25: Después de clases

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Las palabras de su asesora le eran inentendibles. Ya habían pasado algunas semanas desde el amargo encuentro con Maximiliano y la tranquilidad que mostraba este le desconcertaba a sobremanera, se temía lo peor, intuía que en cualquier momento arremetería en su contra o terminaría de cobrárselas a Adelaida, quien ya mostraba una recuperación favorable, lejos de ejercer por presión suya.

El cúmulo inquietante de ideas no le permitía poner atención a lo que decía la doctora en economía internacional frente al pequeño grupo conformado por poco más de diez alumnos. Sentía tanto desprecio hacia el gobernador, gracias a él se mantenía en vilo al punto de no poder prestar interés a su preparación académica. Sintió su celular vibrar sobre la mesa, una pequeña cascada de mensajes en whatsapp apareció como notificación. Sonrió apenas, dicho chat le proveía una distracción agradable, el apuesto uniformado del otro lado era experto en ello.

Con disimulo tomó el móvil de la mesa y una ligera manipulación táctil comenzó a responder a la charla cargada de coquetería combinada con propuestas subidas de tono que si leyera en voz alta seguramente haría sonrojar a más de una de las presentes en el aula. No podía extenderse a riesgo de ser descubierta, y la ventana de chat ya se veía cargada de monosílabos de su parte. Uno en especial le dio a entender al hombre lo que debía de hacer.
El dispositivo regresó a su lugar y trató de concentrarse en la clase, tomando apunte.

La sesión terminó dos horas después, para entonces su reloj de pulsera le indicaba poco más de las nueve la noche. De nueva cuenta, la sensación angustiante como si algo fuese a suceder la colmó apenas salió del edificio. Afuera se veía solitario, ningún estudiante o profesor en los alrededores y para variar, no faltaban las áreas verdes colmadas de arbustos y árboles frondosos generadores de espeluznante sombra que amenazaban con ser su pesadilla.

Sosteniendo bien su bolso y los libros bajo el brazo respiró profundamente, abandonó la seguridad de la entrada iluminada del recinto, encomendándose en silencio a esa entidad divina a la que acudía en pocas ocasiones, ingrata. Se abrió paso lo más rápido que le permitieron las piernas en el sendero poco iluminado que comunicaba los edificios de aulas con el estacionamiento, donde la esperaba su automóvil. Sabía que su preocupación de sufrir un ataque por parte del político y la oscuridad combinada con la soledad del camino comenzaban a cobrarle factura, ya que empezó a sentirse acechada. Estaba segura que en la penumbra de los arbustos y los siniestros árboles podía haber alguien.

El ritmo de su corazón y respiración se tornaron agitados, volteaba a todos lados casi corriendo, aterrada por la punzante idea de estar en peligro. Le importó poco traer falda, las piernas tomaron paso veloz, quería salir de ahí. Sus súplicas fueron escuchadas y llegó pronto al estacionamiento, su auto y otros dos a varios metros de distancia entre sí eran los únicos. Frente al suyo manipuló las llaves con una mezcla de torpeza y nerviosismo con sus pertenencias sobre el capote, que no se dio cuenta del espontáneo acompañante.

Sintió una fuerza que la arrinconó contra el vehículo. Profirió un grito agudo y este la tomó de la cintura con las dos manos. Su corazón comenzó a ir más rápido.

—Dejo de verte unas semanas y cada vez te pones más hermosa. —le dijo una voz grave y conocida al oído. —Traes la falda muy arriba, —las manos palparon con lujuria la piel desnuda de sus piernas y reacomodaron la tela. —te la quitaría aquí mismo si tener sexo en un lugar público no estuviera prohibido y mi carrera en juego dado el caso.

A Bárbara le volvió el alma al cuerpo, lo relajó poco a poco, volviéndose hacia el hombre. Podía sentirse segura y a gusto con la presencia. Quería reclamarle el haberla abordado de tal modo, pero prefirió no perder el tiempo y aprovechando la cercanía indecente de ambos cuerpos lo besó. Él correspondió con ahínco, manteniéndose juntos por algunos minutos hasta que la falta de aire los obligó a dejar de lado el juego de sus labios.

Alguien que te quiereWhere stories live. Discover now