Capítulo 4 "Ombligos"

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Antes de leer quiero pedirles disculpa por el retraso, ya era un mes sin actualizar. Lo siento mucho, la verdad, no tengo excusas, solo siento perderme en este mundo lleno de cosas perversas jajajaja

***

Una señora regordeta con el cabello suelto hacia atrás me propina la llave sin siquiera mirarme a la cara. Al otro lado de la mesa de la señora regordeta, sube y baja un elevador donde alcanzan a entrar unas veinte personas. Baja una vez más y esta vez es mi turno ingresar. Se siente un vacío en el estómago mientras el elevador asciende con rapidez. En su interior también puedo notar la presencia de alguien, es Orión, lo sé por su cabello rubio a unos pasos de mí. Ah, también puedo reconocer a Bendra y Wilen.

Suena la alerta de apertura del elevador. Y, se muestra un larguísimo pasillo gris con habitaciones de ambos lados. Ubico mi habitación y abro la puerta metálica, dejándose ver en su interior un lugar vacío y simple.

Me recuesto un momento sobre la cama. Cierro los ojos, descansando y procesando toda información del día, creando una película y observándola parte a parte una vez más.

Después de varios minutos procesando e imaginando cosas, me levanto de la cama y me acerco a lo que parece un ventanal, a su lado hay un botón que con una luz verde intermitente, presiono sobre él y se despliega hacia arriba una persiana automática, y al instante entra en la recamara los últimos rayos de sol del día.

El alumbrado eléctrico comienza a sustituir la luz natural iluminando los edificios y las avenidas. Aún sigo observando la ciudad mientras cae la noche, en silencio.

En una encimera hay una nota que indica las normas de convivencia del Centro de Alojamiento. Leo detenidamente, nada que no fuera de lo común. En el refrigerador hay comida instante que, seguido la lleva al horno microondas y está lista para ser comida en frente al ventanal mientras los coches transitan por la avenida y las aeronaves circulan en el perímetro aéreo.

Toc-Toc.

Me dirijo a la puerta, ¿Quién será? Supongo que ha de ser cualquier agente verificando que todo esté en orden. Abro la puerta.

Es Bendra.

Sus ojos pequeños y redondos deslumbran al abrirse la puerta. Y, de inmediato baja la cabeza y susurra:

—No puedo dormir, ¿podemos hablar?

—¡Oh, claro que sí, Bendra! —digo—. Pero no está permitido entrar a las habitaciones.

—Caminemos por el pasillo —me sugiere ella.

Entrejunto la puerta y sigo su rastro por el larguísimo pasillo. Hablamos de tantas cosas y entre ellas de cómo el cansancio del día nos está agotando, y en cómo debe estar de preparada la cama para descansar, también de cómo será el día de mañana y qué pasará. Hasta que nos direccionamos a las nuestras respectivas habitaciones.

***

El sol calienta mis párpados. Aún no he escuchado alarmas, ¿por qué me despierto tan temprano? El cuerpo me pesa, quisiera poder continuar durmiendo, pero no aguanto la claridad del sol en mis ojos.

Diviso el reloj digitalizado en la pared y apenas son las seis de la mañana. La hora de entrenamiento es a las ocho en punto. Y por fin caigo en cuenta porque me despierto tan temprano, había olvidado las persianas de las ventanas.

Me dirijo al ventanal antes de subir las persianas y contemplo la ciudad mientras despierta, silenciosa y fría, pareciese que sólo fuese edificaciones solidas sin habitantes. Pero, antes de alejarme se escucha una bocina y caigo en cuenta de lo inmensa que es la ciudad y todos sus habitantes. Dicha bocina me saca de mis pensamientos y comienzo a alistarme para el primer día de entrenamiento.

DiferentesWhere stories live. Discover now