Capítulo 11 "Fuego real"

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Corro hacia el cuerpo, y de inmediato me cercioro que sus signos vitales estén estables. Toco en la mañana y suspiro, aún tiene pulso. Diviso a Creta buscando ayuda, ella enseguida se acerca a mí y me ayuda a sostener a Wilen y llevarle hasta un lugar seguro.

—Creo que solo ha quedado inconsciente por el impacto de la piedra, pero eso ya se le pasara en unos minutos —dice ella, con la cabeza de Wilen en su regazo.

Creta reposa sus delicados y pálidos dedos en las sienes de Wilen, y masajea parte de su cuero cabelludo. Resuelvo en dejarle al cuidado de Wilen, quien lo hace muy bien. La idea era estar juntos, pero supongo que esto también es parte del desafío.

Veo una montaña en la lejanía, casi al final del río. Voy caminando hasta ella. A paso largo logro llegar y, la escalo con facilidad. Los últimos rayos del sol me ciegan por segundos, me pongo la mano en la frente en forma de solapa cubriéndome los ojos de la incandescencia, pudiendo ahora observar mejor.

¡Hay dos más de nosotros! ¡He encontrado a dos más!

Exhalo y bajo hasta la boca de la cueva donde ellos están. Debería ir a buscar a Creta y Wilen ¿Qué hago?

Decido bajar hasta la cueva y comentarle que se hallan dos a orillas del río, que ya estamos cinco reunidos.

De camino a ellos escucho un ruido, se escucha como si algo grande corriera hacia mí. Doy vueltas buscando qué es, mirando por doquier. Nada por aquí, nada por allá. Vuelvo a intentar buscar qué es, y ahí está, justo enfrente de mí, con una respiración agitada y un aliento apestoso; un guepardo con garras anormales que al pisar tiembla la tierra y yo aún más.

Inhalo y exhalo con rapidez, ambas al mismo tiempo. La fiera se me arrima y cuando creo que estoy por desmayar, cierro los ojos para no verle más los ojos amarillentos.

Se escucha a la bestia aullar. Pasados cinco segundos, abro los ojos. Enfrente de mí se vislumbra la imagen del moreno con pelo rizado, sus ojos verdes centellean como dos esmeraldas recién pulidas. Y, aunque su cara tiene restos de sangre igual parece una escultura.

—¡Orión! —Me abalanzo sobre él y lo presiono contra mí tan fuerte que puedo sentir todo su ser.

Nuestros corazones se unen en un solo latir.

El olor a sangre hace que me aleja a pocos centímetros de él. En su mano derecha aún conserva el arma homicida, una lanza dorada forjada en hierro. Orión pasea su mano izquierda por mi rostro y pecho.

—Oh, estas bien, estas bien, Anders. Pensé que no lo podía llegar a hacer. Matar para mí siempre fue la peor de las acciones, pero por ti mataría, como te has dado cuenta —señala la lanza que lleva en la mano derecha de donde aún gotea sangre.

Mis mejillas arden, me las toco para apagar el fulgor. No sé qué decirle. Me salvó, pero mató a un animal, bueno una bestia, no uno indefenso.

—Orión, supongo que esto es parte del desafío, todos tenemos que estar unidos. Nunca sabré como pagarte lo que has hecho por mí.

—Ya encontraremos una forma —En su rostro se deslizan los labios dejando ver sus dientes alineados—. Ven, tenemos que seguir.

Sigo su paso, aunque no recuerdo a donde me dirigía. Ah, ya recordé. La pequeña cueva.

—Orión, hay una pequeña caverna donde pude divisar a dos de los nuestros, aún hay luz solar como para dos horas. Wilen y Creta están por la orilla del río, tú vas por ellos y yo voy a la caverna.

Orión asiente y con su lanza se enfunda a bordea la ribera.

Yo continúo por el camino imaginario que tenía planeado. Surcando entre matorrales consigo llegar a la boca de la caverna.

DiferentesWhere stories live. Discover now