 

Me encojo de hombros, si ya que me cortaran una mano por curiosa...no creo que me afecte que me corten todo el brazo por saciar mi curiosidad. Me intriga saber a quién llama, pero solo me encuentro con números sin nombres y el único que aparece con nombre es del tal Fran y apuesto que este nombre pertenece al señor que venía manejando la camioneta del rancho vecino. Entro a la aplicación de mensajes y no hay nada. Tampoco hay aplicaciones de redes sociales. Hoy en día quien no tiene al menos una.  

—Señorita, el señor Golden ya está en la casa se encuentra en su despacho y como nos pidió no le dijimos que usted ya está aquí. 

—Muchas gracias... Ahora bajo Yamileth. Dejo todo como ésta y me dirijo a la puerta de mi habitación. Pero el mosquito de la preocupación me pica... Aunque quiero convencerme de que si, se merece lo que le hice. 

¡¡¡Aaah!!! —Doy un grito desesperado. 

Y si le mando un mensaje al compañero de trabajo para que le lleve ropa, un par de botas también. 

Y si las botas que me traje son el único par que tiene.  

¡¡Oh Dios!!  

Con la palma de la mano extendida golpeo mi frente. Y si llega a cruzarse con una víbora... Él está vulnerable. ¡Dios! En que me he convertido. Soy muy mala, sacudo la cabeza y procedo a enviarle un mensaje pero me detengo, camino de un lado a otro dentro de mi habitación. 

Y si a quien le envío el mensaje no es el señor amable y sea otro persona a quién le envié el mensaje. 

Me están dando ganas de ir nuevamente al lago y darle sus cosas, pero papá ya está aquí... Además no esta en mis planes pedir disculpas ante un hombre como él. Tendré que arriesgarme con el mensaje. 

Hey Fran podrías traerme ropa al lago Golden por favor. 

No, no, no.  

No creo que Fran crea que ese mensaje lo envío Drew. Lo borro inmediatamente y procedo a escribir nuevamente. 

Tráeme ropa al lago Golden. 

Si creo que eso sí sonaría como algo que diría el cortante y frío de Drew, el vaquero trabajador. 

Un Vaquero Enamorado.Where stories live. Discover now