EPÍLOGO "FESTIVAL DE PRIMAVERA"

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Gabriel no sabía cómo había terminado metiéndose en aquel embrollo y estaba muy seguro de que todavía podía ponerse peor. Se revolvió el cabello y lo jaló un poco con evidente angustia. ¿Por qué había dicho que él se encargaría de ese asunto? ¡Muy fácil! Porque era tonto, ni más ni menos que por eso.

Eran las cinco de la tarde y la cafetería la cerraban a las ocho, así que aún quedaban poco más de un par de horas de trabajo. A final de cuentas, daba igual, incluso si se escapara de sus obligaciones para ir a recorrer las tiendas del centro, claramente no iba a encontrar ni un solo local abierto. ¡Era domingo! Era un maldito domingo por la tarde y a él se le había olvidado por completo.

Escuchó la puerta de la cocina abrirse y una muy sonriente Sofía apareció frente a él. ¿Esa mujer tenía que estar siempre feliz? ¿Por qué estaba feliz cuando él estaba tan angustiado? Sofía lo miró frunciendo el ceño, por algo era su mejor amiga, lo conocía como a la palma de su mano.

—¡Olvidaste comprarlo! —exclamó con tono de reproche. Gabriel ni siquiera había necesitado hablar. Con solo ver su cara, ella supo que lo había olvidado por completo.

—¿Qué voy a hacer Sofía? Carlos me va a matar.

—Oh, claro que lo hará. Me consta que te lo estuvo repitiendo toda la semana. ¡Por dios, Gabriel! ¿Cómo pudiste olvidarlo? —Gabriel miró a su amiga de mala gana, no estaba ayudando mucho a calmar su preocupación. Tendría que ser comprensiva, ayudarlo de alguna manera, pero no, ahí estaba ella reclamándole por su descuido.

—¿Dónde mierda voy a conseguir un jodido disfraz a esta hora? ¡Y es domingo! ¡Domingo, maldita sea!

Definitivamente de aquello no lo salvaba nadie.

Luego de que Carlos y Gabriel se hubiesen reconciliado, después de haber pasado cinco años separados, las cosas no habían podido ir mejor. Parecía como si esos cinco años les hubiesen servido para madurar de cierta manera. Para ser capaces de hacer a un lado el egoísmo y para entregarse al otro de forma plena.

Cinco años no habían hecho una diferencia en el amor que se tenían... o quizá sí. Haber estado lejos por tanto tiempo, había hecho que se dieran cuenta, cuan importantes eran el uno para el otro. Cuanto se necesitaban y cuanto deseaban no volverse a separar jamás.

Ahora ellos estaban juntos y felices, unidos por ese lazo invisible que los hacía amarse cada día más. Unidos también por la ley desde hacía ya tres años.

Gabriel y Carlos se habían casado en una sencilla ceremonia, tan solo un año después de su reconciliación, porque, ¿cuál era la necesidad de esperar, si sabían que lo que más deseaban era pasar su vida juntos?

La ceremonia había sido hermosa y emotiva, con un Gabriel lleno de nostalgia y de recuerdos, lleno de sentimentalismo y mucho amor. En algún momento había imaginado que se casaría. En algún momento se había imaginado uniendo su vida con una persona a la que de verdad amaría. Jamás imaginó, sin embargo, que cuando llegara ese día, no se encontraría frente a él, una hermosa chica, sino el más maravilloso hombre que hubiese tenido la fortuna de conocer. El sentimiento era abrumador de todas formas, a pesar de los años que ya tenía de estar cerca de Carlos, a pesar de ser pareja de un hombre desde hacía tanto tiempo, parecía que jamás llegaría a acostumbrarse. Pero ya no era un sentimiento malo. No era algo que lo llenara de temor. Cada día con Carlos era como una aventura diferente. Estar con él le daba una sensación tan cálida, tan tranquila, tan correcta, tan protectora, que la felicidad que sentía iba mucho más allá de todo.

Habían tenido problemas, por supuesto. Las personalidades de ambos eran tan dominantes, que se encontraban a menudo en medio de peleas en las que ninguno quería perder, en las que ambos querían tener la razón. Se habían separado de nuevo en una ocasión en la que ambos quisieron mandar todo a la mierda, solo para volver a verse una semana después y darse cuenta de que algo los hacía siempre regresar.

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now