Parte 20

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Le despertó la voz de Valeria susurrando en su oído.

—Monito.

Iker abrió los ojos lentamente. Aún era de noche, había dormido poco tiempo. Estaba la habitación casi a oscuras. Al tratar de moverse, notó que su brazo izquierdo había quedado atrapado en las sábanas.

Tardó pocos segundos en darse cuenta de que Valeria estaba sobre su brazo, tumbada a su lado.

—¿Qué pasa, Val? —dijo Iker con la voz ronca que se le quedaba al dormir—. ¿Estás bien?

—Sí —dijo Valeria acurrucándose sobre su pecho.

Valeria se tomaba muchas confianzas con él, pero nunca hasta ese punto. Nunca la había tenido tan cerca. Temió que su relajado cuerpo reaccionara de forma autónoma ante la proximidad de aquella diosa e hiciera evidente lo mucho que le atraía.

Notaba su pecho sobre su costado, notaba sus caderas, sus piernas, notaba su pelo acariciándole la mejilla. Cerró los ojos y trató de distraerse pensando en surtidores de gasolina. Gracias a eso y al cansancio logró frenar aquella reacción física.

—Sabes que yo siempre te he visto como un amigo ¿verdad? —murmuró Valeria.

—Sí.

Iker trató de adivinar a qué venía aquello. Lo más posible era que hubiese vuelto a discutir con su amigo Carlos. Carlos era un amigo íntimo de Valeria, ella le apreciaba mucho, pero él trataba constantemente de ser algo más tirando de chantaje emocional.

Valeria pensaba que el pobre Carlos no distinguía entre amistad y amor. Iker pensaba que Carlos era un cerdo hijo de puta.

La última vez que Valeria discutió con él le tuvo casi una hora al teléfono; no paraba de quejarse, pero tampoco paraba de excusarle.

Iker no estaba mentalmente preparado para pasarse una hora con ella tumbada a su lado.

Sacó el brazo izquierdo de debajo de Valeria. Ella se acurrucó contra su costado y él bajó el brazo, pero no se atrevió a tocarla. Puso el derecho detrás de la cabeza para estar más cómodo y cerró los ojos a la espera de que ella empezara a hablar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Iker soñoliento, al ver que ella no arrancaba.

—Pues... creo que quiero algo más.

—¿Quieres algo más de qué? —No estaba para adivinanzas.

—Pues... —El susurro de Valeria apenas se oía.

Sintió que se movía a su lado y para su sorpresa se quitó el camisón de golpe. Una solitaria vela era la única luz que iluminaba la habitación. Estaba en penumbra. Aun así, Iker vio lo suficiente para quedarse sin respiración.

—Quiero algo más contigo, monito —murmuró Valeria inclinándose sobre su pecho.

Iker se quedó de piedra en varios sentidos.

Se incorporó apartándose de Valeria. Cogió la sábana y la puso sobre ella, envolviéndola hasta el cuello.

Luego se dio cuenta de aquel era un gesto muy paternalista y le quitó la sábana de golpe. No fue consciente de lo brusco del gesto hasta que fue demasiado tarde.

Ella le miró confundida y él aprovechó la pelota que había hecho con la sábana, para intentar disimular la erección que acababa de despertarle del todo.

—Lo que quiero —murmuró Valeria volviéndose a acercar a él—, es tener sexo.

—Ya me imagino —dijo Iker nervioso mirando al techo. No sabía dónde poner las manos ni los ojos. Su cerebro se apagó durante unos segundos—. Yo también.

Si me dices que noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora