CAPÍTULO ESPECIAL "COMO UNA VELA EN UNA TORMENTA"

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Narra Lino

No íbamos a celebrar ninguna fecha importante. No había aniversarios, ni era el cumpleaños de nadie. No se trataba de ningún día en especial... o quizá cada uno de los días que pasaba con él, eran especiales. Tenía toda una vida conociendo a Santiago y quizá sin darme cuenta tenía toda esa vida enamorado de él. A veces no podía creer lo afortunado que era. Él tenía veintitrés años y yo tenía veintiuno, éramos un par de jóvenes iniciando con la parte más intensa de la vida, no habíamos vivido nada aún, todo era incierto, pero si de algo tenía yo la certeza, era de que definitivamente él sería la persona con quien yo pasaría el resto de esa vida.

Había decidido celebrar eso, celebrar la vida y la felicidad que me daba estar con él, con mi mejor amigo. Porque sí, lo había esperado por mucho tiempo sin siquiera saberlo.

Yo nunca había sido un chico muy romántico que digamos. Era de esas personas que quieren con intensidad desbordante, pero al momento de demostrarlo con detalles me quedaba en blanco sin saber qué hacer, a diferencia de él, que siempre tenía un montón de detalles adorables que me dejaban sin aliento. Incluso antes de que estuviésemos juntos.

Esta vez quería esforzarme. Si para Santiago esos detalles contaban, yo tenía que hacerlo posible.

Tampoco era como si me fuera a quemar mucho la cabeza pensando que cosa impresionantemente original iba a hacer para sorprenderlo. Mi imaginación en cuanto a esas cosas, no daba para mucho y el tiempo tampoco. Lo que sea que estuviese planeando hacer, quería hacerlo antes de que terminara la semana de vacaciones. Quería pasar el mayor tiempo posible con él, sin la preocupación de las clases y los agotadores entrenamientos.

Lo primero sería una cena y no cualquier cena. Si bien, en las propias palabras de Santiago, lo bonito era el detalle, quería que aquel momento no lo olvidara nunca. Sería una cena en un lugar elegante, en donde tuviera el placer visual de verlo vestido con una jodida camisa. Santiago era bastante vago, con un estilo mezclado entre hippie, informal y rebelde, con más tatuajes de los que podía contar, que contrastaba por completo con su forma preocupada, amable y cursi de ser y con esas enormes gafas de nerd que cargaba siempre. Era como una mezcla de todo lo que me gustaba. Definitivamente necesitaba verlo con una camisa, para después tener la oportunidad de arrancársela botón por botón.

Tenía un par de días viendo a Santiago algo raro, como preocupado por quién sabe qué cosa, que no se decidía a decirme. No podía decir que estaba distante, porque era cariñoso siempre, pasara lo que pasara. Pero claramente algo lo tenía distraído y ansioso. Esperaba que mi sorpresa pudiera borrar cualquier cosa que lo estuviese preocupando.

—¿Sucede algo mi niño? —pregunté mientras veía a Santiago ir y venir por su habitación, como buscando algo que claramente no encontraba. Irritado, incluso molesto. No me respondió—. ¿Hay algún problema? ¿Te sientes mal?

—¡No! —respondió de forma enérgica y cortante, dando a entender que no le interesaba seguir con aquella conversación. Sabía que todos teníamos días malos, que no siempre íbamos a estar de buen humor, ni siquiera él, quien era la alegría personificada. Aun así, dolió que me respondiera de esa manera y yo era de los que se enojaba rápido. No quería cagarla diciendo alguna estupidez que arruinara lo bien que estábamos llevando las cosas y mis ganas de darle una sorpresa, así que decidí que lo mejor era irme y dejar que se calmara.

Santiago no era de esas personas que esperaban a que les preguntaras que les pasaba. Él hablaba cuando debía y quería hacerlo, si no lo hacía, yo no debía insistir. No quería molestarlo.

Me levanté se su cama, donde llevaba tumbado toda la mañana mirando el portátil, lo dejé a un lado, me acerqué a él, lo tomé de los hombros deteniendo su andar y le di un beso en la frente. Me dirigí hasta la puerta sin esperar que dijera nada. Estaba por salir cuando sentí sus cálidos brazos rodeándome por la espalda y sus finos labios presionándose en mi cuello.

MACHOS ALFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora