°Capítulo 9°

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Se mantenía en el lugar de siempre, mirando fijamente la entrada del lugar por si veía pasar alguna sombra sospechosa. Había dejado de abrazarse desde hace un tiempo, los rayos dejaron de caer a pesar de que afuera seguía lloviendo.
   Desvió su mirada a un costado, encontrándose con la mujer que seguía despierta a pesar del paso de las horas. La vio cabecear varias veces en la noche y querer entreabrir los labios a causa del cansancio en más de una ocasión. Estaba empapada de pies a cabeza y su aspecto era terriblemente desalentador. A pesar de eso seguía despierta, ¿Por qué? Necesitaba que cerrara los ojos, solo un segundo para poder largarse de aquel lugar antes de que fuera demasiado tarde. Con ella de por medio no podría atravesar fácilmente la entrada y no dudaría en seguirlo una vez más.

De vez en cuando ella volteaba a verlo, intentaba gruñirle o mirarla de mala manera para que desviara la mirada pero eso no parecía funcionar. Solamente se le quedaba viendo y al ver su reacción le sonreía.

¿Qué mierda le causaba gracia? Al final acababa por desviar él mismo la mirada, harto de toda la situación. No veía la hora de que amaneciera.

Lo notó inquietarse repentinamente, mirando con anhelo la gruesa madera que cubría la entrada. Toda la noche mantuvo la vista fija en el lugar, pero ahora se lo notaba realmente ansioso. Se despabiló completamente al notar que, según sus cálculos, no debía tardar en amanecer. Y aunque generalmente él se regodearía por saberse “libre” de su condición, ahora eso no hacía más que inquietarlo al saberse descubierto. Se lo notaba molesto y volteaba a mirarla con mucha más furia que antes, clamando estar solo.

—¿Qué te sucede? —claro que sabía lo que pasaba, pero quería entablar una conversación.

Él solo se removió un poco más en su sitio, tratando de sumirse lo máximo posible en la oscuridad del lugar. Todavía sin apartar la mirada de la extraña mujer.

—¿Estás bien?

¿Estar bien? ¡Con una mierda iba a estar bien! ¿Qué verga le importaba? Estaba por transformarse delante de ella y estaba seguro de que aquello no acarrearía nada bueno, podría contarle a los demás aldeanos o peor lo purificaría ahí mismo. Solo un pobre idiota no se habría percatado de sus ropajes y profesión.
   Estaba tan nervioso que no notó cuando ella dejó su lugar y comenzó a acercarse lentamente.

Tenía la mirada perdida y sus manos comenzaban a temblar ligeramente, ansiando recuperar su poder y sintiéndose impotente ante tan frágil situación. Probablemente debía de sentirse humillado al tener pánico de una mujer. Con esfuerzo apoyó ambas manos a sus costados y se propuso levantarse. La ropa salió con pequeños trozos de lodo en él y volvió a sentir el frío envolverla, tuvo el impulso de abrazarse pero prefirió dejar eso para después. Sus piernas seguían entumecidas y eso hizo que utilizara el doble de fuerzas mientras intentaba acercarse a su amado que tan asustado estaba en esos momentos. Apenas estaba por llegar frente a él, cuando enfocó repentinamente sus ojos en ella, aparentemente notando que se encontraba más cerca que antes.

—¿Qué haces? —su voz sonaba molesta, más como una advertencia que como una pregunta.

Kagome detuvo su andar, pero estiró una de sus manos para intentar tocar su cabello. Quería consolarlo, quería estar en el momento en que despuntara el alba, quería sentir que algo de su InuYasha aún permanecía en este que acababa de conocer así sea simplemente la suavidad de su cabello. Estaba realmente cerca, estiró sus dedos y casi podía sentir una de las oscuras hebras rozar sus uñas, pero entonces una mano la detuvo.

—No te atrevas a tocarme —retó.

Soltó la muñeca femenina con brusquedad. No es que le gustara ser rudo con las mujeres, pero en ese momento se sentía amenazado y aquel traje de sacerdotisa no hacía más que recordárselo.

¡𝑶𝒕𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒛!Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt