Capítulo XXIII: ¡Amarga verdad!

210 26 2
                                    

Shaka recién le había revelado la verdad a Milo, el cuál estaba demasiado confuso, molesto y claramente dolido,  pues enterarse de algo así no era nada fácil para él y mucho menos si su mejor amigo también estaba involucrado. 

—Están aquí— dijo Aioros— ¡La citadel ha caído!— exclamó.

—Shion—. musitó Milo inmediatamente.

En ese momento Dohko recordó y un miedo recorrió su cuerpo.

—¿Dónde está?— preguntó impaciente

—En la bóveda de escritos, ve por él— ordenó Shaka, no tuvo ni que decírselo dos veces cuando sus piernas ya se encontraban moviéndose de prisa. Necesitaba encontrarlo, lo necesitaba. Antes de que desapareciera por completo, gritó— ¡Dohko!— él se giró— Sácalo de ahí sano y salvo. Y elimina todos los papiros del lugar.

Milo, Shaka y Aioria se pusieron en guardia, mientras Dohko corrió escaleras arriba hasta llegar al salón en donde se encontraba su amado. 

*************************************

Pv Dohko. 

Corrí por los pasillos desesperado, cada vez que recorría los metros parecía que todo se volvía en contra mío y se convertían en kilómetros. ¡Maldita la hora en la qué...!

Rápidamente llegué a la bóveda, y no oculté más mi presión, zarandeé el pomo de la puerta con fuerza, intentándola abrir, pero parecía inútil.

Me alejé un poco y observé la puerta.

—¡Shion!— grité para que me escuchara.

No quería, me negaba a que algo malo le hubiese pasado.

—¡¿Dohko estás ahí?!— escuché al otro lado de la puerta. Y sin pensarlo dos veces o titubear, tomé el impulso suficiente hacía atrás y golpeé la puerta con mi propio cuerpo, tirándola abajo.

Me reincorporé y cubrí mi rostro con mi antebrazo, avanzando con cautela.
Todo aquel lugar se encontraba en llamas, no se podía observar nada, solo se sentía el ardiente y caluroso fuego, sin olvidar que el bochorno era insoportable.

—¡Shion!— volví a gritar su nombre mientras caminaba entre las llamas, buscándolo con desespero y manteniendo la esperanza de encontrarlo. 

Por cada paso que daba mi corazón se aceleraba. No lograba divisarlo, pero antes de volver a exclamar su nombre, lo ví.

—D-Dohko... ayúdame— escuché. Era él, no había duda, pero su voz no era la misma. Claramente me di cuenta de lo quebrada que estaba, quizá por el llanto que amenazaba en él. 

Me dirigí rápidamente al lugar de dónde provenía. Caminé unos pasos y ahí estaba. Se encontraba tirado en el suelo junto a Suikyō, quien estaba herido de gravedad, y a unos metros de ellos estaba un servidor de Thanatos, muerto.

—Suikyō no me dejes— sollozó entre llanto.
Mirarlo me partía el corazón, sus manos y su ropa estaba cubierta de sangre, estaba aferrado al cuerpo de Suikyō, quien apenas y podía respirar.

—Debemos irnos — dije con cautela debido a la situación...

—¡Ayúdalo! —pidió con mirada de borrego a medio morir.

—Claro que lo haré. Pero necesito que me ayudes —se levantó y me echó una mano para poder levantarlo
— Lleva esto, cúbrete— le dije. Hice aparecer un par de escudos que nos serían bastante útiles si nos llegaran a atacar, pues actuarían como protección inmediata. 

En Tiempos De DivergenciaWhere stories live. Discover now