33: De parte de...

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No despegó la vista de la pantalla del portátil. En los últimos días su volumen de trabajo había incrementado y tontear con el jefe durante su estancia relámpago no la ayudó en lo más mínimo.

La carga laboral fue la excusa perfecta para que Daniel Weber no la llevase consigo a Nueva York. Aunque sabía que no habría una próxima vez donde encontrase justificarse. La insistencia del empresario mataría de amor a casi cualquier mujer.

El puntero pasó a la siguiente página y continuó escribiendo. Tenía que llegar a la parte final del informe antes de las tres de la tarde, si es que quería entregarlo ese mismo día a otro de los hermanos Weber, a los cuales no se les pasaba por alto su desempeño a pesar de poseer el privilegio de ser considerada todavía como cuñada.

Quería entregarse en cuerpo y alma a terminar el escrito pero tenía un impedimento importante: Cita en el nuevo y futuro destacado restaurante de la condesa pasando media hora de las tres. ¿La razón? Un hermano mayor de Patricia abría su primer negocio gastronómico y con el debutaba profesionalmente en el ámbito culinario. Félix al igual que el resto de la familia siempre la trataron como una más de ellos y correspondía agradecida el sentir. Probar las delicias que el joven chef haría después de largos años de preparación no podía ser dejado para más tarde ni luego. Después de la reunión se dedicaría al trabajo, pero en casa donde no sufriría presiones de ningún tipo.

Supo que su tiempo en redacción llegó a su fin cuando vió a su nueva asistente adentrarse a la oficina con un gigantesco arreglo floral, que con esfuerzo puso sobre un esquinero de cristal.

—¡Jefa! ¿No es maravilloso? —inquirió una muy sonriente Adelaida.

—¿Quién lo envía? —preguntó extrañada. —Mi cumpleaños ya fue hace mucho y no hay nada especial que celebrar.

La joven se encogió de hombros por breves instantes. Bárbara se puso de pie y fue al esquinero que sostenía el conjunto. Lo observó con detenimiento, buscando alguna señal. Pensó en el huevo Fabergé y en ese hombre al que estaba segura que conocía y que no tardaría en develar su identidad.

Una serie de lirios blancos y rosas amarillas se distribuían armoniosas sobre el follaje verde y delicado que recordaba demasiado a la naturaleza. La combinación de ambas flores le pareció inusual, en especial por salirse del cliché en un arreglo floral. Visualizó la tarjeta y la abrió ansiosa.

«Espero que disfrutes este pequeño presente. Las vas a necesitar, mujer hermosa. Acuérdate de mí.» —Leyó en unas cuantas palabras, sin remitente de nuevo.

No lo entendía pero sintió como su ritmo cardiaco aumentó. A diferencia de otras ocasiones el mensaje no la enternecía ni la hacía sentir bien.

—¿Quién se lo ha mandado, jefa?

Bárbara no contestó. Sacó su celular y tomó dos fotografías: Una al arreglo y otra a la tarjeta que lo acompañaba. Regresó el pedazo de cartón al follaje, volviendo a su lugar detrás del escritorio, sin sentarse.

—Como me sacan de quicio los pinches hombres. Parece que no pueden ser directos los hijos de la chingada, siempre salen con sus estupideces como esta. —pronunció irritada.

—Jefa, esta usted muy molesta. —dijo entre risitas Adelaida. —El arreglo es muy bonito. —titubeó tímida. —Para mi lo es.

—Quédatelo. O tíralo a la basura. —guardó  su laptop en el bolso. —No me importa, ni siquiera se de quien es.

—Gracias jefa. —agradeció la muchachita.

—De qué. Llévatelas a casa ¿Si? Lo menos que quiero es verlas el lunes a primera hora.

Alguien que te quiereWhere stories live. Discover now