amando ser su idiota

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—Troye—

Luego de varias llamadas, conseguí la dirección de la clínica y, de ese modo, el paradero de Simon.  Al saberlo, tome las llaves del auto, le deje una nota a mi padre explicando que me iría por un prolongado trazo de tiempo y que no me esperara. 

La clínica estaba demasiado alejada, debía de conducir al menos toda una noche para llegar en la mañana temprano. No me importaba si tenía que cruzar el océano pacifico para encontrarlo, con tal de volver a besarlo, aunque sea una vez más, me bastaría demasiado. Con el simple hecho de ver ese par de ojos color miel, estaría tan contento que podría explotar. 

Tuve que conducir por horas y horas. El tiempo se hacia corto si pensaba en Simon. 

Quise recordar cada parte de él. Sus ojos color miel, sus pequeñas manos, las marquitas a un costado de su sonrisa, sus dientes perfectos, sus labios brillosos, su voz y aquellos lunares, ¿cómo había podido olvidarme de ellos?

El amor es algo idiota, algo que te vuelve uno... Pero amo ser su idiota. 

Conducía tan sumido en pensamientos, que casi ni prestaba atención al camino. Podía escuchar diferentes voces que repetían las palabras "olvidar", una y otra vez. Mis manos comenzaron a temblar, aunque seguían aferradas al volante. Los ojos se me ponían húmedos y sentí las incontrolables ganas de que todo se acabara a mi alrededor.

¿Qué pasa si Simon ya me olvido? ¿Qué pasa si solo me he vuelto un recuerdo? ¿Y si prefiere quedarse? ¿Qué haré entonces? 

—Soy un idiota —me dije mordiendo, con mis dientes superiores, mi labio inferior, solo para no perder el control y terminar en un llanto que no se calmaría fácilmente. 

Estaba lloviendo a cantaros, cada treinta segundos un refucilo alumbraba todo el cielo dejándolo blanco, seguido de un enorme estruendo. Cada tanto un rayo caía de las nubes, chocando contra la tierra y haciendo explosiones demasiado ruidosas. Era casi imposible conducir de estar forma. Ya había amanecido, aunque el sol era tapado por las enormes nubes negras. Debía de seguir de todas formas, sabía que no podría parar. 

Mis ojos comenzaron a cerrarse sin un permiso previo. Sentía que no podría durar por mucho. Mis parpados pesaban y todo mi cuerpo se relajaba. 

—Despiértate, imbécil —intenté decirme para dejar de cabecear—. ¿Acaso quieres morir, pedazo de idiota? 

Los ojos se me cerraron una ultima vez. Me obligué a abrirlos nuevamente. De la nada un chico se apareció en la mitad del camino. Frené de golpe, a pocos centímetros de él. Me bajé del auto, furioso por el idiota que había salido de la nada. Si llegaba a atropellarlo, sería su maldita culpa. 

—¿Qué carajo te pasa? —dije cerrando la puerta del auto con fuerza. 

Estaba tan enojado con todo, que dudaba que podría guardar una postura coherente. Dudaba demasiado que no golpearía a ese tipo con fuerza. Estaba tan jodidamente frustrado, que me agarraría con lo primero que se me cruzara, y fue ese gran genio. 

Él se acerco hacía mí, parecía perdido y enojado a la vez. Era de la misma estatura que yo, aunque quizá tenía más hombros, de todas formas iba a golpearlo. 

—¿Cómo carajo vas a aparecer de la nada así en el camino? —pregunté acercando mi cara a la suya. 

—Tú y tu mierda de auto casi me matan —refunfuñó—. Es tu puta culpa, pendejo. 

¿Pendejo? ¿Me acaba de decir pendejo? 

Eso bastaba para que explotara. Tomé el cuello de su remera y lo acerqué más a mi rostro, frunciendo el ceño y arrugando la nariz. 

—¿Cómo me haz llamado? 

—Creo que escuchaste bastante bien. 

—Mira, idiota, te voy a dar la oportunidad de retractarte y alejar tu culo del camino. Considérate afortunado, nunca lo hago.

—No lo haré. Eres un pedazo de mierda. 

—Repitelo —mascullé.  

—Pe-da-zo de mier-da.

Fruncí más el ceño. Estaba a punto de romperle toda la maldita cara, cuando de la nada, escuché una tercera voz a mi espaldas. 

—¿Troye? —preguntaron. 

Solté al chico y me di vuelta. Una parte de mí me obligo a no ilusionarme, a creer que no seria lo que esperaba y que solo sería una ilusión. Pero cuando lo miré de frente, cuando sonrió y vi que las lágrimas empezaron a escapar de sus ojos, supe que aquel niño destrozado bajo la lluvia, era mi Simon. 

Me quedé completamente helado. Sabía que estaba sonriendo, pero era involuntario. La vista se me nubló por las lágrimas y comencé a caminar hacía él. 

—Dime por favor que no es un jodido sueño —pedí. 

—Lamentablemente, aun estamos en la asquerosa realidad —respondió Simon. 

—Te extrañe demasiado. Simon, no puedo vivir sin ti, niñito. 

—Troye, yo...

—¿Pueden comerse la maldita boca y dejar de hablar? —preguntó el idiota. 

Y lo hice. Tal y como la primera vez que entre a su habitación, romper con todo y meterle la maldita lengua hasta la garganta. 

¿Hay algún lugar en este mundo donde este mejor que besando a Simon Bell bajo la lluvia en una vieja carretera? No puede existir.  

Amo ser su idiota. 

Lo amo a él. 

BAD BOY GAY (Corrigiendo)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz