CAPÍTULO 7 "AMENAZAS Y PROMESAS"

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Gabriel no sabía exactamente a dónde iba. ¿Lo buscaría? ¿Qué iba a decirle? ¿Para qué quería verlo? En realidad, no lo sabía y tampoco le importaba, lo único que sabía era que necesitaba tenerlo de nuevo frente a él. Aquella situación se iba a terminar en ese momento, era completamente necesario. Estaba girando en la esquina del pasillo que conducía al dormitorio de Carlos, cuando lo vio salir de forma apresurada hacia quién sabe dónde. No dudó ni un segundo en seguirlo...

Carlos caminó apresurado hacia las duchas. ¿Quién demonios tomaba una ducha a la una de la mañana? Probablemente nadie, pero en ese momento era lo que él necesitaba, una ducha fría que calmara su agobiante ansiedad. Sentía que incluso sus manos temblaban. ¿Por qué le pasaban esas cosas a él? Solo recordar los labios de Gabriel prácticamente rozando con los suyos, le hacía tener los pensamientos más insanos. ¿Por qué el único chico que jamás podría tener, era al que deseaba más que a ningún otro? Era un castigo, seguramente.

Se despojó de su ropa rápidamente, dejándola regada por todo el lugar. Se dirigió al área de las duchas y encendió la regadera. Se metió bajo el agua de golpe. Casi podía escuchar ese pequeño sonidito que hace algo caliente al entrar en contacto con agua fría. No le sorprendería si estuviese desprendiendo vapor. Dejó que el agua corriera libremente, que empapara por completo su cuerpo, su cabello y cada extensión de piel. La tensión tenía que irse.

Recargó ambas manos en la pared de baldosas y cerró los ojos. Necesitaba aclarar sus pensamientos y poner en orden sus ideas. Aun con todo lo que había pasado entre ellos antes, Gabriel no era un chico que estuviese en su radar de lo posible, tenía que dejar de pensar en él...

O quizá no.

Carlos sintió como un par de manos lo tomaban posesivamente de la cintura, apegando su cuerpo desnudo a quien se encontrara detrás de él. Se sobresaltó por un par de segundos, pero de inmediato pudo percibir ese aroma que ya reconocía tan bien. No sabía si sentirse más tranquilo de saber que no se trataba de un extraño o si debía preocuparse.

—Soy yo... no te asustes. —La voz de Gabriel salió bajita, como un susurro cerca de su oído, que causo que cada vello de su piel se erizara y una sonrisa se pintara en su rostro sin siquiera poder evitarlo.

—¿El tipo que casi me viola me pide que no me preocupe? No sé cómo tendría que sentirme. —Carlos se giró de golpe para encontrarse con los ojos de Gabriel fijos en él. Estaba esperando que el muchacho apartara la mirada. Esta vez no lo hizo. Sus ojos parecían desprender fuego—. No sé si me tranquiliza saber que eres tu quien está frente a mi cuando me encuentro completamente desnudo, por si no te has dado cuenta.

Gabriel tragó saliva, mirando fijamente el movimiento de los labios de Carlos, se podía decir que había sido difícil para él, poner atención a lo que Carlos acababa de decir. Estaba mucho más concentrado en su boca.

—Necesitamos terminar con esto de una vez. —Gabriel habló, susurrando nuevamente. Afianzó la cintura desnuda de Carlos—. Ya no voy a negar que quiero esto y sé que tú lo quieres también.

—Solo necesitamos saciar nuestras ganas para dejar esto pasar, ¿es así? —Carlos se acercó a Gabriel rozando sus labios mientras hablaba.

—Quizá después de esto quedaremos tan decepcionados que no tendremos ganas siquiera de volver a vernos... sería el fin de todo ¿no? —concluyó sin convicción. Ladeó un poco la cabeza, dando acceso a los labios de Carlos. El muchacho empezó a repartir besos húmedos.

—Será la única vez que esto suceda. ¿Lo comprendes bien, Gabriel? Vas a tener que esforzarte. —Las manos de Carlos se colaron debajo de la camisa mojada de Gabriel. Tiró fuerte de ella, desprendiendo algunos de los botones. Ambos jadearon.

MACHOS ALFAWhere stories live. Discover now