ºCapítulo 13º

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    Llevaba tiempo caminando por el bosque y no lograba dar con ninguna pista que le indicara el paradero de Kagome. A esa chiquilla vaya que le gustaba perderse, seguramente le encantaba ponerle los pelos de punta y jugar a “¿Quién mata primero a Kikyo de un paro al corazón?” Oh, se nota que le encantaba.
     Una de las ramas de un árbol llegó a golpearle ligeramente el rostro por pasar demasiado rápido. Ya había recorrido buena parte del bosque, los senderos más concurridos no tenían huellas frescas o rastros de energía que pudiera rastrear. Por eso mismo ahora estaba revisando la parte más oscura y desolada del lugar, pero a decir verdad allí tampoco percibía la energía de Kagome. Comenzaba a preocuparse seriamente y una mueca de disgusto se dibujó en su rostro. En cuanto la encontrara, si lo hacía, gastaría parte de sus ahorros como sacerdotisa para comprar una de las mejores cadenas que los herreros pudieran forjar y colocaría una estaca a las afueras de la cabaña. Podría sonar exagerada, pero ni siquiera su hermana menor se había perdido durante tanto tiempo ¡Y para colmo en el mismo lugar!

       Revisó detrás de los árboles, en claros y posibles cuevas. Inclusive dio con una madriguera de conejos, pero ella no estaba. La posibilidad de que Kagome fuera raptada o inclusive devorada por algún demonio crecía a cada segundo, al igual que su preocupación. Justo cuando comenzaban a acabársele las ideas sintió un gran poder espiritual inundar el lugar.

—Esto es…

Titubeó por breves instantes. Podría ser otra sacerdotisa, podría ser la desgraciada de Tsubaki intentando arrebatarle la perla. Su indecisión se vio camuflada bajo un semblante serio e indiferente, preparada para cualquier ataque. Pero en cuanto su cuerpo sintió que la energía era pura, completamente limpia, supo que no podía ser de otra persona más que Kagome. Afirmó el arco en su hombro y comenzó a correr en dirección de esa energía, pero no tardó demasiado en esfumarse. No importaba si desaparecía, ya tenía el rastro. Conforme avanzaba entre los matorrales pudo observar destrozos en el área. Troncos arañados, ramas caídas y huellas claramente perceptibles en el suelo del lugar. Una era humana, la otra… no mucho.

—Resiste, Kagome.

No debería preocuparse demasiado, ella era una sacerdotisa y Kaede le dijo que se llevó su arco y flechas pero… estaba en entrenamiento. No sabía si sería capaz de disparar al enemigo a tiempo, si éste era un cambia formas o simplemente un ogro como tantos otros. Eso la aterraba, el no saber. No saber si estaría bien y a qué clase de enemigo se enfrentaba.
   Esquivó una última rama torcida y llegó a un barranco. Temió lo peor.

—Kagome, tú… —se cubrió la boca, intentando ahuyentar esos pensamientos.

Sacudió la cabeza. Aunque ella hubiera caído por ese barranco el suelo debería estar mínimamente arañado. Se agachó en la orilla, forzando la vista.

—No, ella no cayó en este lugar —pues aunque la buscó insistentemente no se veía ningún cuerpo en el fondo.

¿Entonces dónde? ¿Dónde estaba Kagome? Por fortuna no tuvo tiempo de formular una tercera pregunta. Sus oídos lograron captar ligeros suspiros. Podría ser ella, no, estaba segura de que se trataba de Kagome.
   Sin perder tiempo siguió el sonido de los suspiros, más bien parecían jadeos agitados y no le extrañó demasiado, si Kagome había sido quien liberó la energía de momentos antes entonces debía estar terriblemente agotada.
    Caminó por la orilla del barranco intentando no caerse, sentía que estaba cerca. Pasó entre medio de dos árboles para poder ver mejor y allí la encontró.

—¡Kagome!

    La susodicha levantó ligeramente la mirada en respuesta mientras seguía tratando de llevarle oxígeno a sus pulmones. Kikyo no se mantuvo un segundo más en su sitio y corrió a socorrerla. Se arrodilló a su lado y dejó las armas de lado mientras revisaba que no tuviera ningún tipo de herida.

¡𝑶𝒕𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒛!Where stories live. Discover now