Capítulo X

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El filo corta la garganta de Malco permitiendo que me libere de su agarre.
-Por ahí - señala el desconocido y aunque las dudas y el miedo se apoderan de mi mente, no me detengo a cuestionar su orden.
No puedo imaginar algo peor que quedarme sola en este lugar, con esos espantosos hombres al  acecho.
Corro con todas mis fuerzas sin mirar atrás, tratando de aguzar mis sentidos para no tropezar, para lograr avanzar aunque signifique quedarme sin aliento.
Nuestra respiración forma anillos de humo en el aire, que de a poco se funden con la niebla convirtiéndose en uno solo. Si no estuviera huyendo podría disfrutar de la carrera en tan innovadora pista, no obstante la adrenalina sigue disparándose y el temor no disminuye.                El problema ya no se encuentra simplemente en morir... sino en el cómo. Algo que no quiero averiguar jamás.

 Unos cuantos hombres vienen siguiéndonos el paso; el viento trae sus voces a mis oídos generándome un escalofrío a lo largo de la espina dorsal. Haría cualquier cosa con tal de no sentir sus inmundas manos sobre mi cuerpo otra vez, ni sus hediondos dientes centelleando cerca de mi rostro.

Tira de mi brazo repentinamente para guiarme en otra dirección. Su embestida me toma por sorpresa y casi grito delatándonos. Sin embargo el toque firme de su mano y la fiera dureza con la que se desenvuelve, me hacen sentir segura.

-Sígueme- vuelve a ordenar, y me alegro de que lo haga. Si decidiera abandonarme sola a mi suerte no tendría chance alguna. No sabría qué hacer ni a dónde ir.
Jamás había recorrido un lugar así, parecido a un inmenso laberinto donde hasta el más experto podría perderse. Un sendero pantanoso repleto de subidas y bajadas, un cielo oscuro que hasta el momento no brinda ninguna visibilidad, vuelven de este bosque todo un desafío.
Árboles de todos los tamaños se interponen en nuestro camino. Altos, bajos y de formas hasta ahora desconocidas para mí, fundiéndose en el aterrador paisaje. Las ramas se enredan en la ropa desgarrando la piel con sus terminaciones filosas y la lluvia acrecienta el dolor en las heridas generando más y más humedad en ellas. Por primera vez me percato de que no solo debemos temer de las personas que nos persiguen, sino que también debemos temer de los animales que rondan por aquí. Si ellos no logran alcanzarnos, tal vez alguna de las bestias nos convierta en su cena ésta noche.

<<Debemos>> replica burlona la voz en mi cabeza, ya que el joven no parece presentar ninguna clase de inconveniente con el bosque y sus adversidades. Conoce como la palma de su mano cada sitio que atravesamos. Por otro lado, su vestimenta desalineada y su habilidoso desempeño, delatan que pertenece aquí, pero no parece el tipo de salvaje que se encargaron de describir año tras año en el colegio.                                                                                                                            Fuere lo que fuere, es un misterio que debo aguardar para resolver.

Los ruidos carcomen la poca estabilidad que me queda. Todavía no logro distinguir de dónde provienen, a qué o quienes pertenecen.
No comprendo por qué se detiene hasta que lo evado y me hago a un lado: un cuerpo sin algunos de sus miembros cuelga de una soga a unos pocos centímetros del suelo. La sangre aún gotea fresca sobre la tierra.                                                                                                                                                El viento impaciente la mece de un costado al otro, dejando al descubierto la cicatriz en su mejilla.

-Alessa- susurro mientras las lágrimas cubren mi helado rostro. Tiemblo sin parar, me inclino sobre el camino para devolver.
El pánico me vuelve inútil, prohibiéndome reaccionar.
-No mires. ¡No mires!- le oigo decir... pero su voz se siente tan lejana.

La colgaron después de que muriera por el estado en el que se encuentra, como si fuese un trofeo más para exhibir.                                                                                                                                                    Era alguien que conocía, una mujer con toda una vida por delante y ahora estaba... podría haber sido yo... aún puedo ser yo...                                                                                                                                          Un golpe en seco y me encuentro apoyada contra un árbol, el cuerpo del extraño cubriendo el mío. Todavía no me había recuperado y el estómago provocaba constantes arcadas.               Ahora que la lluvia le quitó un poco de lodo, descubro sus ojos verdes observando con fiereza.    

-Mírame. Voy a sacarte de aquí, solo necesito que confíes en mí- pasa la mano sobre mi cabello enredado y lleno de mugre. Intenta tranquilizarme y lo consigue, de a poco vuelvo a la normalidad. Entre pequeños jadeos me obligo a estabilizarme.

-Quien hizo esto debe estar cerca. Tenemos una única salida y no creo que te guste, pero no tenemos otra opción- termina la frase señalando en una dirección. 
Quiero responderle pero tapa mi boca y se lleva un dedo a la suya en signo de silencio.


-Te voy a encontrar sucia traidora. Y cuando lo haga vas a desear no haber nacido- la voz hace una pausa —Puedo olerte desde aquí.

Hago un esfuerzo descomunal para permanecer inmóvil, para no desvanecerme de una vez por todas y ya no sufrir estos continuos ataques al corazón. 

Espero su señal rogándole a Dios que mis músculos aguanten un poco más, solo un poco más.
Sus dedos se mueven lentamente... uno, dos... tres.
Corremos entre las rocas y las ramas, sabiendo que les acabamos de dar la ubicación exacta de dónde nos encontramos. Pero quedándonos parados ya seríamos su presa.
-Por acá- grita uno alentando al resto.                                                                                                       

Sabemos que nos pisan los talones y ya estamos muy cansados. La ropa mojada se nos pega a la piel, el calzado cubierto de barro vuelve  lentos nuestros pasos.

Cada vez están más cerca y el tiempo se nos agota.
El joven retrocede para agarrarme de la mano.
-Salta-me susurra al oído mientras llegamos al precipicio.

*Las estrellas brillan hasta en la noche más oscura*Deja tu comentario si te está gustando la historia.

Olvidarte (Trilogía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora