Capítulo 18 "Madre"

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Una alarma despertador me hace pegar un brinco en la cama. Voy al baño, me veo en el espejo del lavabo y frunzo el ceño, aún tengo las ojeras, parecen que no desaparecerán tan rápido como lo pensaba.

Me lavo la cara y los dientes. Por mi mente pasan los recuerdos del día anterior como una especie de película sin editar, voy recapitulando recuerdo a recuerdo.

Han pasado muchas cosas.

Me siento en la esquina de la cama desordenada, y me quedo unos segundos mirando a la nada, solo pensando. Me incorporo, y dispongo a tender el cobertor y dejar la cama hecha.

La Estancia esta desierta, solo existe un silencio que, es interrumpido por el televisor que no para de emitir sonidos, da apariencia a una música de fondo.

—Buenos días, terrón de azúcar —susurra Rissandra, que cuando volteo buscándola yace en un mueble individual.

—Hola, Riss —le digo, y me acerco a ella.

En su mirada puedo observar con claridad lo que me dirá a continuación. Será algo referente a Orión, lo intuyo.

—Iras a verlo ¿verdad?

Asiento con un ligero movimiento de cabeza.

—Habla mucho con él, Andy. Sé que quizás no te escuche, pero nunca para decirle tantas cosas que se te ocurran, dile que no sé, que siempre estarás ahí, hazle saber eso.

Imagino la escena y no puedo contener que los ojos se me cristalicen y mucho menos que empiecen a gotear. El líquido transparente me nubla la vista, pero a los pocos segundos presiento a Rissandra rodeándome con sus brazos, y siento que por fin puedo soltarme, ser libre con ella, y llorar tanto como pueda.

—Ya, Andy, respira conmigo, suéltalo...

Puedo cesar un poco las lágrimas, y desprenderme de Rissandra.

—¿Tengo los ojos rojos? —le pregunto.

—Un poco, solo un poco.

Rissandra me regala una sonrisa ladeada que, parece más bien un gesto de comprensión.

Me dispongo a buscar en el Mapa la ubicación exacta de Orión, y con una guía me dirijo a él. Camino tan rápido como puedo, hay poco movimiento en el lugar, como que queda quien tiene algo que hacer.

Ingreso nuevamente en la Sala de Recuperación, el letrero es iluminado como de costumbre, y las doce habitaciones con sus respectivos nombres de constelaciones. Me detengo al umbral de la habitación número cinco, la que lleva por nombre Leo y la unión de puntos simula a un león.

El corazón me late con mucha rapidez como si quisiera salir de su sitio y escapar por la boca. Siento cada latido con tal intensidad que puedo escucharlos.

Toco la manija metálica y gélida, la hago girar hasta escuchar el trac que demuestra que la puerta está abierta. Siento las piernas flaquear, pero logro entrar en la habitación Leo, y lo primero que veo es a la Agente Movissia sentada junto a la camilla donde yace Orión inmóvil.

—¿Qué hace aquí?

Las mejillas me arden tanto como la sangre que corre por mis venas. Frunzo el ceño esperando una respuesta clara.

—Anders, yo soy madre.

—¿Su qué?

—Su madre, Anders. Orión es como mi hijo, yo lo quiero como si lo hubiese engendrado y estuviese los nueve meses en mi vientre. Esto es también un sentimiento, igual como lo que tú sientes por él, o hasta con mayor intensidad.

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