Capítulo 4.

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Era la primera hora en el instituto Galera, del primero día. Los estudiantes entraban al instituto mientras los tutores ordenaban archivos y pasaban lista. Noemí suspiraba aliviada al ver que parecía que la calma reinaba el lugar. Fue a colocar el cartel que ponía el nombre de todos los alumnos. Eran diecinueve. Una clase bastante numerosa para lo que era antes aquel instituto. Se sentó en la mesa del profesor y vio las caras de los niños a los que se iba a enfrentar. Sacó un bolígrafo de su estuche y a medida que entraban iba tachando nombres en la lista. Tan sólo quedaban los hijos de sus ex estudiantes. A ellos sí les tenía miedo. ¿Cómo habían crecido esos niños? Y esa primera clase era tan sólo la presentación. Qué miedo.

- Yo soy David, y este es Jonathan, ¡señora profesora! - El hijo de Roi y Ana fue muy cortés y muy educado. Así lo habían inculcado sus padres. Se sentaron juntos, en la primera fila y en la esquina izquierda, que todavía estaba libre. Sacaron su material. David tenía un archivador forrado con fotos de My Chemical Romance. Jonathan tenía también un archivador, que tenía fotos de su ídolo, Freddie Mercury. Siempre quiso ser como él. Pero no se le daba tan bien cantar como a su padre o a su madre. De hecho su madre era una gran bailarina, cantante, showgirl... Y su padre también hacía pinitos en la música e iba a musicales. Sentía una gran envidia sana por ellos, aunque nunca se propuso cantar seriamente. 

- David Méndez y Jonathan Merino - Dijo Noemí, para sí misma. En su cara estaba la imagen de los cuatro ex estudiantes que habían engendrado a esos diablos. Pensó que estarían haciendo. 

Mientras los hijos estaban en clase, los padres se sentaban en un bar con decoración rústica cercano al instituto. Sonaba la canción de Heaven de Bryan Adams. Roi empezó a cantarla efusivamente. Le encantaba. Desde joven tenía la ilusión de cantarla delante de un gran público, pero en las orquestas esa clase de música no era la que se llevaba. El resto se reían y disfrutaban, se sentían como niños pequeños. Roi y Ricky se sentaron juntos y empezaron a hablar, intercambiar viejas anécdotas, y tomarse unas cervezas. Eran como niños, otra vez niños, pensaban. Otra vez estudiantes de primero de bachillerato. Ellos siempre se habían llevado genial. Y sabían que sus pequeños también se llevaban bien y les encantaba. Después de todo, tal palo tal astilla. 

- Joder Ricky, había tiempo que no nos tomábamos unas birras juntos y lo pasábamos tan bien. Y nuestros hijos allí, aburridos en clase. Que suerte que nosotros ya acabamos.

- Pero ninguna generación superará la nuestra, Roi. ¿Te acuerdas cuando hiciste la tortuga en medio de la clase de inglés? Joder, qué cara se le quedó al profe. Y qué gamberro eras, chaval. Por suerte has cambiado un poco. - Roi puso cara de gamberro - No, no has cambiado lo más mínimo. Aparte de hacerte gótico el resto sigue igual. 

- Pues claro Merino, que voy a cambiar - Hizo la tortuga y Ricky echó una carcajada - A ti los años te han sentado muy divos. Me encanta tu estilo, tío. Quién nos viera y quien nos ve. Un gótico y un divo siendo amigos después de tantos años y tanta mierda. Aunque somos los más tranquilos en general.

- Somos los más tranquilos porque nos la sudan los grupos, nos llevamos bien con todo el mundo. ¿No recuerdas cuando Nerea y Aitana se pelearon y tuvimos que separarlas nosotros? Joder, Roi. Si es que eramos los únicos normales. Pero pasado pisado, o eso dicen, ¿no?

Pasado pisado, eso decían ellos dos. Pero no pensaban lo mismo sus esposas. Ellas estaban sentadas muy lejos la una de la otra. No querían recordar nada de lo que habían tenido en el pasado. Si eran amigas terminaban borrachas y se liaban. Todo el curso les había pasado eso y ahora eran mujeres casadas. Se miraban con cara de inseguridad. Mimi miraba a su "amiga" de arriba a abajo y tan sólo podía pensar "joder, sigue igual de buenorra que hace trece años". Se limitaba a saludarla, tragarse todos esos pensamientos, no quería que su matrimonio con Ricky se fuese al garete. Pero le atraía su amiga. Le atraía mucho. Cuando estaba borracha le encantaba decirle que la amaba y que terminarían saliendo juntas. Cuando estaba sobria no se atrevía. Por su parte, Ana tampoco paraba de mirar a Mimi. Le gustaba también su físico, pero lo que más le gustaba es lo buena amiga que era. Antes de que pasase todo la cuidaba, la protegía de todo lo malo que le pudiese pasar y era su mayor consejera. No contaba nada de lo que le pasaba. Eso siendo amiga del otro grupo. Sabía que Mimi era la chica más sociable desde siempre y que ambos grupos le tenían aprecio. Y se lo merecía, todavía le tenía mucho aprecio a pesar de todo. También la miró de arriba a abajo y mordió el labio involuntariamente. Por dentro tan sólo pensaba guarrerías. La rubia tenía mucha más valentía y se atrevió a sentarse al lado de su amiga y empezar a hablar. Sin nada más, hablar. Tener una conversación cordial y olvidarse del pasado y de todo en general. 

