Capítulo XIV

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Las garras de la bestia se entierran en el lodo, todo el pelaje se le encrespa.
Avanza despacio y en su mirada puedo vislumbrar una cruda inteligencia. Los colmillos se dejan ver, mientras una buena cantidad de baba escapa de su boca.
En la ciudad los animales están en reservas, protegidos, pero éste es enorme, no sabría decir con exactitud de qué especie es.
De la familia de los leopardos me atrevo a arriesgar.
Un conjunto de manchas oscuras surcan el dorado intenso; intimida su belleza.


Treep se logra hacer de una rama con pequeñas puntas similares a espinas.
—Trepa ese árbol— señala con mucha suavidad, cada movimiento suyo controlado —Y no bajes por nada, pase lo que pase, hasta que la bestia haya muerto o esté lejos.

Respiro con dificultad, calculo la distancia que tengo para llegar a mi refugio.
Su espalda fornida se vuelve mi escudo.
—Tres— da la señal de improvisto.
Salgo disparada como loca a mi objetivo. Las piernas amagan con ceder pero no lo permito.
Clavo las uñas, presiono el tronco con los pies, mis brazos dan su máximo esfuerzo y consigo subir un poco más.
Un rugido estremece hasta la más diminuta de mis fibras.
Estoy traspirando a mares, por los nervios, por el calor.
«No mires» me recomienda mi voz interna.
Resisto contra mis impulsos todo cuanto puedo, sin embargo necesito saber qué está ocurriendo, aunque el panorama que pueda encontrar sea devastador.


Treep se desliza con agilidad en zigzag esquivando los ataques furiosos de la bestia.
La herida comienza a sangrarle nuevamente por la presión que ejerce al correr.
Siento como si fuera yo la que estuviese en su lugar, me giro un poco a la izquierda para esquivar un zarpazo que no es dirigido hacia mí.
Los nervios me consumen...
«Treep, Treep, Treep» repite mi mente, debe lograr escapar con vida.
Los músculos de la fiera se tensan ágilmente, ronronea mientras sacude la cabeza.
¡Bien! Solo unos cuantos golpes más y quizás considere huir.

Observo lo cerca que estoy del suelo e igual no me atrevo a moverme.
El animal arremete contra Treep sorpresivamente por primera vez derribándolo por completo.
La rama es lo único que frena sus enormes colmillos para que no le desgarren la piel.
El forcejeo me sabe eterno, me inyecta una idea totalmente estúpida.
No es valentía, todo lo contrario, es un acto de torpeza en medio de un vendaval de miedo y desesperación.


—Por Aquí— le grito al enorme leopardo cuando la piedra impacta de lleno en su lomo.
Gime y se lanza en mi persecución de inmediato. Como si supiera que soy una presa más que fácil para devorar.


Fue una mala idea, una malísima idea.


No creo alcanzar el siguiente árbol con el tiempo suficiente para treparlo.
Al menos lo distraje. Al menos Treep podría perderse en el bosque para cuando termine con mis restos.
Miro de reojo hacia atrás para saber cuánta ventaja le llevo y me asombro al descubrir la silueta de una mujer interponiéndose en mi campo visual.


—Ahora— le exige mi compañero.
—Que aburrido— espeta la joven después de soplar un objeto volador en dirección al furtivo cazador.
Cae de bruces sobre el pasto en cuestión de segundos.
¿Un tranquilizante?
—Lindos sueños princesa— me sonríe la joven con suma satisfacción.


Algo se incrusta en mi cuello, intento sacarlo pero no tengo fuerzas.
La estabilidad me abandona y comienzo a perder la razón.
Unos brazos me sostienen o... ¿Son unas enormes alas?
Ansío hallar su cabello castaño dándome la despedida, pero en su lugar encuentro la noche misma.

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Olvidarte (Trilogía)Where stories live. Discover now