31: La narco-princesa de Instagram

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Ni debería de preocuparte ese goey, Barbacoa. —aconsejó Irene, que le ayudaba a colocar sobre el cuello una preciosa gargantilla de brillantes. —El se lo pierde y tu te lo ahorras. Todavía tienes a Rafael y al papacito de Daniel.

—No lo sé, es la primera vez que discutimos, o bueno, que se enoja conmigo. Es el más tranquilo y comprensivo de los tres, por eso me inquieta.

Los días que transcurrieron sumaron una semana, una semana en la que Eduardo pretendía desairarla ignorando por completo sus llamadas y mensajes. Redes sociales también entraba en el instrumental. Se miró al espejo, complacida por lo que mostraba el reflejo. Le fascinaba como el vestido Ralph Lauren se ceñía a su figura, como si la tela rojiza fuese su segunda piel.

—Listo, estás guapísima. —se observaron ambas hermanas en el espejo. —Cuando Daniel te vea, seguro cambia de planes.

—Si tan solo Nina Carballo no cumpliera años y no fuesen primos, probablemente.

—Ay, horror de tipa. Es bien mamona. No se como todos le perdonaron después de quejarse de los que le dan de comer: sus fans. —hizo un mohín como si estuviese oliendo excremento. —Ahora imagínate convivir con ella toda una noche.

—Yo lo haré. —cuidó que su vestido se viese perfecto. —Ya hemos convivido en el pasado, ha sido amable dentro de lo que cabe.

—Si tu lo dices. —dijo poco convencida, con intención de cambiar la charla. —Por cierto, ayer cuando te fuiste a trabajar llegó un mensajero y trajo un paquete. No te dije en su momento porque se me pasó. Está a tu nombre, lo raro del asunto es que no trae remitente.

La observación de Irene la remontó a la tarde en la que recibió el escabroso regalo de Rafael que logró perturbarla. Recordó no haber podido conciliar el sueño aquella noche, le ponía en alerta abrir el nuevo.

—Ni te preocupes, ese es Rafael y su modo de hacerse el interesante. Debe de estar muy aburrido. —contestó, restando importancia al paquete. —Mañana te enseño que es.

Escucharon el timbre sonar.

—Ya llegó tu galán. Lo haré pasar. —salió del cuarto de su hermana a recibir al hombre.

Bárbara se quedó retocando los últimos detalles de su arreglo. Quería lucir perfecta, su ego lo agradecería. Un par de selfies del recuerdo y listo.

Satisfecha de su apariencia salió al encuentro con Daniel. El bello par de ojos azules la admiraron con cariño y deseo.

Rompieron distancia, saludándose con un pequeño beso en los labios.

—Hermosa. Te veo y siento ganas de mentirle a Nina, para festejar por nuestra cuenta. —sonrió, Bárbara se abrazó a él. Ambos observaban a Irene, quien les correspondía enternecida.

—Lo mismo le dije yo. —señaló Irene con la barbilla. —se divertirían más, estoy segura.

—Quizá tengamos nuestro after party privado. —el le guiñó un ojo en complicidad.

—Oigan, ni tramen como si yo no estuviera. —Bárbara le dio una palmada en el pecho a Daniel, regañándolo.

Daniel e Irene se rieron.

—¿Qué? Tiene razón. —comentó el empresario, sus ojos brillaban divertidos. —Debemos recuperar el tiempo perdido.

—Llévatela. —sugirió la menor de las hermanas, —ella no lo admite pero le hacen falta unos días de descanso. La tienes trabajando mucho.

La ex pareja se miró. Bárbara le hizo muecas que negaban las palabras de la adolescente y le tomó de la mano.

—Ignórala, quiere que lleve una vida bohemia como la suya. Pero si no trabajo ella no come y viste. —sonrió seria.

Alguien que te quiereWhere stories live. Discover now