Capítulo III

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Me quedo sorprendida al ver la cantidad de pisos que hay en el edificio; mientras un oficial marca el botón que lleva al sector veinte. Hasta el mismísimo ascensor en el que estamos es de proporciones exuberantes, como todo el resto de la construcción, estratégicamente diseñado. Estatuas con formas indefinidas se alzan a lo largo de los amplios pasillos, destacadas por la iluminación casi incandescente que nos rodea. El color blanco se sigue extendiendo en las paredes y los techos, brindándole aún mayor amplitud al ambiente. A medida que recorro las instalaciones más me disgusto con las caras sonrientes; quisiera tener el poder de descubrir qué esconden bajo la preciada máscara que utilizan. En el recibidor nos aguarda un empleado con pulseras identificatorias, las cuales llevan números impresos en el marco del frente. Extiende su mano y leo el número...

Sesenta y tres.

No sé si fue elegido por azar o por alguna razón específica que solo ellos conocen, pero a partir de ahora seré solo un número de dos cifras, un ratón de laboratorio al que observar. Al que felicitarán o castigarán según lo merezca.

Nos dividen en grupos para ir avanzando a los simuladores, en silencio, dando pasos constantes hacia lo que nos aguarda. Como soldaditos de juguete a los que una mano invisible mueve desde arriba. En la habitación unos enormes sillones de cuero negro nos esperan para recostarnos y comenzar la prueba. Están dispuestos uno al lado del otro en interminables filas, rodeados de la más alta y desarrollada tecnología; si hay algo de lo que la S.O no se priva, es del lujo excesivo.

Los asistentes nos ajustan las gafas de simulación virtual y conectan el resto de los cables al cuerpo. Se sienten fríos al contacto, generando un leve escozor desde la cabeza a la punta de los pies. Noto las palmas de las manos traspiradas, no quiero hacer esto, realmente lo odio. Desearía ser cualquier otro joven de la habitación, disfrutar del éxtasis y la emoción del momento. Pero a mí solo me causa una cosa: terror.

- ¿Te encuentras bien?- pregunta la asistente de cabello corto que me asignaron. Asiento con la boca cerrada por miedo a que todo lo que estoy sintiendo, se escapase de mí en un descuido.

-Los exámenes van a comenzar- inquiere una voz grave pero tranquilizadora desde los parlantes. Ese tipo de voz que uno quisiera escuchar antes de dormir.

-Nada de lo que vean a continuación es real. Sus vidas no correrán ninguna clase de peligro. Aunque podrán experimentar sensación de agotamiento, fatiga y dolores musculares en las secciones donde se evalúa la destreza física. Les deseamos lo mejor- se escucha un clic y la realidad en la que estamos se desvanece.

Abro los ojos y frente a mí hay una pista de carrera dividida por conos naranjas en varios sectores. No puedo creer lo real que se siente, hasta podría jurar que en verdad llevo puesta ropa deportiva y que no solo es parte de la ilusión. El sol calienta mi cuerpo de una forma agradable, mientras observo el conjunto de árboles que se abrazan a lo lejos y sostienen a los pájaros silbando en diferentes tonos. Comienzo a elongar y a realizar ejercicios de estiramiento para ir calentando los músculos, repitiendo la secuencia una y otra vez hasta que la voz de una mujer me asalta -Número sesenta y tres presentarse en la pista de velocidad- Fue un aviso austero y carente de empatía.

Me acerco a la línea de salida y respiro profundo, intentando que el oxígeno ingrese hasta la base de mis pulmones. Porque aunque deteste con todo mi ser esta estúpida farsa, sigo siendo un ser sumamente competitivo que se autoexige al máximo en cada circunstancia.

Suena el silbato y comienzo a correr con todas mis fuerzas, levantando la velocidad progresivamente sin descuidar la respiración. Siento como cada músculo se contrae y vuelve a su posición original; los brazos como navajas atravesando ágilmente el viento me impulsan hacia el frente. Cuando corro siento que vuelo. Es como si pudiese dejar todo aquello que me abruma atrás y ser solamente yo. Experimentar lo que se siente que mi libertad al fin me pertenezca. Veo todo en cámara lenta; los pulmones se llenan hasta el fondo de su capacidad y el corazón bombea como loco en mis oídos.

Llego a la meta sin dar crédito a lo rápido que eso sucede. Tengo completa certeza que de todas las pruebas físicas, ésta será en la que más puntaje obtendré. Y si logro quedar en algunos de los primeros cinco puestos, eso elevaría mucho mi nivel en los resultados.

Apenas logro recuperarme del esfuerzo anterior y ya me solicitan para la prueba de resistencia. Una por una están siendo probadas todas mis habilidades y en ninguna doy el brazo a torcer. Llegaré arrastrándome si es necesario, pero nunca me rendiré. Jamás abandonaría un desafío por la mitad. Cosas de honor, diría mi tío. Además de que a través del puntaje también juzgarían el lugar de trabajo, el estatus social con el que se inicia en la adultez y la pareja idónea. Por eso obtener puntajes muy bajos es algo que nadie desearía.

Le siguen complejas ecuaciones y fórmulas científicas, ajetreadas partituras que interpretar, juegos de damas, ajedrez y un sinfín de evaluaciones tanto lingüísticas como de conocimiento general.                                                                                                                                                                            Hasta que prontos a terminar ,llega el momento que tanto esperé, el oasis en medio del desierto: la pintura. En esta sección nos dejan expresar lo que sentimos a través de una obra de arte. Mis dedos tiemblan al manipular el pincel. No sabría decir si por emoción o por el miedo de expresar el remolino de sensaciones y sentimientos que en mí coexisten. Tengo la imperiosa necesidad de plasmar en el lienzo la imagen que consume mis pensamientos, y sin darme cuenta voy mezclando un poco de azul intenso por acá, otro tanto de negro más allá, creando zonas moradas entrelazadas con rosa. Buscando dar el toque final, salpico unos puntos plateados que se extienden a lo largo del ancho cielo.

Cuando la obra queda terminada, puedo vislumbrar una perfecta noche siendo observada por la silueta del hombre de las estrellas. Exactamente igual que en mis sueños.


*Las estrellas brillan hasta en la noche más oscura*Deja tu comentario si te está gustando la historia. Me encantaría leer sus comentarios.

Olvidarte (Trilogía)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora