ºCapítulo 4º

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—¡¿Qué voy a hacer ahora?! ¡No puedo volver a mi época, tampoco puedo volver con mis amigos! —exclamó por enésima vez la azabache mientras veía incrédula aquel reloj que parecía desaparecer un poco más por cada segundo que pasaba —En primer lugar ¿Por qué me tuvo que pasar esto a mí?

No lo entendía. Hace tan solo unos días habían derrotado a Naraku, luego fue echada del Sengoku Jidai y finalmente el pozo la había transportado a la época equivocada. Dejándola al cuidado de una mujer que supuestamente la odiaba.

Un escalofrío recorrió su cuerpo y alzó la vista, encontrándose con un cielo anaranjado que anunciaba la caída del atardecer. Había sido un día largo y necesitaba descansar, procesar muchas cosas y encontrar una posible salida. Mientras tanto tendría que mentir, no le agradaba para nada pero era la única manera de hacer tiempo hasta lograr volver al lugar al que pertenecía.

—Es hora de volver…

Volteó a ver una última vez su antiguo reloj, el cual finalmente desapareció y decidió encaminarse a la aldea.

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—Bueno, esta es nuestra sala donde nos sentamos a comer. También hay un espacio para que puedas encender una fogata y la letrina está a unos metros de la casa así que procura ir con un farol porque a la noche no se ve nada —explicaba la niña alegremente mientras le mostraba el interior de la casa. La conocía a la perfección, hasta podría decirle donde ocultaba el dinero o la comida extra, pero no quería matar las ilusiones de la pequeña así que solo le sonrió mientras escuchaba atentamente —Si sigues por este pasillo —señaló— y giras a la derecha te encontrarás con el cuarto de mi hermana. Es muy grande y limpio, siempre lo limpia cada mañana antes de irse a…

—Kaede —llamó la sacerdotisa seriamente, anunciando que estaba hablando de más.

—Oh, cierto. Perdona hermana —su deber era enseñarle las habitaciones a su invitada, no su rutina ya que de eso se encargaría la mayor.

—Está bien Kaede, solo espero que no se repita —la niña asintió en su dirección.

—Tu cuarto es el que está casi al final, en la habitación de huéspedes. Ven, te lo mostraré —tomó su mano y la joven se dejó llevar hacia el cuarto que, en un futuro, estaría destinado a guardar pilas y pilas de vendajes y ungüentos que utilizaba constantemente su grupo para curar las heridas obtenidas en batalla. Se sonrió levemente, recordando a sus amigos ¿Qué estarían haciendo ahora?—. Es una habitación pequeña, pero tiene un futón, la lámpara de aceite cargada y algunos edredones extra en la esquina para los días de frío. Afortunadamente dudo que los uses porque en verano se suele dormir sin nada, pero puedes usarlos si gustas —volteó entonces a mirarla— bueno, te dejo para que mi hermana te dé las instrucciones de la casa. Nos vemos, Kagome-chan.

—Nos vemos pequeña, duerme bien —se despidió. Pues la noche había caído y cada quien se disponía para irse a dormir. A excepción de cierta persona que juraría estaba por purificarla solo con la mirada. Gracias a Dios no era un demonio.

La pequeña salió del cuarto y ambas mujeres la siguieron con la mirada. Cuando la vieron doblar en una puerta y meterse dentro se miraron mutuamente. Una examinaba a la otra, quien solo atinó a tragar pesadamente.
Vio a su encarnación arrodillarse frente a ella, ahora sin mirarla mientras se soltaba el cabello. Dándole un toque más frío de lo usual.

—Bien… Kagome, ¿No? —la azabache solo asintió— te explicaré las reglas y costumbres de esta casa así que presta atención porque no lo repetiré —añadió con severidad—. Kaede y yo solemos levantarnos apenas despunta el alba y hacemos las tareas del hogar. Barremos, limpiamos y lavamos los pisos al igual que las paredes, letrinas y habitaciones así que deberás colaborar con ello. Después...

¡𝑶𝒕𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒛!Where stories live. Discover now