Parte 44 (+18)

205K 12K 8.5K
                                    

************************************
* Advertencia de contenido adulto  *
************************************
En este capítulo se narra una escena de naturaleza sexual. Contiene descripciones explícitas. Si lo lees que sea bajo tu propia responsabilidad.

Si no estás preparado o te incomoda esta clase de contenido, por favor pasa directamente al capítulo 45. No te preocupes, no te perderás nada a nivel argumental porque se explicará de nuevo en ese capítulo.

 No te preocupes, no te perderás nada a nivel argumental porque se explicará de nuevo en ese capítulo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Volvieron a besarse. Hugo enredó una mano en el pelo de Bea. La otra mano se perdió en su cadera. Hábilmente fue subiéndole el vestido y la sudadera hasta llegar a su piel. Subió por su desnuda cintura y sus costillas hasta llegar a su pecho. Su lengua reclamó la de ella.

Bea sintió que se derretía. A pesar de la oscuridad, Hugo la estaba desnudando en medio del camping. Apartó su mano, fingiendo estar indignada.

Hugo la rodeó por la cintura, impidiendo que se alejara.

—Ni siquiera me has invitado a una copa —protestó Bea.

—No hace falta, te mueres de ganas de que te dé un poco de masculinidad tóxica.

—¿Ah sí? —ronroneó Bea juguetona—. ¿Por un ocho? quizá, ¿por un nueve? Desde luego. Pero por un siete con seis... "morirme de ganas" no es la expresión adecuada.

Se quedó congelada y mandó callar a Hugo antes de que este le contestara. Abrió mucho los ojos, fijándose en un punto en la oscuridad. Como un conejo al que han dado las largas. No veía bien por la noche, pero tenía un oído muy fino.

—Viene Mart.

—¿Qué? —Hugo frunció el ceño.

Bea se metió corriendo en la tienda de campaña roja, la más cercana. Cuando estuvo dentro, tiró de Hugo para que entrara y se puso un dedo en la boca para pedirle que guardara silencio. Él contenía la risa mientras ella cerraba con cuidado la cremallera de la tienda. Escucharon la voz de Martín mientras se acercaban. Había alguien más con él, una chica.

—¿Por qué nos escondemos? —Hugo trató de acomodarse en el estrecho espacio.

Se encorvó. Si se sentaba con la espalda recta, se daba en la cabeza con el techo. Habían elegido una de las tiendas pequeñas.

—No lo sé —susurró ella muy bajito.

—Has sido tú la que me ha metido aquí.

Bea analizó su reacción.

—No quiero que Mart piense que tú y yo...

—Pues ya verás lo que va a pensar cuando nos pille aquí dentro. Escondidos. Tú desnuda.

—No estoy desnuda.

—Aún.

Bea se sintió abrumada por cómo su cuerpo reaccionó a esa palabra, por lo poco que habían hecho y lo lista que estaba para él. Tuvo que quitarse la sudadera para aliviar el calor.  Hugo se movió y la tienda crujió.

Si me dices que noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora