19: Un hombre en tu futuro

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El suave y cálido viento de verano acarició su rostro. Muy inusual en la gran metrópoli que era la Ciudad de México, caracterizada por sus frías noches pero al cual el cambio climatico hizo víctima de las suyas. El festejo de su cumpleaños no pudo ser mejor, se divirtió a lo grande al punto de desear un momento a solas, alejada del bullicio en la terraza del hotel donde se festejó la ocasión.

Ya eran veintisiete años en su vida y no olvidaba que para llegar a ellos hasta el momento presente no resultó sencillo. Su pasado seguía latente, recordándole que hizo y que sacrificó para saborear el momento. Recargó los antebrazos en el barandal de seguridad que hacía límite contra el vacío, admirando la panorámica vista nocturna que le proporcionaban los alrededores, colmados de luces.

«Toda una adulta, ¿No? Demasiado bueno para ser verdad.» —pensó.

El sonido de un par de tacones aproximándose le hizo volver la vista, a sus espaldas se encontró con una joven que la veía cruzada de brazos, con una amplia pero bonita sonrisa posándose en sus labios.

—Con cada año que te haces más vieja te vuelves rarita Barbs. —Comentó la recién llegada en son de broma, haciendo que la cumpleañera profiriera una risita.

—Cuando tengas mi edad entenderás, pequeña mocosa. —Respondió, alejándose del barandal, yendo hacia ella.

—Ojalá no, tus momentos solitarios me dan miedo. En fin, ya hemos terminado. —suspiró. —Despedí a algunos por ti, sabía que tardarías en bajar por andar de depre aquí solita.

—Qué no es depresión, Paty. —la reprendió sujetándola del brazo muy suave. —Solo es que me da por ser seria en ocasiones.

Caminaron juntas hacia el interior del hotel, Bárbara entrelazó su brazo con el de la chica.

—Si tú dices que no es depresión, that's okay. Pero no me vas a negar que tu seriedad actual tiene nombre de hombre y es uno muy guapo, empresario. —agregó su amiga, soñadora. —Ay Bárbara, te hubieras ido con el a Nueva York. Ser una adicta al trabajo no trae nada bueno y además, no te hace falta.

—¿Qué no me trae nada bueno? —inquirió indignada. —Patricia, si yo no trabajara me volvería loca por tanto ocio. —Ambas se miraron, reprochándose. —Y para tu información, acabo de entrar a un posgrado. Enójate más. Por eso no lo seguí a Estados Unidos.

—No tienes necesidad de hacerlo. —afirmó la menor, guiándola hacia el ascensor. —En Estados Unidos también pudiste estudiar, querida. Si hiciste tu maestría en Suiza, bien te quedaba. Yo no dejaba a un hombre como Daniel irse solo por ahí, hay mucha pinche lagartona acechando.

Bárbara suspiró. En años anteriores aprendió que su vida no debía girar en torno a un hombre, por mucho que este le interesara. Para su mejor amiga el asunto era distinto, debido a su corta edad veía a estos todavía como un bien valioso. Y la entendía, si tuviera su inocencia intacta sería capaz de seguir a Daniel hasta el infierno si fuese necesario. Si tan solo estuviera enamorada.

—Déjalo ya. —pidió algo molesta. — El sabe lo que hace, es un adulto maduro capaz de tomar sus propias decisiones. Antes de irse acordamos que no pasaría nada si conocía a alguna mujer estando allá. Al contrario, tiene todo el derecho de ser feliz. Y mi prioridad en estos momentos es el doctorado, no formalizar lo que teníamos.

Ambas se adentraron al cubículo del ascensor, Patricia se adelantó a marcar el número que las llevaría a la primera planta mientras que Bárbara se llevó las manos al interior de los bolsillos de su chaleco. Se mantuvieron en silencio por varios segundos, la mayor en un intento de no continuar con el tema de Daniel y la más joven reflexionando si había sido prudente. Una vez que el ascensor las dejó en la primera planta continuaron su camino, despidiéndose con gestos amables de los trabajadores que conocían en el sitio, ya que el negocio pertenecía a la familia de la joven heredera.

Alguien que te quiereWhere stories live. Discover now