ºCapítulo 15º

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—¿Y esto? Parece una especie de peineta, una muy costosa peineta —agregó al fijarse en las pequeñas piedras brillantes incrustadas en el accesorio—. Oh, necesito una de estas... es una muy buena pipa.


Se había cansado de estar sentado, por muy cómodo que le resultase, y ahora husmeaba la habitación a detalle. Si bien se había percatado de lo costoso de los muebles con solo mirarlos, tocarlos era algo muy diferente. Detalles increíblemente inquietantes para quien sabía apreciarlos. Tanta riqueza junta era sospechosa, ni aunque tuviera los mejores caballos y los campos más fértiles el terrateniente podría permitirse esa clase de lujos o al menos no todos en un mismo lugar, casi amontonados. No, esto era...

—Un nido de ratas.


Estaba a punto de darse la media vuelta, salir de la mansión y correr a buscar a Khan. Probablemente atado en alguno de los establos del lugar. Pero, como bien dije, "estaba". Justo en ese momento entró el hombre que le dio la bienvenida. Se colocó en el suelo con los ojos cerrados a la velocidad de la luz, simulando que seguía entretenido con el sake.

—Monje.

—¿Sí? —el aire solemne salía con completa naturalidad.

—Nuestro señor ha dicho que puede quedarse.

—¡Es esa una estupenda noticia! Dígame, ¿Dónde me alojaré?

—Aquí mismo —el pelinegro abrió uno de sus ojos, sospechando lo que su anfitrión le diría—. El señor ha sido generoso y le ha asignado su propia habitación para pasar la noche.

—Ya veo. —Se levantó y dejó el sake en el suelo para dirigirse al hombre frente a él, quien lo miraba expectante— ¿Y las preciosuras?

—¿Disculpe?

—Hablo de las geishas, por supuesto. He escuchado algunos gritos que provienen del interior de la mansión, me imagino que no estamos solos y me gustaría recibir el mismo trato.

—¿Pero no es usted un monje? —aquello sí que no se lo esperaba, ¿Un monje libidinoso? ¿Desde cuándo?

—Pues claro que lo soy —se llevó una mano al pecho en señal de promesa— ¡Y es mi deber escuchar a las hijas de Buda! Ya sabe, verificar que todo crezca como debe ser —sus ojos tomaron un brillo especial y el ladrón podría jurar que de su boca caía un hilo de baba.


No sabía qué hacer. ¿Sacarle un par de concubinas a su jefe sólo para darle el gusto a ese tipejo?


—Además un poco de entretenimiento no me vendría mal antes de realizar mi exorcismo —añadió.

—¿No había dicho que era una nube de mala suerte?

—Ah, ¡Pero es que también he notado la presencia de un espíritu! Si trae a un par de jovencitas aquí entonces no le cobraré extra. Tómelo como un descuento de amigo —y le guiñó un ojo de forma coqueta, mostrando su resplandeciente sonrisa.

Se limitó a asentir de mala manera y salió de la habitación. Le daría lo que quería solo por esta noche, no importaba, eso solo añadiría un poco más de tortura a la hora de matarlo. Claro, una vez realizadas todas sus tareas como "mensajero de Buda". Tal vez los muchachos se divirtieran con su cuerpo y lo violarían minutos antes de decapitarlo con la espada.

—Monje baboso.

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—¡Baja esa barrera, niña!

—¡No lo haré! —Kikyo la miró con odio, estrechando la mirada y emitiendo un quejido de hartazgo— ¡Tienes que entender!

Bajó los brazos, deshaciendo la barrera que protegía al hombre detrás suyo —quien era un mudo espectador— en una clara muestra de paz. La otra, en cambio, no bajó la flecha o titubeó siquiera. La vio apretar los dientes y soltar otra flecha.

—¡No, eres tú la que tiene que entender!

Kagome no se detuvo a pensar en sus palabras y deshizo la flecha con un simple ademán, haciendo que su energía eliminara el arma que pretendía dañarlos.

—Debes pelear con tus enemigos Kagome, no con tus amigos.

—¡Pero él es mi amigo! Él…

—¡Es un demonio! —contestó y se apresuró a colocar una nueva flecha en el arco. Escuchó que el asqueroso ser gruñía detrás de la chica, enojado por la forma en que se refería a él— Los demonios nunca podrán ser amigos de los humanos. Solo traen sangre, desgracia, muerte y…

—¡¿Es que nunca me escucharás?!

La voz de la muchacha se notaba especialmente afligida y desesperada. La escena que frente a él se llevaba a cabo era tan surrealista que le impedía reaccionar. Lo único que alcanzaba a hacer era gruñir y mantener todo el cuerpo en tensión, alerta. Sus piernas no respondían, no podía irse de allí pero tampoco podía quedarse con esa fría sacerdotisa que estaba encaprichada con purificarlo. Sin embargo, la determinación de la mujer que lo “protegía” lo hacía sentirse a salvo y tal vez era por eso que no se esforzaba más en escapar. ¿Cómo iría a terminar todo esto?

—No hasta verlo muerto.

—Y yo no te dejaré hacerlo —se apegó a él, intentando cubrir la mayor parte de su cuerpo con el suyo propio. Queriendo protegerlo de todo posible ataque, como solía hacerlo él cincuenta años en el futuro.

—Pues que así sea.

Kikyo disparó y Kagome se preparó para contestar rápidamente. Afianzando los pies en la tierra, colocando la flecha en el arco y disparando a la velocidad de la luz. Su flecha fue a dar directamente con la que ahora era su enemiga, con una precisión que no había adquirido ni siquiera en las batallas más cruciales. El aura rosada y azul se encontraron, creando una explosión de luz similar a la que Kagome recordaba haber visto el día que la perla de Shikon se partió en miles de fragmentos.

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Las muchachas miraban con devoción a su nuevo cliente. Este era, en comparación a los cerdos que les tocó atender anteriormente, todo un caballero. Habían empezado la función con un baile hecho por tres de ellas mientras que otras dos se encargaban de servirlo y mimarlo. Había tocado los pechos de dos de sus hermanas e incluso había jugado a perseguirlas alrededor de la estancia. Sin embargo, no llegaba a más. Ahora bebía sake, muy alegremente, mientras hablaba y hablaba sin parar.

—Esta la gané en un torneo y esta otra me fue otorgada cuando vencí a un oso-comadreja que vivía en una villa— el hombre alardeaba, medio borracho, de sus heridas obtenidas en supuestas batallas.

—¿Y no le duele?

—¡Ja! Por supuesto que no, los hombres no sentimos dolor mas que por la mujer a la cual amamos.

—Oh, excelencia, ¡Es todo un romántico!

—Ojalá todos los hombres fueran así —las demás suspiraron, dándole la razón a la mayor mientras se perdían en sus fantasías.

—¿Y esa cicatriz en su rostro?

—¿Mmm? ¿Esta? —apuntó a su mejilla, señalando una cruz grabada profundamente en su piel.

Las concubinas asintieron, todavía sentadas alrededor de él pero acercándose un pasito más. Sin querer perderse una sola palabra que saliera de esos perfectos labios.
     Un florero o vasija se estampó contra el piso y los golpeteos contra las paredes se hicieron presentes. Todos giraron la cabeza en dirección al ruido y un hombre entró tambaleando en la estancia.

—¡Monje, es hora de que hagas tu trabajo! —miró ceñudo al suelo, notando a las mujeres con ropa y sentadas muy cómodamente— ¡Y lo mismo va para ustedes, putas! Vayan ahora mismo con su señor.

Las más jóvenes siguieron a la rubia, quien lideraba todo, cabizbajas. Al pasar al lado del hombre éste le dio una nalgada, como si de un caballo se tratase. El monje no pudo evitar hacer una mueca de disgusto, mueca que eliminó al notar que el ladrón lo observaba.

—Ja, putas, les pagas y se lo pasan por el coño. Al final hacen lo que les da la puta gana. Pero en fin, es hora de que saques la mala suerte de esta casa y lo que sea que hayas visto, ¿Me oyes? De lo contrario terminarás mal —advirtió. Pero pobre diablo, lo hiciera bien o mal le iría para la mierda; pensó.

Una vez que todas las mujeres desaparecieron entre los pasillos, se dispuso a guiarlo fuera del lugar. El monje examinaba cuidadosamente cada rincón del lugar. Buscando hendiduras por donde pudiera ser espiado o escondieran armas.

—¿Y entonces cómo piensa hacerlo?

—¿Ah? ¡Ah, sí! —sintió la tierra bajo sus pies, el calor sobre su cabeza y el aire colarse entre sus ropas. Estaban fuera de la mansión— Bueno, verá, todo esto se basa en una simple y sencilla consigna —el hombre lo miró con desconfianza.

—¿Y la consigna es…?

—Sin importar qué tan fuerte o tenebroso sea el ruido... Nadie debe entrar, ni  salir.

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Las flechas entraban y salían rápidamente en su rango de visión. Las arqueras parecían no cansarse nunca y sacar una nueva cada vez con mayor velocidad, intentando adelantarse a su oponente. La de cabello largo dejaba entrever claras intenciones asesinas hacia su persona. Le desagradaba cada fibra de su ser. Su olor, su cabello, su mirada, ¡Su estúpida y chillona voz! La otra, la niña, en cambio, atacaba con precisión pero con la única intención de defenderse. Bueno, a decir verdad solo quería defenderlo a él. Una que otra flecha fue más rápida que sus dedos, pero ella logró interponer parte de su cuerpo, recibiendo el ataque y dejando ligeros cortes en su rostro y brazos. No llegaban a penetrar la piel porque su energía eliminaba la flecha antes de que ésta ocasionara más daños.

Poco a poco el tiempo hizo lo suyo. Comenzaban a agotarse y una de las dos tenía menos armas que la otra. A Kikyo le quedaban tres flechas, a Kagome solo una. Bien sabía que a su encarnación le bastaba tener solo una para acabar con el mismísimo Naraku. Miró sobre su hombro, aprovechando el destello que el choque de ambas flechas ocasionó. Sin confiarse demasiado, tomó entre sus dedos su última y decisiva flecha.

—Huye —dijo.

—¿Qué?

—Que huyas. Ella no se detendrá hasta asesinarte… y no quiero que te haga daño —agregó—. Yo la distraeré y tú podrás escapar.

—Como si fuera a confiar en una…

—¡Solo hazlo! —lo empujó hacia atrás, con los ojos encendidos por la adrenalina del momento y el corazón latiendo a mil por hora. No sabiendo cuánto tardaría en verlo luego de lo que acababa de pasar.

Vio que la miraba con el ceño fruncido y la mandíbula tensa, estaba enojado pero seguía sin marcharse. Usó un poco de su poder espiritual y volvió a empujarlo dándole una pequeña descarga.

—¡Vete! —lo vio girarse y tener claras intenciones de marcharse, se sentía herido pero era la única manera de alejarlo. Esperaba que algún día lograra perdonarla.

Volvió a concentrarse en la mujer frente a ella y trató de llenar la flecha con toda la energía posible con la intención de crear una explosión más grande aún. La luz poco a poco se disipó. Ni bien una pudo ver la silueta de la otra, se dispusieron a tomar una vez más el arco. Colocaron el arma en posición y dispararon, cada quien teniendo fe en su ataque. Nuevamente la energía las forzó a cerrar los ojos y ella sintió que el alma se le partía en dos. Lo había perdido, ya jamás volvería.

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El poblado entero se encontraba fuera de la casa. El estruendo era tal que hacía temblar levemente la tierra, un estruendo que podría asemejarse al bullicio que ellos hacían al saquear. Tras  dejar al hombre a solas en la casa para realizar el trabajo comenzaron a escucharse ruidos extraños casi al instante. Primero fueron leves golpeteos, los mismos que fueron aumentando hasta transformarse en una especie de terremoto. El escándalo era tal que pasaron de ser diez hombres afuera de la casa a toda la aldea en cuestión de minutos.

—Jefe, ya lleva mucho tiempo metido allí dentro. ¿No cree que es hora de intervenir?

