27 (SPANISH)

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Krist despertó en la cama de un dormitorio que reconoció en cuestión de segundos. 

"¡¿Pero cómo...?!", se dijo mientras, sin moverse, observaba las paredes y, sobre todo, sus propias cosas.

Todo estaba colocado tal y como las había arreglado él mismo, justo antes de que le avisaran de que la ceremonia estaba a punto de comenzar.

Si. 

Estaba en el cuarto de Singto.

Estaba en el cuarto de Singto

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O mejor dicho... en el dormitorio que iba a ser de ambos tras el Pacto de Sangre.

- "No entiendo nada..." - susurró el joven en voz baja mientras, infructuosamente, intentaba recordar qué había pasado después de que esos dos hombres entraran a la habitación donde los tenían retenidos.

Desgraciadamente su mente estaba en blanco. 

No había nada... salvo una leve sensación de ira y odio... de querer matar a aquellos que estaban intentando hacerles daño, a él y a Kim.

De querer destruir a cualquiera que se pusiera en su camino.

Sin importar quien fuera....

¡Detente!

¡Para ahora mismo!

Krist palideció y, con rapidez, apartó de sus pensamientos todo vestigio de esos sentimientos, de esa necesidad de sangre.

- "Tal vez lo mejor haya sido que no me acuerde de nada...", se dijo con un hilo de voz.

Y es que algo le decía que era mejor no remover lo que fuera que había pasado entre esas cuatro paredes...

Además, sólo había una cosa que debía importarle.

"Estamos a salvo, no sé cómo... pero estamos a salvo y en casa...nada más importa"

Con una sonrisa de alivio apartó las sábanas y se levantó.

Sus ojos se fijaron entonces en la puerta del despacho privado del príncipe y que, para su asombro, se encontraba entreabierta.

- "Qué raro..." - murmuró Krist mientras  se acercaba a ella con cuidado - "Singto siempre la cierra con llave".

Fue entonces cuando unas voces apagadas comenzaron a llegar hasta sus oídos.

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- " Aún no entiendo cómo puede tener las habilidades de un gumiho" – decía Tanin con una expresión llena de curiosidad.

Su majestad estaba sentado al lado de su esposa, a la que tenía cogida de una mano. A su alrededor, en varios sillones, estaban Singto, Therra y Kim.

Todos ellos estaban observando a una hermosa joven que, con el ceño levemente fruncido, pensaba qué decir mientras miraba su propio regazo.

Finalmente Mint levantó la mirada y, fijándola en la pared que tenía enfrente, comenzó a hablar.

- " Todo comenzó hace quinientos años. En la noche en la que Singto vino al mundo y nosotros tuvimos que huir de una turba de humanos que deseaban mi sangre para alcanzar la inmortalidad..."




HACE QUINIENTOS AÑOS....

Mint corría por los caminos más recónditos del bosque. 

Hacía ya un par de horas que se había separado de su esposo y de su hijo recién nacido cuando, de entre unos árboles, escuchó voces ahogadas que recitaban un cántico.

La joven, con el corazón sobrecogido, reconoció al instante las estrofas del hechizo de localización. Un hechizo que, cuando estuviera terminado, les indicaría a los humanos que lo estaban llevando a cabo el lugar exacto en el que se encontraba aquello que querían encontrar.

"Y mucho me temo que... es a mí a quien buscan...", pensó la joven mientras sentía cómo un escalofrío recorría su espalda.

Sin embargo el precio que había que pagar para que funcionara era demasiado alto. Tanto, que prácticamente se trataba de un hechizo que nadie en su sano juicio utilizaría porque... 

¿Quién sacrificaría a su hijo más querido a cambio de la localización de algo que al final bien pudiera desvanecerse ante tus ojos?

Nadie... o al menos eso era lo que había pensado Mint hasta ese mismo instante.

- "Han perdido la cabeza..." - susurró Mint mientras pensaba en su propio hijo, su Singto - "no puede ser de otra manera...".

La joven, con el corazón en un puño, aguardó unos momentos. Sin duda pensando en que, al final, no se atreverían a continuar con el hechizo.

 Sin duda pensando en que, al final, no se atreverían a continuar con el hechizo

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Pero no se detuvieron... no hasta que la última palabra fue susurrada al amparo de la noche.

Mint palideció pero, segundos después, miró hacia el lugar del que habían provenido las voces. 

"Tengo que hacer algo...", se dijo mientras dejaba salir el aire que tenía retenido en sus pulmones, "no puedo permitir que maten a un inocente... ni que finalicen el hechizo"

Y es que..., ¿y si en vez de hacia ella, el hechizo les llevaba hasta su Singto?"

No. 

No podía permitirlo.

La joven contuvo la respiración y, cerrando los ojos,  concentró el poco poder que le quedaba para conjurar una neblina que ocultara su presencia de la mirada de todo aquel que le quisiera algún mal. 

"Espero que funcione...", pensó mientras comenzaba a caminar hacia el claro en el que se estaba llevando a cabo el hechizo.

Lo que vio allí le llenó su corazón de madre del más absoluto horror. 

Y es que, en el centro del lugar, se había construido un pequeño altar en el que un niño que no podía tener más de tres años lloraba mientras su sangre, lentamente, caía hacía el suelo.

Y alrededor de él, con los brazos en alto, varias figuras vestidas con túnicas negras, aguardaban a que todo acabara mientras susurraban unas breves palabras.

"Lo han hecho...", se dijo Mint mientras veía al pobre niño llorar mientras que sus padres, a pocos metros de distancia, no hacían nada por socorrerlo, "no puedo creer que su ambición llegue a tanto..."

Pero no lo van a lograr.

No si dependía de ella...

Y, sin aguardar un minuto más, la joven se preparó para el combate.

"Si tanto quieren una gumiho... ESO es lo que se van a encontrar..."


BLOOD PACT/PACTO DE SANGREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora