INTRODUCCIÓN

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Suspiró profundo mientras doblaba la última camisa que guardaba en su armario. La colocó en la cama junto con todas las demás y dio una última mirada para asegurarse de que no se le estuviese olvidando algo importante. Sabía que había cosas que iba a tener que dejar, después de todo, estaba a punto de mudarse al dormitorio de un instituto universitario. ¿Qué tan grande podría ser eso? No podía llevar todo lo que tenía. Incluso si lo que tenía era muy poco.

Las mejores cosas y aquellas que deseaba poder conservar, como álbumes de fotografías y objetos personales, las había llevado a uno de esos almacenes de alquiler. Debía pagar una moderada suma de dinero cada mes y podía guardar ahí tanto como cupiera, por el tiempo que quisiera. Los mejores muebles, los había vendido un par de semanas atrás, así que se tomó unos minutos para observar la habitación vacía. Solo quedaba la cama, en la que estaban acomodadas todas sus posesiones.

Sus posesiones solo llenarían una maleta grande y una pequeña mochila.

Todas las demás pertenencias que no eran de él, las había donado a un albergue. Sabía que serían capaces de aprovechar toda esa ropa y zapatos que él no tenía en dónde guardar. Se había quedado con dos prendas, sin embargo. Incapaz de deshacerse de todo, había guardado esas dos cosas que le traía tantos buenos recuerdos. Algunos muy dolorosos también.

Cuando la maleta y la mochila estuvieron llenas de todo lo que llevaría al instituto, se dio un tiempo para recorrer cada una de las habitaciones de aquella casa en la que hubiese pasado los mejores años de su vida... pero también los peores.

Ya no quedaba nada. Aquel ya no era su hogar. Había dejado de serlo mucho tiempo atrás. Cuando se había quedado solo.

Esa noche, cuando se había tumbado en la cama para dormir por última vez en esa casa que conocía tantos de sus secretos, deseó encontrar una nueva motivación, algo que diera un giro al rumbo que habían estado llevando las cosas hasta ese momento...un cambio para su vida.

Al día siguiente, de pie en la oficina del decano del instituto deportivo al que se acababa de transferir, con aquel documento en la mano, en el cual estaba el nombre y fotografía de quien sería su nuevo compañero de habitación, Gabriel pensó, que aquel no era para nada el cambio que él hubiese imaginado.

Tuvo que fingir una sonrisa e ignorar el desconcertante vuelco que dio su corazón, cuando ese muchacho entró en la oficina. 

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now