—Silencio, Yako. Yo decidiré cuándo es momento de actuar. Déjalo trabajar, luego nos divertiremos —sonrió con malicia, enseñando parte de su dentadura. Sus ojos oscuros y profundos destilaban tal maldad que lograron erizarle los vellos de la nuca a todo su séquito, mandándolos a callar.

Pasaron otro par de minutos que parecieron eternos donde el ruido que salía de la mansión solo parecía aumentar. El ente que se encontraba dentro debía ser especialmente aterrador, con una fuerza atroz. Compadecía al monje, luego de tanto esfuerzo pasaría sus últimas horas en el más inmundo y agonizante dolor. Finalmente se escuchó el sonido que hace el papel al rasgarse, seguido de un silencio sepulcral que los demás interpretaron como el final de la batalla. Pero, por seguridad, esperaron una hora más. El demonio podría no estar totalmente exterminado o tal vez el monje quisiera limpiar un poco las energías del lugar antes de permitirles entrar.
   Cuando todo parecía estar en completa calma miraron a su superior, quien les sonrió. La veintena de hombres, los más allegados al líder, se relamieron los labios y aflojaron levemente su cinturón. Oh, cómo iban a disfrutar esto.

Entraron uno por uno, carcajeándose mientras imaginaban la cara del pobre desfigurada por el dolor. Lo único que llevaban era una soga y los pantalones dejando ver su hombría. Llegaron al salón principal, listos para someterlo.

—¡¿Pero qué mierda?!

—¡Jefe, venga a ver esto!

Entró entre los demás, abriéndose paso para ver lo que observaban con tanto asombro. Abrió los ojos desmesuradamente y apretó los dientes lleno de ira.

—¡¿Dónde cojones están mis cosas?! —miró al resto con los ojos inyectados de sangre, dando una orden muda.

El grupo se dispersó en cuestión de segundos, vociferando el nombre del monje intentando encontrarlo. Mientras tanto, el líder permaneció en su sitio. Examinando el interior de la sala. Todas, absolutamente todas sus cosas habían desaparecido como por arte de magia. Las vasijas grabadas con oro, los papiros hechos de seda, ceniceros de piedra lijada, ¡Los cuencos de mármol!
    Escuchó pasos apresurados y se volteó con una rapidez inhumana. Tomando al intruso por el cuello, sin importarle si se trataba del puto monje o de uno de sus hombres.

—J-jefe… No puedo res… pi…

—¿Lo encontraron? —apretó más el agarre, esperando una respuesta afirmativa.

—No —volvió a intensificar la fuerza con la que lo sofocaba—. Se ha llevado… to… do.

Un alarido descomunal inundó la mansión y los alrededores, llegando a sus oídos. Miró hacia atrás mientras esbozaba una sonrisa y pateaba ligeramente el vientre de su acompañante.

—Vamos Khan, apresura el paso o no tardarán en encontrarnos —el gigantesco animal solo relinchó en respuesta y comenzó a trotar. Arrastrando la carroza y guiando a los demás caballos.

En cuanto vio el excesivo lujo con el que estaba equipado el supuesto terrateniente supo que estaba en peligro. Pero no podía irse así nada más, no podía dejar toda esa riqueza allí cuando había niños muriendo de hambre ni ignorar el maltrato que sufrían esas mujeres. Probablemente ni siquiera se dedicaban a eso, debían de haber sido robadas de sus casas hace ya bastante tiempo.
    El sonido metálico del oro hacía contraste con el feroz galope y las ruedas de la carroza se resentían con las rocas del lugar. Sería un viaje muy largo.

—Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón —canturreó.

La tarde era en verdad preciosa.

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Tomó la cubeta una vez más y la tiró con fuerza sobre la muchacha. Haciendo que el frío calara sus huesos.

—¡Eso es para que se te quite lo tonta!

—¡No me llames tonta! —se secó el rostro parcialmente con el dorso de la mano y frunció el ceño antes de contestar. Esta sería una buena reprimenda y estaba preparada.

—¡Pues es lo que eres, niña tonta!

—¡Qué no lo soy, maldita sea!

Luego de que Kikyo creyó estar cerca de la victoria, se apresuró a hablar. Claro que no la dejó hacerlo y se abalanzó sobre ella en cuanto se dio cuenta de que estaban solas. La tomó bruscamente de un brazo y la arrastró de vuelta al poblado. Cuando intentó zafarse la tomó de los pelos, oh sí, esta vez realmente la trajo de los pelos a la casa. Le dolía el cuero cabelludo y tenía ganas de llorar, no podría frotarse por un par de horas hasta sanar. ¿Por qué tenía que ser tan cruel? Se suponía que se enamoraría de InuYasha en una especie de pasado alterno, ella no debía reaccionar así ¿O sí?
    En cuanto llegaron abrió la boca intentando explicarse, pero la ignoró olímpicamente mientras iba a buscar quién sabe qué. No tardó demasiado en entenderlo en cuanto vio que traía su tan querida amiga en manos: la cubeta. No le dio tiempo siquiera a esquivarla, la llenó de agua y su cabeza quedó adornada con el extraño balde de madera. Su cabeza dolía mucho más ahora. Como si no le bastara gastar toda esa energía en vano, además tenía que sufrir insultos y agresiones.

—Pues a mí me parece que sí lo eres Kagome, ¿Qué estabas haciendo con un ser impuro? Un asqueroso y sucio…

—No te atrevas a llamarlo así —amenazó.

—¿O qué? ¿Ahora vas a defenderlo? —se rio mientras se tapaba levemente la boca con ayuda de su mano. Esa chiquilla sí que era ingenua.

—¿Y qué si lo hago? Él no es malo Kikyo, él es...

—Un hanyou, es todo lo que será y es lo único que necesita ser para que lo purifique. No deberías haberlo ayudado, ¿Y si te lastimaba? ¡Le diste la espalda! Pudo haberte matado, ahora mismo podría estar curando una herida que tú misma te dejaste hacer por estúpida.

—Sí, podría haberlo hecho —Kikyo pareció relajarse, le estaba dando la razón—, pero no lo hizo —y volvió a tensarse.

—Algún día te costará caro tener un corazón tan puro, Kagome.

La colegiala le dio la espalda mientras estrujaba su cabello y parte de sus ropas. La vio marcharse aún enojada, pero también algo más calmada ahora que se había descargado. Siempre le funcionaba, tanto con su madre como con Inuyasha. Si los dejaba desahogarse entonces las discusiones terminaban antes. Vio caer las últimas gotas de agua y sonrió tristemente.

—Te equivocas Kikyo, ya me ha costado todo.

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—Aquí las dejo, preciosuras.

Luego de un par de horas lograron encontrar otra aldea escondida en las montañas, con poca gente pero tranquila. El carro en el que iba sentado dejó escuchar risas y debajo del mantel que lo cubría se asomaron unos rostros curiosos y risueños. Admirando el paisaje.

—¿Aquí? —preguntó una.

—¿No se quedará con nosotras? —secundó la mayor de todas.

—No, lamentablemente no, señoritas. Mi camino está con Buda y, por ende, debo seguir —las cinco se miraron con tristeza y asintieron.

Los caballos se abrieron paso entre las rocas y subieron una colina tras otra hasta llegar a la entrada del lugar. Él se bajó y desató a Khan, dejando a las concubinas confundidas.

—¿No se llevará el oro?

—No, es para ustedes. Para el pueblo —agregó—.

Una por una bajaron del carro, adoloridas por el viaje pero con la alegría pintada en sus rostros. Se acercaron al joven y le dieron un beso en la comisura de los labios como agradecimiento. Se sabía que nunca debes besar a una puta en los labios porque no sabes qué ha hecho con ellos, pero ellas querían darle las gracias de alguna manera y la única forma en que sabían hacerlo era con su cuerpo.
    Por una vez en su vida se comportó decentemente y aceptó el pequeño obsequio agradecido. Con un último vistazo se subió a su corcel y se despidió con la mirada.

—Sean felices y nunca, pero nunca —enfatizó— dejen que un hombre les haga esto.

Señaló la cicatriz en su mejilla, recordando los azotes que sufrió en el pasado por parte de su padre. Ese hombre tan avaro y borracho que todo lo que hacía era golpearlos hasta el hartazgo, el que asesinó a su madre y lo abandonó a su suerte. El motivo por el cual ahora era un monje que se ofrecía a ayudar al prójimo y cuidar de las mujeres, a todas esas bellezas.

—Y claro, nunca olviden —pateó a Khan, quien inició el galope cuesta abajo— ¡Al monje Miatsu!

Lo vieron desaparecer entre las piedras y el paisaje imponente. Se despidieron con un ademán y lágrimas en los ojos hasta que lo perdieron de vista. Luego se miraron entre ellas y sonrieron, mirando esta vez las cabañas que delante se encontraban. Al fin comenzaba su nueva vida.

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Estaba sumido en la oscuridad mientras bebía sake, del interior de su boca brotaba una mezcla viscosa que se confundía con la bebida y el licor. El lugar estaba totalmente destrozado, producto de su furia. El desgraciado se había escapado por una de las puertas hechas de papel y se había llevado cada mísera moneda u objeto de valor que se encontraba en su camino.
   Oyó un ligero golpeteo y arrojó la jarra con sake contra el suelo, derramando el licor.

—¡Entra!

Sabía bien de quién se trataba. El joven de cabello negruzco hizo una seña con la mano y el resto no tardó en entrar a la habitación. Iluminaban tenuemente el lugar con ayuda de antorchas. Afuera se escuchaba el revuelo que causaban los caballos, el metal de los cuchillos y trinches resplandecía con ayuda del fuego.

—¿Y ahora? —preguntó el pelinegro.

—¿Ahora? —se puso de pie, tambaleando— ¡Ahora a saquear!

Lo que perdieron no fue nada, se forzaba a creer que no era nada. Todo lo que perdieron ahora sería triplicado, la desgracia ahora tendría un nombre con el que llamarse y una hora para salir, no tendría descanso alguno. Salieron entre gritos y silbidos, manteniendo quietos a los animales. Se subió al más grande y morrudo, de patas fuertes y lo suficientemente joven como para correr largas distancias sin cansarse. Afianzó el cuchillo a su cinturón y pateó fuertemente al animal, haciéndolo relinchar de puro dolor.

—¡Atacaremos todas las aldeas del Este!

—¡Sí, señor!


Continuará…

¡PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN! Sé que me demoré DEMASIADO en actualizar, pero tengo muy buenas explicaciones:

—Ya soy estudiante de medicina :D
—Fui y volví de mi viaje de egresados :c
—Al volver había olvidado todo lo relacionado con el fic y tenía que releerlo porque no pienso publicar un fic con incoherencias.
—Ya terminé el colegiooo ;-;
—Pensaba abandonar el fanfic por un poco más de tiempo hasta que recibí un review pidiéndome que vuelva. Quiero que sepan que yo leo cada comentario y que ese minutito que le dedican es un gran regalo para el escritor porque compensa de alguna manera todo el empeño que le han puesto al escribir. Si no hubiera sido por ese review, de tan solo un renglón, este fic seguiría en hiatus. ¡Gracias por comentar!
—Fui drogada en un transporte público e intentaron secuestrarme. Por suerte pude contener las náuseas y bajarme antes de sufrir una parálisis total. Estuve ocupada con la denuncia y la divulgación del caso.

Ahora, ¡La noticia más importante! ¿Quieren que haga un reto de 30 días de one-shots de Inuyasha y Kagome o que siga actualizando? Cabe destacar que este fic volvería a actualizarse a principios de enero y de manera más regular (ya que tendré todo un mes para hacer borradores). El fanfic finalizará antes de abril, es decir, antes de que comience mis clases de medicina.

Una vez más, gracias a las personas que comentaron en el capítulo anterior y un beso enorme a la persona que comentó a pesar de que pasaron meses desde el último capítulo. ¡Los extrañé y prometo no defraudarlos! ¡Díganme lo que les pareció y no se olviden de votar: ¿RETO O ACTUALIZACIÓN?!

5.12.18























¡𝑶𝒕𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒛!Where stories live. Discover now