ºCapítulo 12º

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      Corría lo mejor que podía, tan rápido como sus piernas se lo permitían. Escondiéndose ocasionalmente detrás de los árboles evitando las filosas garras que volaban en su dirección. Intentaba no trastabillar con sus holgados pantalones, pero el aire comenzaba a faltarle y aunque respirase por la boca no llegaba suficiente oxígeno a sus pulmones.
     Pronto tuvo que detenerse, no por la presión en su costado derecho —que anunciaba una fatiga y derrota inminentes—, ni por el barranco frente a sus ojos, tampoco por el ligero tintineo que llegó a sus oídos sino por una risa. Una varonil y socarrona risa, de esas que te hacen saber que fallaste, que fuiste encontrada y derrotada. También era de esas que decían “qué mujer tan tonta”. Era una risa que creyó reconocer a la perfección, no, seguro estaba delirando por una muy posible fiebre.

Llegó a cuestionarse si sería buena idea dejarse caer en el barranco. No parecía muy profundo y si se adhería lo suficiente al suelo podría llegar al final con uno que otro rasguño pero sin torceduras o heridas sangrantes. Porque claro, era tener pequeñas magulladuras en el rostro o un demonio devorando su vientre estando ella conciente. Definitivamente le parecía mejor opción la primera y estuvo del todo segura cuando el enemigo entró en su rango de visión. Cerró los ojos dispuesta a dejarse caer sin miramientos, sin darse oportunidad de arrepentirse.

—Al suelo.

Pero todo se fue a la mierda cuando un peso cayó encima suyo, manteniendo su rostro besando el suelo. Quiso levantarse, pero fue reprendida.

—Que al suelo —el agarre en su cabeza se intensificó.

Dejó de resistirse, no por recibir dicha orden sino de pura felicidad. InuYasha había venido, como tantas otras veces, a socorrerla. ¿Cómo la encontró? ¿La había estado siguiendo? ¿Acaso realmente fue suya esa risa que creyó escuchar antes? Sea cual sea la respuesta, no importaba porque él ya estaba allí.  Quería agradecerle dignamente, como sabía que se lo merecía y abrazarlo con las pocas fuerzas que le quedaban. Se sentía tan dichosa y afortunada, después de todo podía dejarle la batalla una vez más en sus fuertes manos. Extender sus brazos para rodear su cuello sería tan sencillo, anhelaba sentir el aroma salvaje que desprendía naturalmente. Anhelaba sentirse refugiada y acogida por él, solamente por él.

—Así que tú eres la guardiana de la perla —sus ojos, hasta entonces perdidos en el toque enigmático de su salvador, se abrieron desmesuradamente al verlo con la pequeña esfera entre sus manos. Entonces volteó a verla, con una sonrisa arrogante, retorcida— y ahora es completamente mía —agregó.

Tuvo ganas de golpearse la cara mientras se llamaba a sí misma tonta. Como si él fuera a salvarla sin conocerla. Oh sí, como le encantaría, que romántico, pero no… todo era por la perla. Y una vez más esa pelotita le había cagado la vida. Puso los ojos en blanco sin prestarle demasiada atención a la batalla que estaba por librarse frente a sus ojos.

Por otro lado, InuYasha estaba más que satisfecho con lo que había presenciado. Luego de escaparse de la cueva y pasar el resto del tiempo descansando por el lugar no esperaba encontrarse nuevamente con la mujer de antes. Había considerado ir a buscarla para asegurar su silencio, así sea de una forma u otra. Pero el destino fue generoso al traerla de nuevo con él, incluso un demonio de baja categoría iba a ensuciarse las manos en su lugar. La chica había demostrado no ser mala o al menos lo suficientemente tonta como para no matarlo en cuanto se transformó delante de ella. ¡Ah! Y cuando se estaba comenzando a aburrir de la persecución apareció la cereza del postre. Esa pequeña perla rosácea que cayó al suelo luego de que la ropa fuera desgarrada por las uñas del demonio, aquella que captó su atención con un tintineo que resonó en su mente por interminables segundos… la que prometía el poder infinito, codiciada por todos y motivo de guerra en más de un territorio vecino, creadora de alianzas entre demonios con tal de obtenerla e innumerables adjetivos más. Dicha perla, dicha fuente de poder era protegida… ¿Por ella? Volteó a mirarla de reojo con asco e incredulidad ¿Por esa chiquilla? Su suerte no podía ser más certera y oportuna. Miró el resplandor del objeto entre sus dedos y enfocó su dorada mirada en el enemigo que mantenía su vista fija en sus manos. Claramente se había percatado de su nueva adquisición y estaba más que dispuesto a luchar por ella. Pues que así sea.
    Gruñó mientras tronaba sus dedos frente a sus ojos, una clara muestra de confianza. Y enseñando por última vez los colmillos en una media sonrisa se abalanzó hacia el demonio quien no tardó en lanzar sus garras en su dirección.

¡𝑶𝒕𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒛!Where stories live. Discover now