- Hola, Ana, mírate, que bien te han sentado los años - Se rió nerviosamente, pero supo disimularlo - Sigues igual de guapa. Aunque bueno, siempre has estado más buena que el pan. Coño, perdón, ya parezco Amaia. Ya sabes como soy. 

- Gracias, Mimi - Ana no sabía que responder. Primera frase y ya era un momento incómodo. Suerte que Roi no miraba para ella. Estaba ocupado con sus cosas - Tu también sigues igual de guapa. ¿Qué tal con el baile?

- Bien, sigo haciendo mis pinitos. Y también sigo cantando. Voy a cantar y bailar Girls like girls dentro de poco - La morena no se creía lo que había escuchado. Sabía de lo que trataba la canción. Y joder. Joder si lo sabía, qué rabia le daba que fuese justo sobre eso. Imaginarse a su amiga estando cariñosa con otras mujeres que no fuesen ella le ardía por dentro. Pensaba que lo sentía por Ricky. Pero no. - ¿Y tú con tu música?

- Nada, lo he dejado - Miró entristecida cara abajo. Su amiga le puso la mano en el hombro y por dentro sintió un cosquilleo - Tengo muchas cosas que hacer. Y no podemos dedicarnos tanto Roi como yo a la música. Él está en una orquesta y yo tengo que cuidar del pequeño. Bueno, me alegra que mi pequeño y tu pequeño sean tan amigos. A veces cuando va a tu casa compongo algo. Ya que estoy sola y eso...

- Si quieres quedamos un día y te ayudo yo a seguir con la música. Yo no he parado ni un día y se me sigue dando como antes. Joder, que tiempos cuando tú y yo bailamos y cantamos Lady mermelade en el concurso de fin de curso. Lo bien que lo pasamos. Si quieres empezamos a ensayar con esa canción, ya la tenemos algo más fresca.

- Me encantaría - Ana pensó "qué dices, quedar con la Mimi? Eso no acaba bien". Pero respondió casi sin pensar. Se acordó de cuando cantaron esa canción y de lo mucho que le puso. Pero nadie lo sabía ni debería saberlo más allá de ella misma. Ya se sentía mal porque le gustase toquetear a su amiga hace años, y como no le va a sentar mal ahora. - ¿Mañana en mi casa mientras los niños están en clase?

- ¿Y por qué no vamos ahora? ¿Tienes algo que hacer? Yo tengo coche y puedo llevarte a donde sea. Ricky que vuelva con Roi, tampoco es que nos vayamos a tardar tanto. A la una estamos aquí. Venga, Ana, que es sólo un día. Y nos lo vamos a pasar guay. Por los viejos tiempos! - Mimi le guiñó el ojo a su amiga. Quería pasar con ella unas horas divertidas. Quería que volviesen a la amistad de antes. A ser confidentes y no ser unas conocidas como eran en ese momento. A que su amiga le echase huevos y que fuesen amigas de nuevo a pesar de la atracción. Porque Mimi era abiertamente bisexual. Ana no. Nunca lo fue. Y eso le corroía por dentro, ver como una persona podía estar tan negada. No dudaba de su amor por Roi, pero tampoco dudaba de que le gustase también el pescado.

- Venga. Pero pagas tú la gasolina, que estamos en crisis - Ana se rió, Mimi también. Ya volvían esas charlas sin sentido ninguno de ellas dos - Y ponme música guay en el coche. 

- Te pondré de la música de Ricky que el coche es suyo. O eso o sacas el Spotify y pones la música tú. Y cantamos un poquito, venga. 

Se sentaron en el coche, ambas en los asientos delanteros. Mimi conducía. Mientras su amiga conducía, Ana miraba para ella mientras hablaban. Se fijaba en los labios pintados, en los ojos verdes. En el nuevo peinado. En todo. Y eso hacía siempre que la veía. Le miraba de arriba a abajo. Se forzaba para no bajar la vista y mirarle el busto. Imposible. En un par de minutos ya estaba mirando ahí. El trayecto fue largo, y sonaba la canción de Don't you worry bout a thing. La cantaron. Les emocionaba cantar esa canción, a ambas les encantaba y les recordaba a las noches locas de fiesta.

- Hemos llegado, ¿no? 

La asociación de padres del instituto. | OT 2017 (CANCELADA)Where stories live. Discover now