el psicópata

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—Liam—

Me la merecía. Me merecía ese maldito golpe más que cualquier ser humano en este planeta. Me había comportado como todo un imbécil y lo sabía. A veces vuelve a pasarme y no sé cómo controlarlo...

Estoy aquí por homosexual —le había dicho a Simon.

No era ninguna mentira. Mi padre me había internado allí por ese motivo. Pero después de estar ahi encerrado, de todas los sedantes para tranquilizarme y de estar rodeado de gente loca, te vuelves parte de ellos. Te conviertes en un loco más.

Papá murió cuando yo tenía trece años, un año después de haberme dejado en la clínica. Me había llamado en la mañana diciendo que iría a verme, pero jamás llegó. Dijeron que fue un choque accidental. Sin embargo, en la autopsia descubrieron que mi padre tenía grandes cantidades de Rufilin dentro de su sistema.

Y después de aquella noticia si me volví loco.

A veces me sentía una persona completamente diferente a la que soy. Es como si mi cuerpo no fuera más que un portal, uno al que llegan diferentes personalidades.

Esta el Liam que sólo dice groserías. El asqueroso que sólo quiere follarse a quien venga, sin importar que él no quiera. El que llora y se deprime por todo. El violento que resuelve todo golpeando. Y por último está el verdadero Liam. El ultimo esta tan vacío que se llena sólo cuando los otros Liams aparecen.

Aquella noche el Liam asqueroso había tomado el control. Luego de que estuviera acostado en mi cama, queriendo matar a los noviecitos por estar follando como animales, él apareció.

Y así terminó. Estaba tirado en el suelo. Miraba al imbécil de Troye, que frente a mi bufaba. Él era un tremendo pendejo que se quería hacer el malo y no era más que una nenita llorona.

Pase la yema de mi dedo anular por debajo de mi nariz, la miré y al notar que estaba manchada con tinte rojo le mostré los dientes. El pendejo de mierda frunció el ceño y no pude evitar sonreír por ello.

—Alejate de Simon o la próxima te rompo toda la cara, ¿entendiste? —amenazó.

Apreté los labios, mire al suelo y comencé a reír.

—¿De qué te ríes? —preguntó gruñiendo.

De que no quería hacerlo, pensé. De que nunca vas a alejarme de Simon.

Me pusé de pie y coloqué mis manos en mis bolsillos.

—De tu rostro, de eso me río —dije—. Si tanto te molesto esto, será porque tienes un pequeño miedo de que Simon te deje tirado. ¿Qué acaso no sabes como tratar a tu linda putita?

Troye me tomó del cuello de la camiseta. Me acercó hasta su rostro y cerró el puño.

—Tú eres un...

—A menos que quieras que yo juegue contigo —le corté.

Me soltó de golpe y me miro abriendo los ojos lo más grande que podía.

—Te volviste demente —gruñó soltandome de golpe y empujandome.

—Si que tardaste en notar eso —reí—. Siempre estuve demente, pendejo.

—Yo no voy a...

—¿Qué pasó? ¿No era que tú estabas tan enojado que me ibas a partir la cara? Adelante matame a golpes y sacame de esta puta vida de mierda.

El hijo de puta negó con la cabeza y me miró serio.

Y así señores es como se mantiene a un subnormal tranquilo y sin ganas de romperte toda la cara.

Troye se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia su habitación nuevamente. Levanté una ceja y le silbe para llamar su atención. El giro y me miro con el ceño fruncido. Me levanté un poco la remera, mostrándole lo que tenía a un costado del abdomen. Una glock que todavía no había utilizado.

—La próxima que te sobrepases me van a importar tres hectáreas de verga tu putita y que ella lloré —gruñí—. La próxima, Urie, te vuelo todos los putos sesos.

Troye me miro con algo de terror. Sé que era horrible pero me gustaba mucho cuando me miraban de aquella forma. Sentía tanto poder.

Oh, como amo tener todo el puto control y el poder de las situaciones.

El retrasado se alejó, aunque no se fue en dirección hacia el cuarto. Sé dirigió hasta su auto y se fue en él.

Me dejó sólo de pie allí.

Aún sentía que la sangre goteaba de mi nariz y empecé a reír. Pase mi mano por debajo de mis orificios nasales sacándole toda la sangre que quedó allí. Mire las yemas de mis dedos llenos del tinte rojo y se me revolvió el estómago. Pero no de una mala manera...

La gente pensaba que estaba demente. La gente creía que era un enfermo mental, un psicópata y un peligro para toda su sociedad de porquería. Si tan sólo supieran todos los pensamientos que tengo, sabrían que no se equivocan.

Me encerré en mi cuarto y me di una ducha. Podia ver rostros en los azulejos, rostros que gritaban sin cesar. Decidí ignorarlos y salí lo más rápido posible.

Me coloque la misma ropa, puesto que no tenía otra. Aún llevaba el puto uniforme del psiquiátrico de mierda ese. Me revolví el pelo e intente callar a mi cabeza por un segundo.

Quizá si me estaba volviendo loco después de todo.

Me senté en la cama y me quedé mirando a la nada por largos minutos.

—¡Ya sueltame, Jerome! —escuché que Simon gritaba.

¿Jerome? ¿Quién mierda era Jerome? Debía de ser una alucinación. Pensé que sería mejor que se las arreglará por si solo. Pero el alma se me encogió al escucharlo llorar.

Me pusé de pie y caminé hasta su habitación. No toqué la puerta, la abrí directamente y me quedé observando lo que sucedía allí dentro.

Simon estaba en un esquina del cuarto, estaba con las piernas apoyadas sobre su estómago y su cabeza estaba apoyada en sus rodillas. Su espalda subía y bajaba por el llanto que estaba largando.

—Eh, putita, ¿qué te sucede? —pregunté.

Él levanto la vista y me acerqué hasta él. Me puse de cuclillas y coloqué una de los manos sobre su hombro.

—¿Acaso ese tal Jerome está molestando de nuevo? —inquirí.

Parecía inquieto. Mucho más de lo normal.

Simon asintió como respuesta.

—¿Qué ha hecho? —pregunté.

—D-dijo que no me dejaría acercarme a Troye nunca más —murmuró.

Alucinación, se que no eres real, pero te puedes ir bien a la mierda por lastimar al niño, pensé.

La verdad es que me gustaría que así fuera, pero me doy cuenta de que Simon lo ama.

Simon ama a Troye.

Simon no me ama a mí.

Mierda, como duele está verga.

BAD BOY GAY (Corrigiendo)Where stories live. Discover now